Por: Yerlith Ospina
Enviada especial EL NUEVO SIGLO
EN LAS tierras donde el sol acaricia suavemente las montañas de Caldas, surge Salamina, una joya cultural en la corona del Eje Cafetero colombiano. Un viaje a este rincón encantado revela la magia de una ciudad que se erige no solo como un monumento cultural, sino como un testamento poético a la fusión entre el pueblo y la naturaleza.
Salamina, conocida como la “Ciudad Luz de Colombia”, está bañada por la luz dorada de sus atardeceres, que se alzan como un faro cultural para iluminar la historia colombiana.
Columnas que susurran historias
Explorar la arquitectura colonial de Salamina es embarcarse en un viaje a través del tiempo. Cada columna y balcón narra historias centenarias. Las casas culturales, clasificadas en grados 1, 2 y 3 de conservación, son testigos mudos de épocas pasadas. El material de construcción, en su mayoría madera, tapia y calicanto, resalta la autenticidad y nostalgia que envuelve a estas edificaciones pilares de la identidad del pueblo.
Asimismo, las viviendas no son solo estructuras; son piezas de un rompecabezas cultural que se entrelaza con la naturaleza circundante. Los balcones asomándose a calles y las fuentes dentro de las casas se convierten en testigos de una danza eterna entre lo construido por el hombre y la belleza natural, en donde aún se erigen casas de conservación, cuidadosamente preservadas que transportan a los visitantes a épocas pasadas, reflejando el compromiso de la comunidad con su herencia.
Voces que resuenan en las calles
Las calles de Salamina son más que simples caminos; son narradores silenciosos de la historia. María Burgos, residente local, le contó a EL NUEVO SIGLO que “cada casa del lugar cuenta una historia, son el pulso del pueblo; caminar e ingresar a ellas es viajar a través de los tiempos, escuchando los susurros de nuestros antepasados”. Asimismo, José Giraldo un anciano cuyos recuerdos son un puente entre generaciones menciona, que “cada casa tiene su historia, como cada uno de nosotros”.
La Noche del Fuego - un espectáculo de identidad
Bajo el manto estrellado, la Noche del Fuego enciende los corazones de Salamina. Celebrada el 7 de diciembre, esta festividad nacida en 2001 como homenaje a la Navidad ilumina la ciudad con faroles, creando un sendero resplandeciente. Cada farol contribuye a la atmósfera, proporcionando una experiencia sorprendente para los visitantes.
Bosque de Palma de Cera - testigo silencioso de la naturaleza
Entre las maravillas naturales que abrazan Salamina, destaca el bosque de palma de cera en San Félix, el más grande del mundo. Estas majestuosas palmas desempeñan un papel ecológico crucial. Su importancia ambiental como especie endémica resalta la necesidad crítica de la conservación.
Estas palmas, símbolo sagrado, pueden tardar hasta 80 años en alcanzar su altura máxima de aproximadamente 60 metros. Su crecimiento lento destaca la paciencia requerida para preservar estas guardianas verdes.
“Miradorvsamaria”
El mirador ofrece a los visitantes la oportunidad de contemplar el bosque La Samaria, recorridos educativos brindan una experiencia inmersiva, donde expertos locales explican la importancia de estas especies únicas y los esfuerzos para preservarlas.
Caldas como el latido del Eje Cafetero
Salamina se erige como un pilar del Eje Cafetero, donde los cafés son apreciados por su acidez brillante y cuerpo completo. Los agricultores practican métodos sostenibles en laderas montañosas, aprovechando la altitud y el clima propicio para producir granos de café de alta calidad.
En las plantaciones, donde los caficultores comparten sus historias sobre la vida entre los cafetales. Duber Bedoya, dueño de una finca cafetera menciona que “desde la siembra hasta la recolección, cada grano de café cuenta una historia de esfuerzo y dedicación…, cada cereza que recogemos representa meses de trabajo y paciencia, pero la verdadera magia sucede cuando esos granos, después de ser procesados, llegan a las tazas de quienes aprecian el arte del buen café”.
Artistas Locales - guardianes del patrimonio
En Salamina, el arte no solo adorna las calles, sino que cuenta historias en cada trazo. Fernando Toro, destacado artista local, emerge como un talentoso cronista visual, embelleciendo las paredes del municipio con murales que cuentan historias arraigadas en la tradición y momentos significativos del lugar. Sus obras no solo destacan su destreza artística, sino que también preservan y transmiten la riqueza cultural del municipio, integrando la ubicación y eventos emblemáticos de manera accesible y emocionante.
Por otro lado, Edison Antonio Castellón, dueño del taller “Muebles Castri”, transforma la madera en arte que no solo embellece Salamina, sino que también restaura partes olvidadas de la ciudad. Su enfoque meticuloso y destreza en el trabajo con la madera del Eje Cafetero lo destacan como un artesano excepcional que da nueva vida a elementos desgastados. Su taller no solo es un espacio creativo, sino también un referente para quienes buscan piezas auténticas que capturen la esencia de Salamina y su rica herencia cultural.
Más que un destino, una experiencia
Salamina se revela como más que un destino turístico; es una experiencia que se inmortaliza en los corazones de quienes la exploran. Entre las casas coloniales que susurran historias, la Noche del Fuego que ilumina almas, el bosque de palma de cera que guarda secretos y el aroma a café que impregna el aire, el municipio se erige como un poema cultural, una melodía que perdura en la memoria de aquellos que tienen el privilegio de conocerla.