La movilidad, gran dolor de cabeza de estudiantes bogotanos | El Nuevo Siglo
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Domingo, 22 de Mayo de 2022
Mario F. Hurtado

El regreso a la presencialidad ha sido positivo en la mayoría de los aspectos para los estudiantes universitarios. Primero, el volver a encontrarse con los compañeros, darle sentido al concepto de universidad desde la participación activa, el debate, los encuentros extracurriculares, el desarrollo de actividades deportivas, culturales o artísticas.

En un ejercicio de entrevistas realizado por Fundación Ceiba a 60 beneficiarios de becas que estudian en 14 universidades de la ciudad de Bogotá, se encontró que la mayoría valora el regreso y evidencia que los conceptos recibidos durante las clases virtuales no eran tan sólidos y les ha implicado mayor trabajo o procesos de nivelación. Así que, desde las variables académica, cultural y de vida universitaria el regreso ha sido positivo. Incluso para el sector de comercio y servicios que ha visto un incremento en la venta de comidas y una reactivación evidente de los entornos a las universidades respecto al consumo.

El gran problema que expresan los entrevistados es el de movilidad, algo que está afectando su estado de salud mental, disparando el estrés, el cansancio físico y la sensación de inseguridad.

Bogotá es una ciudad que se ha convertido en un embudo, con 9 millones de habitantes entre la ciudad y el área metropolitana tiene las mismas vías de acceso de hace 50 años cuando contaba con dos millones de habitantes. No se han desarrollado planes de descongestionar una ciudad aislada del mundo, alejada del mar y que tiene como única vía de escape su aeropuerto.

El problema se incrementó porque miles de bogotanos salieron de la ciudad y se fueron a vivir a los municipios aledaños que tienen una dinámica de ciudad satélite o dormitorio, es decir, duermen allá, pero desarrollan la vida laboral y estudiantil en la capital, lo que en otros países requiere desplazamientos por autopistas o líneas de tren dos cosas de las que carece la capital colombiana.

Hay varias universidades que se ubican por la salida norte de la ciudad como La Sabana, La Escuela de Ingenieros y, Uniagraria, entre otras; una gran mayoría se ubican en el centro histórico donde el acceso vehicular es limitado y el transporte masivo precario y sin frecuencia. A eso se suma que miles de estudiantes viven en localidades periféricas de la ciudad como Suba, Engativá, Bosa, Fontibón, Usme, es decir, antiguos pueblos que fueron absorbidos con el crecimiento de la ciudad. En la mayoría de los barrios de esas zonas, los estudiantes deben tomar alimentadores que los lleven a las estaciones de Transmilenio, y afirman que suelen demorarse mucho, así que pierden incluso una hora entre salir de casa y llegar tan solo a la estación de Transmilenio.



El promedio que expresan los estudiantes que tardan en un bus para llegar a la universidad y volver a casa es de 4 horas diarias, una cifra alarmante, e indigna para la calidad de vida de las personas. Se puede sintetizar en los siguientes aspectos el deterioro del tiempo de movilidad de los estudiantes

  1. Falta de vías o malla vial incompleta, que hace que la ciudad viva en permanente congestión. Uno de los casos más críticos es el de la Autopista Norte donde independiente del día y la hora se pueden tardar dos horas en entrar o salir de la ciudad lo que afecta a todas las universidades y colegios que se han instalado en la zona norte y a los estudiantes que llegan desde diferentes puntos de la ciudad.
  2. El precario servicio de rutas zonales que presta Transmilenio, en todos los casos quienes deben usar ese transporte, pierden mucho tiempo, porque no pasa, pasa lleno, no para y debe recorrer una malla vial en pésimas condiciones.
  3. La irregularidad de horario que prestan los buses del SITP, que puede oscilar entre que van dos o tres buses para el mismo destino al mismo tiempo, hasta esperar una hora sin que pase la ruta. Además, la supuesta aplicación que indica los horarios no está sincronizada, ni se acerca a la realidad, la desinformación es enorme.
  4. A lo anterior, y ajeno a la movilidad se presenta un enorme problema de inseguridad, asalto constante a los buses del SITP y el riesgo de perder sus pertenencias de forma violenta en cualquier paradero. Hay estudiante que afirman haber sido víctimas de un atraco dos veces en lo que va del año. Por eso, muchos prefieren no llevar computadores ante el peligro de atraco lo que impide que puedan desarrollar en las universidades sus trabajos y regresar a casa después de dos o tres horas de desplazamiento agotados mental y emocionalmente para llegar a hacer sus trabajos.

Las condiciones son denigrantes, se ha perdido el valor por el servicio de transporte, o sentido de pertenencia y no todo se resuelve con la bicicleta como parece ser la premisa de la alcaldesa de la ciudad y de la Secretaría de Movilidad. Hay estudiantes que viven en Bosa y estudian en el centro, de Kennedy a la autopista Norte, de Chapinero a Suba, en general rutas de dos horas ida y dos de regreso, o distancias en promedio de 20 kilómetros por trayecto, lo que tampoco es viable, cómodo o seguro para muchos que deben moverse en bicicleta.

Las brechas de la educación no están solo en lo académico, si la capital del país le sigue dando la espalda a la movilidad, el caos y el deterioro en la salud mental de miles de bogotanos seguirá creciendo. El sistema de transporte con sus fallas permanentes y el caos vial de la ciudad solo invita a que los estudiantes abandonen el sistema y apenas puedan compren una moto como solución individual de su movilidad. Si no se toman acciones correctivas en toda la cadena, el problema cada vez será mayor y la movilidad será una de las primeras causantes de enfermedades mentales y de estrés en la ciudad y no es que ya lo es.