“Las lectoras del Quijote”, el retrato de una Bogotá colonial | El Nuevo Siglo
El libro, publicado en enero de este año, es la quinta novela para adultos que ha lanzado la autora, además de continuar con su interés en mostrar la historia de la capital.
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Domingo, 20 de Febrero de 2022
Redacción Cultura

Construir historias que llevan a los lectores a diferentes épocas de Bogotá es una de las mayores pasiones literarias de la escritora colombiana Alejandra Jaramillo Morales y con “Las lectoras del Quijote”, su más reciente novela, no es diferente.

En este caso, las páginas de este nuevo libro transportan a la Bogotá naciente a comienzos del siglo XVII, donde Inés, una española, y Suánika, una indígena muisca, entablan una amistad. Allí, en esa ciudad dominada por hombres, codicias e intrigas, las dos protagonistas se refugian en un libro que las llenará de libertad y las unirá inexorablemente: el “Quijote”. Con el futuro de ambas truncado por circunstancias ajenas a su control, estas mujeres terminarán descubriéndose mutuamente a través de la lectura.

Nacida en 1971, la autora ha publicado cuatro novelas: “La ciudad sitiada” (2006), “Acaso la muerte” (2010), “Magnolias para una infiel” (2017) y “Mandala” (2017), un proyecto de escritura digital, y tres libros de cuentos, “Variaciones sobre un tema inasible” (2009), “Sin remitente” (2012) y “Las grietas” (2017), ganador del Concurso Nacional de Novela y Cuento de la Cámara de Comercio de Medellín y nominado al Premio Hispanoamericano de Cuento Gabriel García Márquez.

Sobre “Las lectoras del Quijote”, sus personajes y construcción, además de los primeros escritos de esta bogotana y su trayectoria, habló Alejandra Jaramillo Morales en entrevista con EL NUEVO SIGLO.

EL NUEVO SIGLO: ¿Cómo aparece la historia de “Las lectoras del Quijote” en su pluma?

ALEJANDRA JARAMILLO MORALES: Alguna vez oí a una colega hablar sobre los primeros ejemplares de “Don Quijote de la Mancha”, lo que me pareció un tema muy interesante, hablar sobre un libro que llegó en 1605 hasta América.

Poco a poco fui imaginando esta historia de una mujer que viene a América con ese libro y quiere evangelizar a los indígenas con ese ejemplar.

También hace mucho tiempo quería escribir sobre la amistad de las mujeres. Un anhelo en el que surge otro personaje, que para mí fue un hallazgo muy importante, y es esta mujer muisca que tiene que cuidar a la española aquí en Bacatá y que va a estar acompañándola, pero que el único contacto que van a poder tener son las lecturas que la española hace en voz alta. Así se fue tejiendo la historia.

Lo que me interesaba también era que todo tuviera que ver con los momentos históricos reales de la ciudad, es decir, que el resto de los personajes fueran verdaderamente históricos y que todo se pudiera constatar. Eso implicó una gran investigación para aprender cómo era la capital en el momento.

ENS: El “Quijote”, como menciona, es el punto de conexión para las protagonistas de esta novela, ¿Qué significa esta obra para usted?

AJM: Es un libro importantísimo porque en diferentes momentos de la vida que lo he leído ha transformado mi manera de ver la literatura y de entender qué es una novela. Además, el “Quijote” es una obra muy emblemática para nuestra cultura, ya que sabemos que la lectura que se hace de ese libro en el siglo XVIII marcó el inicio de la novela y del personaje trágico en la literatura y me parece que ese es el derrotero más importante que nos ha dado. También porque a mí el tema de la locura me ha parecido muy importante siempre y lo he trabajado desde el comienzo en mis libros.

ENS: ¿Por qué ambientar la novela en una Bogotá de la época colonial?

AJM: Porque escribo sobre Bogotá. La mayoría de mis libros han sido sobre Bogotá. Me interesa muchísimo esta ciudad, cómo se ha ido transformando y cómo la hemos vivido en diferentes momentos.

Cuando surgió esta historia fue la oportunidad de por primera vez mirar y entender la ciudad de ese momento. Era una oportunidad buenísima para investigar y entender cómo era la vida de los españoles, criollos, indígenas y de la gente que vivía en ese momento, en Santa Fe y Bacatá.

Pero al mismo tiempo era una necesidad de la historia porque lo que marcaba la novela es que sucedía en el año 1605, que es cuando salen los primeros ejemplares de “El Quijote”. Quería que todo sucediera en ese tiempo porque a mí me pareció muy impresionante la idea de simultaneidad que produce para una época tan lejana que un libro, que sabemos que 500 años después se volvió tan importante, pero que en ese primer momento ese libro sale en España y en los siguientes barcos que vienen a América ya viene el libro y en el mismo año llega a este continente.


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ENS: Una de las conclusiones que críticos le han dado a esta novela es cómo un libro puede cambiar una vida. En su caso, ¿Cuál sería ese ejemplar?

AJM: Son muchos en diferentes momentos. Creo que un libro muy importante en mi vida fue “Estaba la pájara pinta sentada en el verde limón”, de Alba Lucía Ángel, porque lo leí cuando estaba en la universidad y sentí la potencia tremenda de que una mujer podía escribir de una manera tan inteligente y que quería de alguna manera entrar en ese camino. Tener ese derecho de escribir y pensar lo que quisiera.

También siento que leer a Yukio Mishima siempre me ha transformado, así como también leer “Cien años de soledad”, “Lo bello y lo triste” de Yasunari Kawabata, que es otro japonés que me gusta mucho. La cuestión de que un libro transforma no tiene que ver con que sea uno solo, sino con que los libros pueden transformarlo a uno y marcarlo profundamente.

ENS: ¿Cómo recuerda ese momento en que incursionó como escritora?

AJM: El primer momento donde realmente me sumo como escritora, fue en 1998. En ese tiempo vivía en Nueva Orleans, donde estaba haciendo una especie de tertulia literaria con unos amigos. Escribíamos allí cosas muy raras y de repente una de ellas, que eran cuentos cortos, se volvió algo más. En pocos meses me di cuenta que lo que tenía en frente era una novela y esa fue la primera que publiqué, en el 2006.

En ese momento, mientras ya estaba escribiendo esa novela, al año de pronto aparece en mi cabeza la siguiente novela y me doy cuenta que empiezo a tomar nota sobre temas, elementos, personajes, algunas marcas espaciales y diferente información que sabía que pertenecía a la otra novela.

Empecé a descubrir algo, que se ha vuelto una costumbre para mí, y es que mientras escribo una novela, ya estoy pensando en la otra, tomo notas, guardo información, aunque siempre termino la que empecé.

Esta novela es la quinta dirigida para adultos, que son las que me acompañan muchos años. Ahora, no solo es escribir, también es investigar, porque con “Las lectoras del Quijote” investigué cuatro años antes de empezar a escribir porque crear un libro no es solo escribirlo, es hacer mucho trabajo alrededor.

ENS: Durante su trayectoria ha explorado diferentes géneros literarios, ¿Con cuál se queda?

AJM: Es tremendo, porque a mí me fascina escribir cuento, pero soy novelista y sé que lo soy porque hay una vocación de mi vida diaria que siempre me lleva a estar pensando en la novela. Es como si fuera un brazo que tengo, es una parte de mi cuerpo. En cambio, los cuentos van surgiendo más como de ideas que voy guardando en un cuaderno.

Pero no sería capaz de vivir sin escribir cuentos. Es rarísimo porque son años de no escribir cuento y me voy llenando de ideas, posibilidades y de versiones de donde creo que quiero mover un poco la lógica de cómo hacer un cuento y estudio sobre eso y me cargo de información, luego vuelvo y me siento a escribir. Creo que el cuento me encanta.

ENS: ¿Qué historias vienen para los lectores de Alejandra Jaramillo?

AJN: Vienen unos cuentos que la mitad son en Berlín y la otra en Bogotá, son historias contemporáneas, de esta época y una novela con la que me voy a la independencia, al siglo XIX, me regreso por allá a escarbar las atrocidades e ideas de esa época.