Misterioso laboratorio de París que examina grandes obras de arte | El Nuevo Siglo
Una gran estatua de bronce del siglo XI del famoso Visnú reclinado, recién llegada de Camboya, es desenvuelta a su llegada para su restauración. / Fotos AFP
Viernes, 14 de Junio de 2024
Redacción Cultura

París es una ciudad conocida mundialmente por su arquitectura, sus monumentos y sus obras de arte. Lo que muchos ignoran es que la historia de la Ciudad de la Luz no se despliega solo sobre su superficie.

Debajo de los Jardines de las Tullerías, cerca del Louvre, se encuentra el Centro de Investigación y Restauración de los Museos de Francia (C2RMF), donde más de 150 técnicos e investigadores trabajan en el análisis y la restauración de obras de arte francesas y extranjeras.

En este misterioso laboratorio subterráneo, digno de historias de James Bond, las obras de arte revelan sus secretos. Detrás de una puerta blindada, este centro bajo grandes medidas de seguridad tiene una superficie de 5.900 metros cuadrados.

Sus tres niveles albergan un plató técnico, un acelerador de partículas llamado Aglae y salas de examen donde los objetos de arte reciben regularmente un "chequeo médico".

En el centro trabajan 150 especialistas, entre conservadores, radiólogos, químicos, geólogos, ingenieros metalúrgicos y arqueólogos, encargados de examinar cerca de mil obras de arte francesas y extranjeras cada año.

Los estudios técnicos y tecnológicos realizados en el centro permiten identificar los materiales con los que se hicieron las obras, su procedencia y antigüedad, cómo fueron ensamblados, así como los fenómenos de alteración que son invisibles a simple vista.

En función de esos análisis altamente sofisticados, algunas obras son luego encaminadas a los talleres de restauración, ubicados en un ala del Louvre y en Versalles (suroeste de París).

El centro cuenta además con un auditorio y un centro de documentación.

La escultura camboyana de Visnú

El C2RMF ha analizado obras maestras como la "Mona Lisa" de Leonardo da Vinci, los vitrales de la Santa Capilla de París o de la catedral de Notre Dame, un sable del emperador Napoleón o la escultura del "Auriga de Delfos", una de las estatuas de bronce más famosas de la antigua Grecia.

Recientemente el centro recibió los restos de una escultura monumental camboyana del siglo XI para una serie de análisis.

Esta escultura será parcialmente restaurada antes de una exposición programada en 2025 en el Museo Guimet de artes asiáticas en París, y luego en Estados Unidos.

Obra maestra del arte jemer, descubierta en 1936 en el sitio de Angkor, esta escultura monumental es una de las pocas representaciones de este dios del hinduismo en su forma reclinada.

"Faltan muchos fragmentos, pero originalmente tenía una longitud de aproximadamente seis metros, una diadema y un tocado", explica David Bourgarit, ingeniero de investigación en arqueometalurgia, quien dirige el proyecto.

Las pruebas se realizan en una sala especial, con puertas de plomo, para evitar la radiación.

"En las cejas, esos pequeños puntos blancos son claramente metal añadido, más denso que el cobre, pero necesitaremos realizar otros análisis para determinarlo", describe Bourgarit.

"Somos como la NASA, cada uno con su especialidad. Nuestras escenas del crimen son los hallazgos arqueológicos. Tratamos de entender quién las hizo, cómo y por qué, como en una investigación policial", comenta Bourgarit.

El Visnú será examinado y fotografiado minuciosamente. Algunas áreas serán "exploradas con otras técnicas como la fotogrametría, escaneos 3D, fluorescencia de rayos X, para determinar la composición de un material, o la espectrometría", detalla el especialista.

El objetivo es "localizar el yacimiento y el sitio de fabricación" de la gigantesca estatua.

La escultura evoca grandiosamente un mito de la creación del mundo tan popular en la India como en Camboya. Al final de una era cósmica, después de haber absorbido todas las cosas en sí mismo, Visnú duerme en el océano primordial, acostado sobre los pliegues de la serpiente Śeṣa o Ananta, de ahí su nombre Anantaśāyin.

El Aglae

Algunos fragmentos quizás serán examinados "por el acelerador de partículas de Análisis Elemental del Grand Louvre (Aglae), instalado a finales de los años 1990 y el único en el mundo que trabaja exclusivamente con obras de arte", explica Quentin Lemasson, ingeniero y especialista en este equipo.

El Aglae se puede comparar con el CERN (el laboratorio europeo para la física de partículas), que se halla bajo tierra entre Francia y Suiza, aunque consume 1.000 veces menos energía, precisa Lemasson.

El Aglae es lineal, a diferencia del CERN, que es circular. Con el acelerador "creamos partículas, las aceleramos, las hacemos pasar por un tubo largo y luego surge un haz que interactúa con el objeto. De ese choque salen diferentes tipos de radiación, algunas partículas rebotan y crean energía. Todo ello nos permite determinar grosores, detectar si se utilizó oro, sin tener que extraer muestras, o determinar la proporción de cobre y estaño en un bronce", afirma el ingeniero.

Jardines de las Tullerías

Con una ubicación excepcional entre el Museo del Louvre y la Plaza de la Concordia, el Jardín de las Tullerías fue el primer jardín de París que tuvo carácter público.

En 1564 comenzaron las obras de construcción del Palacio de las Tullerías, el cual, bajo las caprichosas órdenes de Catalina de Medicis, iría acompañado por unos preciosos y extensos jardines de estilo florentino. El palacio y sus jardines deben su nombre a las fábricas de "tuilles" o tejas, que antes se encontraban situadas en ese lugar.

Los jardines se convirtieron en el lugar de celebración de lujosas fiestas en las que los invitados disfrutaban entre los verdes parajes, fuentes y esculturas. En aquella época los jardines se encontraban rodeados por altos muros que protegían la privacidad de la alta sociedad.

En la actualidad el Jardín de las Tullerías es uno de los más concurridos y encantadores de la capital.