El lado oculto de la violencia y sus testigos se manifiestan en la obra Versión Libre de la artista Clemencia Echeverri, la cual está en exhibición en la Galería Santa Fe.
"El que el perpetrador de la violencia pueda ser asediado, atormentado por los fantasmas de sus crímenes, es un asunto tan antiguo como la tragedia griega. Sin embargo, ante el discurso sobre la reparación, el respeto debido a las víctimas y el actual deambular de los victimarios entre la sociedad civil, es cada ciudadano quien resulta interpelado por esos mismos fantasmas”, expresó la artista sobre el significado de su obra.
Versión Libre es una video-instalación donde la artista explora la imagen y el testimonio de personas que han irrumpido de manera drástica en la vida cotidiana. Para desarrollar el proyecto inició hace un par de años encuentros con personas que han participado en el conflicto de este país. Desde sus relatos y su presencia personal realizó un proceso de mirada cercana a los contenidos sonoros y de video donde ha encontrado que lo que está dicho viene sumergido entre discursos e historias llenas de interferencias institucionales, historias personales algunas de las cuales son afectadas por el lugar común, el testimonio aprendido, lo políticamente correcto para una aparente reconciliación y acuerdo.
“Estas personas, ahora aparentemente dóciles y que han pertenecido a grupos cargados de historias del conflicto, están entrando por fatiga a ser parte de una neutralidad, de una historia casi ficcional, reconocida y desgastada por los medios de comunicación de la que aparentemente ya no queremos saber más”, dijo Clemencia.
Las esperanzas de paz y las expectativas de pactos y comprensión por vía de la confesión resultan particularmente idealistas y confusas frente a la manera como se opera en este país desde las instituciones, el poder y los grupos mismos en desmovilización. Una persistente confusión y una mala memoria nos inclinan a aferrarnos a proyectos difíciles de sostener; pero también, y lo que es peor, tenemos la tendencia a confundir, a replicar y contraargumentar para borrar de la memoria los desastres que se producen y, de ese modo, lograr que la imagen institucional permanezca inalterada.
En la sala la obra tiene varios puntos de enfoque y visualidad. El espacio curvo de la galería va siendo traspasado por cuerpos en lenta aparición y desaparición, mientras en uno de sus extremos se activa un video monocanal. El visitante queda entonces en medio de una circulación de anónimos, de imprecisiones oscuras y de una experiencia cargada de desproporción.
La obra transita como tal por lo confesado, lo excesivamente explicado e inexplicable; por el ruido de las palabras que cruzan de unas a otras personas, mezclando los discursos y las intenciones, degenerando en repeticiones, murmullos, ecos... un estado de las palabras donde lo excesivamente audible degenera en inaudible: se convierte en un ruido que ya nadie quiere oír.
“Las imágenes chocan entre sí para que surjan las palabras. Las palabras chocan entre ellas para que surjan las imágenes. Las imágenes y las palabras entran en colisión para que visualmente tenga lugar el pensamiento".