Germán Castro Caycedo: periodismo y excelencia | El Nuevo Siglo
Germán Castro Caycedo, reconocido escritor y periodista colombiano, recientemente falleció a sus 81 años.
Foto germancastrocaycedo.co
Jueves, 22 de Julio de 2021
Gabriel Melo Guevara

Teresa, secretaria de la Dirección de El Siglo,  entreabrió la puerta de madera con paneles sobrealzados y con señas me indicó que tenía una llamada telefónica, repitiéndolo con voz casi inaudible,  mientras dibujaba las palabras con los labios. Cubrí la bocina con la mano mientras le preguntaba: “¿quién?”. “El doctor Alberto Casas. Parece afanado…”.

Alberto me dijo que se había encontrado con Germán Castro Caycedo, a quien llevaron  a hablar con el jefe del M-19, cuyo nombre era un enigma, y él, venciendo los nervios, lo entrevistó. Acababa de regresar no sabía de dónde, pues los del Eme tomaron todas las prevenciones para que no pudiera identificar el sitio del encuentro. Traía, además, unas fotografías tomadas con una cámara rudimentaria, conseguida en el camino, que, increíblemente, funcionó lo suficiente bien para permitir identificar a los dos personajes sentados frente a frente.

“Puedes conseguir esa entrevista…¡Consíguela!”, lo interrumpí . “Ya lo hice”, contestó Alberto. Su conocimiento de la política y su instinto periodístico dimensionaron al instante la trascendencia del episodio.  Teníamos la noticia  del momento, cuando en el país y en el exterior se preguntaban  quién sería el jefe  de la nueva guerrilla que hurtaba la espada de Bolívar, robaba miles de armas y, justo en esos días, mantenía prisioneros en  la propia Embajada de la República Dominicana a los dueños de casa y a decenas de miembros del cuerpo diplomático, ante la mirada sorprendida de los embajadores y la prensa internacional que no terminaban de comprender lo que se vislumbraba de lejos, a través de los ventanales.

Algunos dudaban si se debía publicar. Debíamos hacerlo sin dilaciones. Los periódicos están para  buscar la verdad, comprobarla y publicarla. No para esconderla. Y tienen que cumplir con ese deber gústeles o no lo que esté sucediendo.  

Álvaro Gómez regresaba  de un viaje al exterior y cuando lo enteré telefónicamente de la situación reaccionó enseguida: “muy bien. Hay que publicarla. Es una noticia importante y publicarla no significa estar de acuerdo, es parte de la labor periodística” y recalcó: “¿es noticia? ¿sí?, entonces hay que publicarla. Es lo que nos corresponde”.   

Álvaro era un periodista integral, por formación, vocación y práctica, que había recorrido todas las escalas y modalidades del oficio, desde los linotipos clásicos de plomo caliente hasta los computadores de último modelo;  desde los secretos de la armada, en cuyos talleres se movía con la familiaridad de los veteranos,  hasta el editorial, dictado a veces directamente al pie del linotipo. Gozaba haciendo ilustraciones y caricaturas o retocándolas con mano maestra. Todo esto iluminado por su devoción a la libertad de prensa.

Germán ya trabajaba a toda velocidad y resultó una excelente mezcla de entrevista y crónica, escrita con objetividad, cuyo contenido conmocionó aun más el ambiente, al completar el elenco con el nombre del jefe -de uno de los protagonistas- que sacó a la guerrilla de su escenario campesino y plantó la lucha subversiva en las ciudades.

El Siglo publicó el texto completo en una separata que los puestos de revistas y los voceadores  vendieron, en cuestión de minutos, a  un público que exigió varias reimpresiones. Llegó hasta el Consejo de Ministros,  en medio de un país con los nervios en máxima tensión y funcionarios que daban vueltas y vueltas intentando explicase por qué la guerrilla  que mantenía al país en una desapacible calma, veía a su jefe en un periódico que se suponía cuna del pensamiento conservador, peinándose el afro con blower.

En el texto brilla una combinación de contenido sólido, realismo puro, con el limpio lenguaje característico de las obras de Castro Caycedo como Mi alma se la dejo al diablo, Colombia amarga, El alcaraván o, en fin, con cualquiera de sus textos en donde la fuerza del contenido luce dentro de una narrativa que pudiéramos llamar realismo de verdad. Realismo embellecido por la palabra que lo envuelve.         



                   

Pasaron los años

De repente el país se conmueve con el secuestro de Álvaro Gómez. Se desconocen sus autores. Pasan los días. Una noche timbra el teléfono en mi casa. Es Germán Castro. “Te necesito urgentemente”, me dice. “¿Qué tan urgente?” le pregunto. “Mucho.  Mucho”.  “¿Dónde estás?”. “En RTI”.  “Espérame. Ya salgo para allá”.  En el camino me preguntaba qué podría ser. Ni idea . “Debe  ser algo muy serio. Insólito y serio”, pensaba. Germán me alarga una fotografía que trae en la mano. “Me la hicieron llegar”. Era una pequeña foto de Álvaro Gómez leyendo una publicación de fecha posterior al secuestro. “Es la primera prueba de supervivencia”, exclamé. Germán asintió con un movimiento de cabeza.

Desde ahí mismo llamé por teléfono a la esposa de Álvaro: “Margarita tengo que hablar contigo. Por favor reúne a la familia y a Enrique Gómez. Voy para allá. Es muy urgente, no importa la hora”.

Tiempo después,  repasando el episodio, Germán se preguntaba por qué los del Eme le habrían enviado la fotografía precisamente a él. “Porque te respetan -le respondí-, como se respeta y admira a los grandes periodistas que también son excelentes escritores”. Grandes seres humanos que dejan huella.