La Ciudad de los templos, museos y universitaria por excelencia, es un remanso de paz.
Por Carlos Higuera
Periodista EL NUEVO SIGLO
Después de ir y venir por el mundo, de cometer la “locura” de caminar 5.500 kilómetros en su amada Francia, Philippe Durand, sucumbió a los encantos de las verdes montañas que forman la Cordillera Oriental, la bruma que adorna las frías madrugas y la historia que encierran los museos y templos de la ciudad universitaria por excelencia: Pamplona, Norte de Santander.
Aventurero de afición, trotamundos por convicción y errante por naturaleza, encontró en el municipio nortesantandereano fundado en 1549, su “tatequieto”, después de unos cuantos ires y venires para trabajar seis meses en su patria y dedicar el mismo tiempo a la construcción de la que en principio sería su casa y luego se convirtió en un pequeño y acogedor hotel, el Normandie, en homenaje a una región gala.
Ya lleva tres años afincado en este poblado de 18 mil habitantes, los que uno 8 mil son estudiantes de la Universidad de Pampolna, y por el momento no tiene planes de viajar, sino que sus recursos los está utilizando para ampliar de 7 a 12 habitaciones el hostal y ampliar algunas zonas, como el comedor, para mayor comodidad de sus huéspedes.
Recuerda que los vientos que lo trajeron a Colombia soplaron cuando salió de Francia en un velero, iba hacia Australia con un amigo. “Una amiga me había dado dos direcciones de colombianos, una en Medellín y otra en Pamplona. El amigo decidió devolverse a Francia y yo conocer Latinoamérica. Entré por Trinidad y Tobago, Margarita y Caracas y, de Venezuela seguí a Colombia y como Pamplona estaba en mi canino, paré acá y con tanto cariño de la gente que me atendió, me quedé”, dice Philippe.
Manejaba una tractomula por toda Europa y África del norte, lo que no satisfacía plenamente su espíritu aventurero, por lo que “con mochila”, se desplazó por Quebec, en Canadá, donde fue animador en un hotel de viajeros y en una lanchita inflable de 8 puestos, llevaba a los turistas a ver las ballenas.
Pero como las cosas se complicaban, “tenía que buscar una alternativa de trabajo, por eso la construcción del hotel”.
“No había sido sedentario y ya llevo 3 años estático ahora el mundo se mueve alrededor de mi. Un hotel es un lugar a donde entra a diario gente distinta con experiencias y eso me permite viajar sin moverme de mi casa”, dice este hombre de 50 años, cabello y barba blanca, muy parecido a quién fuera uno de sus huéspedes de honor, Carlos Gaviria Díaz, también conocido como Papá Noel.
“Yo fui el arquitecto, hice el diseño. Era una casa para nosotros con 4 habitaciones y una amiga dijo sería chévere en este entorno de montañas y de naturaleza, fue cuando dije que era bueno no ir a Francia por el dinero, se hicieron 7 habitaciones y por eso los volúmenes son de una casa más que de un negocio”, comenta.
Mucha de la clientela son médicos, abogados. “Mi primer cliente fue Iván Villazón, fue un arranque fuerte. También El embajador de Francia, el senador Torrado, el candidato Carlos Gaviria y otras personalidades. Un diseñador muy famoso, que hizo el club el Nogal”.
¿Y quién mejor que este francés para hablar del potencial turístico de este municipio ubicado a menos de dos horas de Cúcuta?
Hasta ahora, el gran atractivo es para los estudiantes universitarios que llegan en número superior a los 8 mil, pero hay un potencial para explotar. “Sería desarrollar cosas simples y sostenibles, hacer conocer e identificar los sitios donde uno pueda ir en carro o a pie, como por ejemplo senderos ecológicos para realizar caminatas, llegar a las lagunas que se ubican en las partes altas de los cerros que rodean la ciudad”, dice.
“En Francia, que es el país que recibe más turistas, la oficina de turismo siempre está en el parque principal y es atendida por una muchacha bonita, acá no hay”.
Por ello muchos de los visitantes se pierden la belleza de la vereda Monteadentro, que es en donde está ubicado el hotel Normandie, el cual es adornado por las montañas que forman parte de la Cordillera Oriental y de la quebrada Caringo, que se une con la del Zulia, para dar vida a río Pamplonita.
Por ello tampoco saben que hay siete museos para conocer, como el de Arte Colonial, el de Arte Moderno Eduardo Ramírez, el Anzoátegui, el de Arte Religioso; siete templos, la sede Arzobispal, la Catedral Santa Clara, el templo del Humilladero, unido a una red hotelera de lujo que se une al Normandie y en entre los que figuran el Cariongo, que tomó su nombre de un cacique de la región, El Solar, el Imperial y el 1549, sin olvidar la cordialidad de los pobladores, la tranquilidad de la zona, el aire puro que se respira y la “loca” que cae en diciembre, que no es otra cosa que la neblina, hacen de este municipio uno de los de mayor atractivo en la región, sin olvidar que la celebración de la Semana Santa es incomparable, que sus colaciones y dulces son famosos e irresistibles.