Una inmersión a la intimidad familiar de Picasso en París | El Nuevo Siglo
Esta propuesta explora la relación entre un padre y sus más cercanos. Con la ayuda de archivos, objetos personales y pinturas, el público se sumerge en la historia de papá e hija.
Foto @MuseePicassoParis
Sábado, 30 de Abril de 2022
Redacción Cultura

“Una inmersión en la intimidad”. Así describe la nieta de Pablo Picasso, Diana Widmaier-Picasso, a la AFP la nueva exposición dedicada a su madre, Maya, la hija mayor del icono del arte moderno, exhibida hasta finales de diciembre en París en el museo Picasso.

“Es una verdadera inmersión en la intimidad”, insiste, misteriosa.

“Maya con una muñeca” (1938), “Maya con una muñeca y un caballo” (1938), “Maya con traje de marinero” (1938), “Maya con un barco” (1938), “Maya con un delantal” (1938). Una docena de retratos desestructurados y a todo color de la pequeña “Maya-Ruiz Picasso, hija de Pablo” abren este viaje “inédito” al universo filial y familiar del artista español.

“Es la primera vez que se reúnen estos retratos, pintados entre 1938 y 1939 y repartidos por todo el mundo”, explica la nieta del pintor, comisaria de la exposición junto con Emilia Philippot, conservadora y especialista en la obra de Picasso.

Un cortometraje introduce al visitante en el corazón de una vida familiar celosamente protegida por Picasso y su pasión por su primera hija, nacida el 5 de septiembre de 1935, en el mayor de los secretos, de su unión con la francesa Marie-Thérèse Walter, 28 años menor que él.

Maya es el apodo de María (de la Concepción), el nombre que le dio Picasso a su hija en homenaje a su hermana fallecida cuando él tenía 14 años. “La llegada de esta niña es un vuelco en la vida de Picasso”, señalan los organizadores de la exposición. Toda su vida fue “la cómplice y confidente privilegiada de su padre, la única que podía entrar a su estudio” a cualquier hora del día o de la noche.

Una complicidad

La exposición muestra cómo Maya fue la ayudante destacada de su padre, con 20 años, en la película de Henri-Georges Clouzot titulada “El misterio Picasso”, realizada en Niza (sureste de Francia) en 1955 y que ganó el Premio del Jurado en el Festival de Cannes un año después.

Dibujos, pinturas, poemas, esculturas y numerosas fotos del artista y su hija dan testimonio de esta “complicidad”, así como del vínculo tan “fusional” que Picasso tenía con “su familia recompuesta, atípica para la época pero no para él”, un “hombre moderno” y “un padre cariñoso”, añade Diana Widmaier-Picasso.

Habla con cierto pudor de la “representación críptica” de su abuela en varios cuadros porque “todavía estaba casado con Olga (Khokhlova) cuando la conoció. Es casi un símbolo de una unión mística”, dice. 

Descifra para los profanos los momentos clave de la creación y los “códigos” asociados en la obra a la presencia de esta “musa rubia de perfil griego”, “atlética” y con “formas generosas a menudo asociadas a los temas de la luna y el sol”.

Habla con el mismo pudor de “las metamorfosis” (formales) de Picasso “en estos años cruciales tras su encuentro con Dora Maar que vino a destruir el nido familiar”.

Arqueología familiar

Muy atento a sus cuatro hijos, Paulo, su hijo mayor, nacido de su unión con Olga Khokhlova; Maya; Claude y Paloma, nacidos de su unión con Françoise Gilot, Picasso los estudiaba constantemente.

En la exposición se puede ver también una serie de dibujos realizados por el artista por y con Maya, de cuatro años, en Royan (oeste de Francia), durante la guerra en 1939. Los visitantes pueden descubrir libros para colorear en los que Picasso añadió personajes, dibujos de bodegones calificados por Maya “10/20”, pequeñas siluetas de animales y un teatro de marionetas en papel cortados con tijeras, así como muñecas de madera.

En una sección final se presentan cartas, objetos íntimos, ropa, zapatillas y reliquias muy especiales, “una verdadera arqueología familiar”, dice Diana Widmaier-Picasso. Revela una faceta poco conocida de Picasso: su superstición y su relación con la muerte y el mundo invisible.

“Hasta el punto de conservar mechones de pelo o uñas cortadas para preservarlos de personas malintencionadas”, añade la joven, que publicó un libro sobre el tema titulado “Picasso sorcier” (Picasso brujo), escrito junto al antropólogo Philippe Charlier.

Los retratos de Maya

Por otro lado, entre el 16 de enero de 1938 y el 7 de noviembre de 1939, Picasso dedicó a su hija nada menos que 14 retratos pintados. Esta serie es “la más impresionante dedicada a un solo niño”, como señala el historiador de arte Werner Spies. Se desmarca de cualquier academicismo, permite comprender la descripción psicológica que hace Picasso de su hija y refleja las cualidades del artista como retratista.

De factura clásica, estos retratos resultan particularmente fieles a su joven modelo y expresan la alegría que la niña aporta a la existencia del pintor. Más allá de estas obras, también es la práctica del dibujo lo que une al padre y a la hija. Para Maya sí, pero también con ella, el artista dibuja: “Papá, dibújame...  y papá me dibujó lo que le pedí con una paciencia increíble”. Prestándose al juego de su hija que asume el papel de maestra de escuela, Picasso también acepta de buena gana que se anoten sus composiciones, señal de una conmovedora inversión de papeles y de la gran complicidad que los une.

Maya inspiró a su padre para crear siluetas de papel recortadas, figuritas de cartón, muñecos o auténticos teatros de marionetas. A diferencia de los pocos modelos de juguetes convencionales que representa Picasso en sus pinturas, los que fabrica para su hija son muy inventivos. Hechas con materiales de desecho recolectados en el estudio (madera, alambre, hilo, tela, tachuelas, clavos), estas muñecas articuladas reflejan los esfuerzos del artista por alegrar una vida diaria oscurecida por la ocupación alemana y las restricciones./El Nuevo Siglo - Agence France Presse