El viaje de las mentes verdes | El Nuevo Siglo
Jueves, 30 de Julio de 2015

Por José Peñuela

Madrid (España)

Una milenaria tribu africana suele decir que el planeta no es suyo, sino que lo han tomado prestado de sus hijos, por lo que deben devolvérselo en la mejor de las condiciones.

Esa premisa, que sugiere que son los mayores los primeros responsables de salvaguardar el medio ambiente, ha quedado rebasada por la misma gravedad del deterioro del entorno natural causado por el hombre.

De allí que la posta para asegurar el futuro propio y de las próximas generaciones, la están tomando cada día con mayor protagonismo y seriedad los jóvenes, y lo hacen con ideas y proyectos serios, de emprendimiento viable y revolucionario, superando así la errada percepción de que a los más pequeños no les interesa el medio ambiente o si acaso consideran que con sembrar algunos árboles o no arrojar basura en la calle ya cumplen con su parte.

Una prueba de ese rol protagónico y decisivo de la juventud en la salvaguarda ambiental son varios de los proyectos que abanderan un nutrido grupo de adolescentes que hacen parte de la Ruta BBVA 2015 “Aventura en el país de las esmeraldas”, que con representantes de 21 países inició esta semana en tierras españolas y tendrá una segunda etapa en Colombia después de la primera semana de agosto.

Ideas salvadoras

Por ejemplo, la colombiana Mariana Jaramillo Acero desarrolló un proyecto para medir los niveles de ruido en las plantas industriales. A través de manillas que portan los trabajadores y están equipadas con sensores lumínicos, se establece el número de decibeles a que están expuestos, si sobrepasan los máximos autorizados y cuándo tomar medidas preventivas para que no se afecte su audición.

Para el mexicano Rodrigo Monreal lo más importante es crear una cultura del carro compartido en todas las grandes ciudades, para disminuir así las emisiones de gas carbónico que generan el calentamiento global y altos niveles de contaminación del aire.

Su compatriota Jennifer Ponce tiene un proyecto destinado a crear una especie de programa de supervivencia humana en caso de que la sociedad sea afectada por una tragedia de grandes dimensiones por no cuidar el medio ambiente.

Otros jóvenes como el colombiano José Villamil plantean crear biodigestores que permitan, a partir del procesamiento de residuos orgánicos de las mismas comunidades, generar gas natural y proveer ese servicio a la población de menores recursos.

La valenciana María Revert, a su turno, lidera un programa de concientización juvenil sobre el reciclaje, pues considera que los adolescentes necesitan ser informados masivamente para que cumplan con esta obligación.

Incluso la peruana Valery Salas sostiene que a través de reciclaje ordenado y productivo no sólo se cuida el medio ambiente, sino que se puede combatir hasta la violencia de género, pues sostiene que muchas mujeres son abusadas y maltratadas por sus familias al considerar que no ayudan en el sustento económico.

Hasta el chikunguña

De otro lado, el paraguayo Martín Ortiz propone utilizar  tecnologías como el GPS de los teléfonos celulares para que la misma comunidad mapee y señale los sitios en donde hay aguas estancadas que son criaderos de mosquitos como el Aedes aegypti, que es el vector transmisor de enfermedades como el dengue o el chikunguña. Una vez señalados, su destrucción sería más eficiente y rápida.

Elisa Serna, española, propone crear huertos urbanos en los terrenos de polígonos industriales que no se han construido o están abandonados, generando esquemas de economía agrícola rentables para las comunidades circundantes.

Otros jóvenes, como David Sierra, también español, apuestan a crear una red amplia de información pública sobre las consecuencias positivas y negativas de los proyectos de energías renovables.

María Sánchez Fernández, de Almería, trabaja en un programa para disminuir la utilización de cartón y plásticos en el empaquetamiento de productos, y optar por otros materiales más amigables con el medio ambiente.

Otra ibérica, María Correa García, plantea que en los parques y gimnasios urbanos las bicicletas estáticas y otros aparatos tengan tecnología que recoja la energía generada por el movimiento y ésta pueda reutilizarse, por ejemplo, para el alumbrado público.

A su turno, la venezolana Diana Montaño impulsa proyectos de ecofranjas en las zonas altas y suburbanas de las ciudades, para que en vez de quemar las basuras o botarlas en cualquier lugar, las reciclen.

Otros jóvenes son ejemplo no sólo de conciencia  ambiental sino de tenacidad sin par. El español Adrián Rincón, pese a su discapacidad visual, impulsa un proyecto para masificar las calderas y automóviles eléctricos, cien por ciento. Esos automóviles, por ejemplo, tendrían celdas solares en sus techos y hasta se aprovecharía la energía generada al frenar.

Eva López, española, lidera un programa para que en su natal Galicia se impulse la siembra de árboles autóctonos como el cedro y castaños, disminuyendo las plantaciones de eucaliptos utilizados para actividades maderables.

O está el ibérico Álvaro Álvarez que plantea impulsar grupos de jóvenes que combinen el ocio con la necesidad de cuidar el entorno natural, como la limpieza de parques y zonas deportivas…

En fin, una infinidad de proyectos que nacen de mentes jóvenes e inquietas, para las que el desastre ambiental imperante es un problema que les atañe, pero en vez de sentarse a lamentarlo, se mueven, reaccionan, proponen… Y todo ello porque entienden que el planeta no es suyo sino que les fue prestado por sus hijos, y no se lo pueden devolver al borde de la extinción.