Aunque de vez en cuando cargue en bandolera alguna cámara fotográfica, Ricardo Rondón nunca la ha necesitado para retratar la vida de hombres y mujeres: con apenas una libreta y algo con qué escribir, este hombre puede en un párrafo describir el ambiente, los personajes y sobre todo marcar el ritmo de una gran historia.
Su vida misma ha sido una crónica de largo aliento y cocción lenta. Afilador de cuchillos, vendedor de chance, declamador e intérprete de tangos, billarista de salones de dudosa clientela en donde rebuscaba algunos billetes con alguna carambola sacada de la manga, pero especialmente con un talento innato que no necesitó de academia para ponerlo en la primera fila de un diario ya desaparecido en el que pudo plasmar no solo sus artículos judiciales, sino también grandes entrevistas a personajes de la literatura, la pintura, el cine y la música.
De la mano del escritor Andrés Ospina y con el apoyo de BibloRed, Ricardo Rondón acaba de lanzar su primer libro de crónicas: "Un espectáculo del absurdo", que hace parte de la colección Bogotá: Leer para la Vida. Un compilado de 20 crónicas que han aparecido en diferentes medios de comunicación y que permiten vislumbrar la calidad narrativa de su autor.
Y así como al gato, la curiosidad lo impulsó al mundo del periodismo. Rondón cita a Juan José Millás y dice: “La calle es la gran escuela del mundo. Por eso la curiosidad ha sido la espuela para poner a galopar el caballo que me ha impulsado desde muchacho a contar historias. La calle ha sido el gran escenario. En un principio escribía en cuadernos de colegial lo que veía en mis recorridos de asfalto, de cafés y billares, personajes y lugares exóticos de Bogotá, que luego mandaba a pasar a máquina en las oficinas de mecanógrafas que otrora laboraban en edificios que circundan la plazoleta del Rosario. Formalmente, fue en 1986, cuando desde un teléfono de monedero llamé a Alberto Uribe, editor del diario 'El Espacio', para pedirle trabajo”, cuenta Rondón.
Redactor judicial
No necesito mucho Uribe para entender que tenía entre manos un material de gran valía y que este joven prospecto de redactor poseía la capacidad necesaria para hacer parte de su equipo periodístico.
“Alberto Uribe leyó los escritos que le había llevado y le parecieron interesantes, pero como la planta de redacción estaba completa, me invitó a colaborar habitualmente. Le llevaba crónicas y entrevistas de calle, y una columna cultural donde reseñaba libros, obras de teatro, conciertos, exposiciones, parte de la actividad creativa de la ciudad. El 9 de mayo de 1989 ingresé a la nómina como reportero judicial”, cuenta Ricardo Rondón.
Su debut fue con una historia escabrosa. Un hombre colgado de un árbol con unas medias negras de mujer. Ninguna otra historia mejor para marcar el inicio de lo que sería su carrera de cronista.
“Esta era la historia de un hombre que encontramos ahorcado en un árbol con unas medias negras de mujer, en un paraje desolado, bien arriba de la calle 150 con carrera Séptima. En el boletín de la policía no había un solo dato del difunto. El antetítulo decía: 'Cuidado, usted puede ser la próxima víctima'. Y el título central: 'El estrangulador de la media negra'".
Escuela crónica
Rondón, por muchos años encabezó la lista de periodistas dedicados a la crónica roja, el alma de muchos medios de comunicación. Sus recuerdos van más allá y como él mismo lo dice es muy difícil establecer cuál pudo haber sido el reportaje más difícil de todos.
“De los más fuertes, el cubrimiento del avión que Pablo Escobar mandó a explotar el 27 de noviembre de 1989, donde murieron 107 personas. Gran parte de los restos cayeron en una zona rural de Soacha. Y la mayoría de los atentados de la tenebrosa ola del narcoterrorismo en Bogotá. También la odisea de unos náufragos en República Dominicana. Pero el de mayor impacto fue el dantesco reportaje del antiguo frenocomio de la cárcel La Picota, con ochenta locos criminales. Historias clínicas como para una serie de Netflix”, agrega Rondón.
Ricardo lleva toda una vida retratando a Bogotá, sus calles, sus personajes, los almacenes de discos, los mercados y sus clientes, pero sobre todo tomando el pulso a una ciudad que a medida que crece encuentra en el absurdo su razón de ser, por eso todo el material que Rondón tiene acumulado es el mejor referente histórico para entender el futuro de esta ciudad.
“Hay un material que puede inspirar guiones de películas o documentales. También una novela con todos los retratos que han derivado de esta inagotable trashumancia”, asegura.
"Un espectáculo del absurdo"
EL NUEVO SIGLO: "Cómo se gestó este libro y cómo fue seleccionar las 20 crónicas que lo integran?
RICARDO RONDÓN: La iniciativa fue del escritor Andrés Ospina. Él propuso este proyecto de crónicas de Bogotá publicadas en distintas etapas y en diferentes medios al comité editorial de BibloRed. Ospina se encargó de la selección y el prólogo. Por cumplir con el paginaje establecido, quedaron 20 de las 50 que presenté.
ENS: ¿Qué va a hacer con el resto?
R.R.: Hay mucho más de 50. Abrigo la esperanza de que una editorial particular se interese en una edición ampliada para ponerla en librerías. Con el presente libro, recién publicado, que estará en bibliotecas, instituciones educativas, puntos de lectura de Transmilenio y centros culturales del Distrito, se ha dado un gran paso.
ENS: ¿Qué puede encontrar el lector en "Un espectáculo del absurdo y otras 19 crónicas obsesivas de Bogotá"?
R.R.: Como cita el título, una obsesión por caminar, husmear y contar la Bogotá oculta de personajes y lugares. Desde cómo es el día a día en los delirantes vagones de Transmilenio, pasando por la resistencia del último café de los jubilados, el abrupto cambio generacional de los septimazos, el lento y doloroso funeral del icónico restaurante La Normanda, hasta una de las barberías más antiguas de Bogotá, ubicada en el barrio Las Cruces, o la descabellada historia del inquilinato donde se filmó "La estrategia del caracol", que supera a la de la galardonada película de Sergio Cabrera, que por estos días cumple 30 años”.