Al son salsero cae azúcar desde el cielo | El Nuevo Siglo
Martes, 16 de Julio de 2013

Por: Catalina Jaramillo Uribe

Periodista El Nuevo Siglo

 

 

Hace unadécada la partida de la Reina de la Salsa, Celia Cruz, vistió de luto al universo musical. Pero la ausencia de su inolvidable “¡azúcar!” y la fuerza vital que la llevó a evidenciar que “La vida es un carnaval” siguen llenando de alegría y optimismo a millones de sus fanáticos en todo el planeta.

Tras 10 años de su fallecimiento, el mundo recuerda a La Guarachera de Cuba como un símbolo del sabor, la música y el baile, pero también por la importante obra humanitaria que desarrolló a lo largo de su carrera.

Durante sus casi ochenta años de vida -aunque su edad siempre fue un misterio- Celia hizo bailar a todos los guaracheros, siempre ataviada de sus inconfundibles vestidos de colores alegres, el contoneo de sus caderas y, sobre todo, de aquellas canciones que reflejaban como ninguna otra la forma de sentir, sufrir, festejar y llorar de los latinos. Difícilmente se puede encontrar hoy a un rumbeador que no haya escuchado "Oye cómo va" o "Guantanamera", verdaderos himnos mundiales de la música cubana y latinoamericana.

Úrsula Hilaria Celia de la Caridad Cruz Alfonso, su nombre real, obtuvo todos los honores posibles. Por ejemplo, siete premios Grammy y una estrella en el Paseo de la Fama de Hollywood, en 1987. Sin embargo, esos galardones quedaban de lado cuando veía bailar a millones en estadios y presentaciones con melodías inolvidables como "La negra tiene tumbao", "Quimbara" o "La vida es un carnaval". Celia no era una más en el género de la salsa, ella era -como en el ámbito masculino lo es Héctor Lavoe- la cantante, la única, la verdadera, la irreemplazable…

Sus fans rememoran su imagen como símbolo de alegría auténtica, del alma rítmica que sólo pueden expresar y entender los latinos. Ella abrió las puertas a muchos artistas, que sin el camino que la guarachera señaló difícilmente hubieran podido acceder a mercados tan competidos y ajenos a nuestra idiosincrasia como el norteamericano o el europeo. Aunque hace diez años se apagó su voz, hoy todos los rumbeadores continúan manteniéndola en lo más alto del pedestal de las grandes figuras musicales latinoamericanas que marcaron todo un siglo.

Celia no tiene sucesora a la vista pese al mucho tiempo que ha pasado desde aquel 16 de julio de 2003 en el que esta cubana eterna falleció en su residencia de Fort Lee, en Nueva Jersey (EU), luego de perder la batalla con un tumor cerebral. Ese día cerró sus ojos para siempre, en compañía del que fuera su esposo, amigo y confidente durante casi 40 años, el trompetista Pedro Knight, su “cabecita de algodón” -como ella le llamaba- y con quien protagonizó uno de los romances más recordados, tiernos y perdurables de la farándula latina.

Esta negra y su tumbao siguen endulzando con su “¡azúcar!” el cielo y la tierra. Dejó una marca imborrable en la memoria popular,  como también lo hicieran Lavoe o el mismo Compay Segundo, “el Patriarca del Son”, quien por -paradojas de la vida y la muerte- falleciera tres días antes que La reina. Sin lugar a dudas, Celia Cruz sigue evidenciando que “la vida es un carnaval” y que nadie mejor que ella para ponernos a bailar…