NUNCA COMO ahora, la audaz crítica al capitalismo que se hace en Auge y caída de la ciudad de Mahagonny ha estado tan vigente, evidenciando que esta ópera estrenada hace 90 años (1928) fue tan visionaria que con el paso de los años solo serían necesarias algunas adaptaciones menores para llevarla de nuevo al escenario.
Como en ese entonces, las sociedades se han movido, dividido e impuesto con base en el “rey” dinero, con la premisa de que todo es posible mientras se cuente con éste para pagar. Y es, bajo esa concepción que llega esta ópera (original de Bertolt Brecht y Kurt Weill), pero convertida en un gran montaje en formato de teatro musical, que simula un gran show televisivo a las tablas del Teatro Mayor Julio Mario Santo Domingo.
Esta es una coproducción de los Teatros Colón de Buenos Aires, Municipal de Santiago y el propio Mayor de Bogotá que bajo la dirección escénica de Marcelo Lombardero pone en escena a un destacado elenco de solistas latinoamericanos: : Evelyn Ramírez (Leokadia), Pedro Espinoza, (Fatty), Hernán Iturralde (Moses), Gustavo López Manzitti (Jimmy), María Victoria Gaeta (Jenny), Homero Pérez Miranda (Joe), Javier Felipe Cevallos (Tobby), Andrés Felipe Orozco (Jack) y Juan Fernando Gutiérrez (Bill).
Estarán acompañados del Coro Filarmónico de Bogotá y el juvenil de la OFB, bajo los acordes de la Orquesta Filarmónica de Bogotá.
La trama de esta adaptación habla de que escapando de la justicia, Leokadja Begbick (La Viuda), Moses (La Trinidad) y Fatty (El Contador) quedan varados en una zona desértica, cerca de unos ríos de los que, dicen, puede extraerse oro. La Viuda, líder del grupo, funda una ciudad para aprovechar esa presunta riqueza. Mahagonny será el paraíso del placer y del ocio. Allí, crean la taberna “Aquí todo está permitido”, donde llegan a trabajar Jenny, las muchachas y miserables de todas partes.
Desde Alaska, el leñador Jimmy Mahoney y sus amigos Bill, Jack y Joe se embarcan hacia la ciudad del placer y del pecado, donde la Viuda los recibe amablemente, disponiendo además, bajar el precio del whisky y ofrecerles servicios sexuales, entre los cuales Jimmy elige los de Jenny.
La miseria comienza a amenazar Mahagonny pues las redes no atrapan el oro. Un huracán aparentemente llegará el lugar y la Viuda pone carteles con prohibiciones. Jimmy entiende que las reglas limitan la felicidad y con su dinero compra a la Viuda el derecho de hacer lo que le plazca e imponer sus propias leyes. El huracán finalmente esquiva la ciudad y este hecho es entendido como una salvación milagrosa que anuncia una nueva era. Todo está permitido en Mahagonny: comer, hacer el amor, boxear y beber sin medida.
A partir de este momento los cimientos de esta ciudad trampa empezarán a tambalearse y la desgracia llega la vida de Jimmy y sus amigos.
De esta forma, Auge y caída de la ciudad de Mahagonny es así una crítica feroz al consumismo, la avaricia, la gula y la búsqueda del placer.
Según Marcelo Lombardero, director escénico del montaje, “esta es una gran metáfora de la sociedad actual pues los propios hombres de Mahagonny representan al hombre medio actual.” Jimmy y sus amigos deciden ir a esta ciudad del placer y del pecado a gastar todo el oro que ganaron tras sufrir 7 duros inviernos trabajando en Alaska. “En la actualidad, podríamos decir que la sociedad se engaña trabajando todo el año para, en un mes de vacaciones, gastar todo su dinero y así poder decir que se es feliz. Pero en realidad es dejar el dinero ganado en las mismas manos por las que hemos trabajado durante todo el año”, concluye el director.