EL MUSEO Nacional Picasso-París inició esta semana una exposición donde analiza la modernidad de la concepción de las imágenes del pintor explorando las fuentes artísticas y extra artísticas de su obra y sus modos de apropiación.
Lleva por nombre “Picasso Iconophage” y estará hasta el próximo 15 de septiembre, en los espacios de la planta baja.
Multirreferenciada, la obra de Pablo Picasso sorprende por la riqueza de su cultura visual. El artista, celebrado por las vanguardias como el asesino del academicismo, nunca dejó de presentarse como heredero de una larga tradición pictórica.
Su ambigua relación con la historia del arte plantea tanto la cuestión de las fuentes como la de sus modos de apropiación. Asiduo visitante del Louvre, Picasso acumuló a lo largo de su vida fotografías, postales, reproducciones, carteles, revistas y libros ilustrados, a los que hay que sumar también las obras de su colección personal.
Esta acumulación que constituyó para el artista un rico repertorio iconográfico es sintomática de una nueva forma de pensar la imagen, liberada del campo artístico y del tiempo histórico.
Sin embargo, no hay ninguna cita literal en su obra: sus variaciones de las pinturas de los grandes maestros son ante todo de construcciones; sus formas y composiciones son siempre híbridas.
Red de imágenes
La exposición pretende resaltar la inscripción de las pinturas, esculturas y dibujos de Picasso en una compleja red de imágenes originales a través de cuatro temas que atraviesan su obra.
Picasso fue el ejemplo de un artista que supo aprovechar las técnicas de reproducción masiva de obras de arte del siglo XX, como las postales que empezaron a imprimir con abundancia los museos.
Allá donde no podía acudir para ver en directo los cuadros que le interesaban, el genio español adquiría imágenes para estudiarlos, aunque las reproducciones fueran en blanco y negro (colores que también fueron uno de sus medios de expresión preferidos”.
Hasta finales del siglo XIX “la reproducción reposaba esencialmente en los grabados o las estampas”, explicó a la AFP Cécile Debray, presidenta del Museo Picasso.
“De repente hubo una explosión, un alud de imágenes nuevas, provenientes del mundo entero, y una apertura sobre las culturas extranjeras, no occidentales”, añadió.
“Picasso es consciente de que hay otras maneras de ver y representar el mundo real”, explica.
Picasso coleccionó desde revistas humorísticas ilustradas, como la catalana “Papitu” hasta fotos eróticas, carteles, magazines británicos o estadounidenses que no podía leer, pero cuyas ilustraciones eran de máxima calidad.
La exposición se divide en cuatro partes: “Héroe”, “Minotauro”, “Voyeur” y “Mosquetero”.
A partir de los cuadros clásicos de Jacques-Louis David y Nicolas Poussin sobre el mito del “Rapto de las Sabinas”, Picasso deshace y reconstruye esas imágenes, que le servirán de inspiración luego para su “Guernica” (1937).
Y también para un cuadro poco conocido del pintor: “Masacre en Corea”, de 1951, que bebe directamente de los fusilamientos del 3 de mayo de 1808 de Francisco de Goya.
Monstruo mítico
En “Minotauro” Picasso aprovecha la imagen del monstruo mítico, mitad toro, mitad humano, reproducida en postales a partir de ánforas griegas, para explorar sus obsesiones sexuales.
Goya y sus grabados taurinos vuelve a aparecer como influencia determinante. Y esa parte de la exposición da paso a una sorprendente muestra de los materiales que llegó a acumular Picasso en sus talleres, una mezcla caótica de papeles de todas clases y tamaños.
Así como 66 placas de cobre dedicadas al tema de la Celestina, para ilustrar una edición especial de la novela de Fernando de Rojas, obra cumbre de la literatura española del siglo XV.
“Picasso” se reivindicaba también como “mirón” (“voyeur”). Ya sea de una mujer orinando en la playa (“La pisseusse” 1965) que se inspira de un aguafuerte de Rembrandt de 1631 o de un cuadro que lo obsesionó durante años, “El almuerzo sobre la hierba”, de Edouard Manet (1863).
“Mosquetero” no solamente explora la atracción de Picasso por la figura del espadachín desde su infancia, sino también ilustra su forma de abordar el mito del Quijote, y su devoción por el Greco o Velázquez.