Como en el Llanto por Ignacio Sánchez Mejías de Lorca, la presentación de la Orquesta Nacional de España en el Teatro Mayor fue a las cinco de la tarde de Lorca. Bueno. Cinco y diez minutos para ser exactos. Al fin y al cabo, la puntualidad es cosa de británicos que, a estas alturas de la vida no saben lo que es vivir sabroso; porque desde tiempos de Jaime Duarte French en la Luis Ángel Arango La puntualidad de los conciertos es asunto del pasado.
La orquesta española llegó al Mayor con toda su artillería instrumental. Más de cien músicos colmaron el escenario del teatro con su inefable atuendo, mezcla del frac dieciochesco con el smoking eduardiano ¿Pasarela Cibeles? La verdad es que el público, que por poco colma el aforo del recinto, recibió con un cálido aplauso a la orquesta y a su director, David Afkham (Friburgo, 1983) alemán, de origen iraní, de impecable frac.
La orquesta española llegó al Mayor con toda su artillería instrumental. Más de cien músicos colmaron el escenario del teatro con su inefable atuendo, mezcla del frac dieciochesco con el smoking eduardiano ¿Pasarela Cibeles? La verdad es que el público, que por poco colma el aforo del recinto, recibió con un cálido aplauso a la orquesta y a su director, David Afkham (Friburgo, 1983) alemán, de origen iraní, de impecable frac.
Supone uno que la selección del repertorio para una gira de estas características debió ser faena de romanos: ¿programa estrictamente español? ¿clásicos?
Finalmente optaron por uno nada convencional que abrió con una obra de 1988 del madrileño José Luis Turina (1952), nieto de Turina, Fantasía sobre la X Fantasía que contrahaze la arpa en la manera de Ludovico de Alonso de Mudarra, del s. XVI, una selección astuta, porque si bien es cierto el original de Mudarra para la vihuela, es de asombrosa audacia armónica, no lo es menos la propuesta de Turina, que abre con resuelta temeridad disonante en una atmósfera de fanfarria. Si la intención original del compositor fue poner en evidencia las posibilidades de la naciente Sinfónica de Tenerife, en particular su sección de metales; en palabras del mismo Turina esa música más vanguardista se dejaba suavizar, cosa que sí ocurrió el sábado durante en el precioso episodio para las cuerdas que la orquesta española recorrió de manera seductora y exquisita. Una selección, a todas luces novedosa que rindió homenaje al pasado musical del glorioso renacimiento español.
Enseguida el que para muchos de los asistentes era el gran atractivo del programa: Noches en los jardines de España de Manuel de Falla, absoluta obra maestra del repertorio para piano y orquesta. No vale la pena la bizantina discusión de intentar desentrañar su estructura, Falla mismo la definió como Impresiones sinfónicas que, no pueden prescindir del piano y muchísimo menos de una gran pianista con instinto y absoluto dominio del instrumento. Para bien, o para mal, mírese por donde sea, cuando los españoles resuelven ir a las Noches en los jardines de España tienen que enfrentar esa especie de Himalaya inalcanzable escalado por Alicia de Larrocha y Joaquín Achucharro –si se quiere añadan a Rubinstein y Argerich- que les hace entender que se trata de uno de los retos más complejos, no del repertorio español sino de todos los tiempos. Una partitura vestida a la manera francesa, pero con cuerpo absolutamente español. Juan Pérez Floristán (Sevilla, 1993) y Afkham, no hay duda, estuvieron a la altura, lograron desentrañar las sutilezas y sugestiones, hasta escalar la sensualidad intensa, tal parece, sin intentar imitar los paradigmas establecidos. Floristán a la altura del tercer tiempo, En los jardines de la sierra de Córdoba, pudo exhibir un formidable control de los altos del piano que atacó con incisiva desnudez. La obra, en palabras de Manuel Drezner, que es la memoria musical de Bogotá, no se interpretaba en Bogotá desde los años 50.
Gran aplauso muy merecido. De encore, La niña de los cabellos de lino de Debussy, impecable, como era de esperarse; Floristán se permitió recordar que el preludio debussiano hunde sus raíces en la zarabanda española… olvidó que el origen de la misma es azteca, una danza ceremonial llegada a España durante la conquista.
Para la segunda parte del concierto, la Sinfonía nº5 en la bemol mayor op. 100 de Sergei Prokofiev, de 1944. Bien recorrida, contundente lectura de la obra, así se hubieran echado de menos algo de la ironía y los desplantes implícitos, tan característicos del antipático Prokofiev que, dicho sea de paso, era un genio.
Lamentable sí, tener que dejar el registro de un público propenso a prodigarse a destiempo en sus emociones, pues le propinó a la orquesta y, de paso a Prokofiev, estrepitosos aplausos entre los movimientos.
En todo caso, Floristán, Afkham y la orquesta española hicieron de su presentación en Bogotá, algo memorable, que sembró de cristal y níquel a las cinco de la tarde la vida musical de Bogotá.