Olga Orozco, una poeta esencial | El Nuevo Siglo
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Sábado, 28 de Abril de 2018
Nelly Rocío Amaya Méndez (*)
Una de las poetas más importantes argentinas de la década del 40, que inició junto con otros poetas, el proceso de renovación de las letras hispanoamericanas, nos deja una obra original y coherente que es búsqueda y revelación de lo “Otro”.

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A PROPÓSITO de la FILBo31, es importante destacar la obra de la poeta argentina Olga Orozco, cuya edición de Poesía Completa (de Adriana Hidalgo editora), merece ser tenida en cuenta, ya que constituye “el identikit de una voz que desde lejos nos convoca a actualizar todos los libros en uno nuevo”. Una poeta cuya trayectoria se ha caracterizó por esa búsqueda implacable que puede registrase “Desde lejos”, su primer libro (publicado en 1946), donde ya nos habla del último, o en palabras suyas: “Son los seres que fui los que me aguardan”, siendo el tiempo de la subjetividad tan inexpresable y tan inasible como la muerte”.

Considerada una de las poetas más importantes argentinas y latinoamericanas de la década del 40, fue galardonada con varios premios, de los cuales el Premio de Literatura Latinoamericana y del Caribe Juan Rulfo (1998) es una de las distinciones más importantes en lengua hispánica. La obra de Olga Nilda Gugliotta Orozco (Santa Rosa de Toay, 1920- Buenos Aires, 1999), corresponde, según el crítico peruano Miguel de Oviedo, a un gran proceso renovador de la segunda década del S XX que introduce un cambio sustancial en la poesía hispanoamericana. Una obra que tiene cierta proximidad con la de sus compatriotas argentinos y coetáneos Enrique Molina y Alberto Girri.

A este movimiento pertenecerían cultivadores de diversas estéticas como Jorge Eduardo Eielson, Javier  Sologuren y Carlos Germán Belli, de Perú; Juan Sánchez Peláez, de Venezuela; Fernando Charry Lara y Jorge Gaitán Durán, de Colombia; Eliseo Diego, de Cuba, Roberto Juarroz y Enrique Molina, de Argentina; Ernesto Cardenal, de Nicaragua, Rubén Bonifaz Nuño y Rosario Castellanos, de México, poetas que buscaron cada uno a su manera, devolverle a la poesía la libertad creadora, la originalidad y la esencialidad, teniendo como común denominador el conocimiento pleno de las corrientes de vanguardia de este siglo, pero con un impulso por sintetizarlas de manera personal y hacerlas coincidir con la situación concreta y real que se vive en nuestro continente.

Se diría que se tiende a desconocer el papel de la poesía femenina en todo este proceso. Por eso queremos destacar la presencia de esta autora -y seguramente de otras voces femeninas-, siendo una poeta ciertamente polifacética, que trabajó en el periodismo, usando varios seudónimos, y dirigió algunas publicaciones literarias, además de colaborar en la revista Canto al lado de su primer esposo, el poeta Miguel Ángel Gómez. Y que también hacía comentarios sobre teatro clásico español y argentino en Radio Municipal y fue actriz teatral (personaje Mónica Videla, 1947-1954) trabajando en Radio Splendid en la compañía de Nydia Reynal y Héctor Coire. En los años sesenta, sería redactora en la revista Claudia y organizaba el horóscopo del diario Clarín durante los años 1968 y 1974. Su generación denominada también de “Tercera Vanguardia” tendría una marcada tendencia surrealista (ya el psicoanálisis estaba bastante arraigado) e intentaría colocar la poesía dentro de un ámbito más humano y contemporáneo dentro del contexto hispanoamericano, habiendo recibido el influjo de poetas como San Juan de la Cruz, Rimbaud, Gérald de Nerval, y más aún, asumiendo la modernidad instaurada por Baudelaire, Lautréamond, Milosz o Rilke.

Olga Orozco nos deja una obra donde la presencia de lo mágico en lo cotidiano le abre nuevas posibilidades al lenguaje a través de símbolos, imágenes y percepciones, que en el plano fenoménico, permiten acceder a un mundo interior para dar cuenta de otros planos -otra dimensión del tiempo y la realidad-, más allá de vivir de “este lado”; una búsqueda que nunca se logra del todo, según su propia opinión, pero que deja una obra plena y bella que es punto de referencia de la mejor poesía.  

Ya lo afirmaba el Nobel Octavio Paz de la poesía que “no es una actividad mágica ni religiosa, no obstante el espíritu que la expresa, los medios de que se vale, su origen y su fin, muy bien pueden ser mágicos o religiosos”, siendo una forma de conocimiento que según la filósofa española María Zambrano (quien fuera discípula de Martin Heidegger) se vale de sus propios medios y métodos. Diríamos que la poesía de Olga Orozco es una exploración continua de ese trasmundo que se vuelve ascesis espiritual -sin dogmatismos-, en busca de su propia verdad poética, dejándonos este bello testimonio de creación lúcida y apasionada.

Así, en este diálogo permanente con un más allá, sus habitantes-hablantes son aquellos que “rondan la niebla” (aludiendo a uno de sus poemas más inquietantes); es decir, aquellas altas alteridades que desde la ausencia la aguardan, así como las niñas que fue (la niña cruel de la alegría, la de los sueños, la de la soledad, dice, en el referido poema), y que le permitieron construir su obra con conocimiento de tradición y formas hasta derivar en ese bello e inconfundible verso libre.

Al recibir el otrora Premio de Literatura de América Latina y del Caribe Juan Rulfo, declaraba en entrevista con Claudia Posadas (2014): “la poesía reserva para sí misma la misteriosa gratificación de asir lo inasible y expresar lo inexpresable”. Estas “manifestaciones” implican la eterna paradoja de expresar, “con esta boca, en este mundo”, como dice su último título, aquello que pertenece a otra conciencia. Un diálogo que es un desdoblamiento constante que incluye el espacio en el cual la poeta se ubica a través de la evocación de la memoria y la exploración racional del inconsciente (muy diferente del automatismo surrealista), para conectarse con esas voces anteriores y posteriores a ella misma.

Y para los que quieran conocer sus publicaciones, recomendamos importantes antologías a nivel hispanoamericano como la reedición de Relámpagos de lo invisible (F.C.E, 2009); Eclipses y fulgores (Lumen, Barcelona, 1998); Obra Poética de Olga Orozco (Biblioteca Ayacucho, 2000); El jardín posible (Ed. Danza, Argentina, 2009), así como de otros libros poco difundidos en México como Yo, Claudia (Ed. Danza, Argentina, 2012), con prólogo de la poeta argentina Marisa Negri, que rescata artículos publicados entre 1964 y 1974 en la revista Claudia de Argentina.

Periodista cultural, Magister en Literatura Hispanoamericana del Instituto Caro y Cuervo