El colombiano Luis Felipe Uribe logró este miércoles 7 de febrero la clasificación a los Juegos Olímpicos de París 2024, en la prueba de trampolín de tres metros de la modalidad de clavados en la natación, al clasificarse para la final del Campeonato Mundial de Natación Doha 2024.
De los 34 cupos que hasta ahora suma Colombia, 11 son nominales y 23 numéricos, que están repartidos en nueve Federaciones Deportivas Nacionales: atletismo, fútbol, natación, boxeo, ecuestre, lucha, gimnasia, tiro con arco y vela
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Los primeros 18 cupos, de carácter numérico, los alcanzó la Selección Colombia Femenina de Fútbol, que obtuvo el subcampeonato de la Copa América 2022. Por su parte, el primer cupo nominal para el país lo conquistó la medallista olímpica Lorena Arenas, plata en Tokio 2020, y quien sumará sus cuartos Juegos Olímpicos, luego de decir presente en Londres 2012, Rio 2016 y Tokio 2020.
En familia
Uribe logró un objetivo trazado en familia. Toda su historia de vida ha estado relacionada con el agua en Pereira. Siempre ha competido junto con su hermana Viviana, pero ahora cumplió solo el sueño de toda la familia: clasificar a los Juegos Olímpicos París 2024.
Viviana es la hermana mayor y fue la que primero se enamoró de la piscina. A los 5 años ya se movía como pez en el agua y a esa misma edad nacía el que se convertiría en su mejor aliado y con el que viajaría por el mundo ondeando la bandera tricolor, el menor de los Uribe: Luis Felipe, o mejor, ‘Pipe’.
Las Piscinas de la Villa Olímpica de Pereira fueron las que se encargaron de cultivar el amor de Luis Alberto Uribe (padre) quien trabajaba como ayudante para la Liga de Natación de Risaralda y Mercedes Bermúdez (madre), administradora de la cafetería del complejo deportivo. La vida de los hermanos Uribe siempre estuvo en las piscinas, de hecho, en algún momento, las circunstancias de la vida hicieron que toda la familia viviera en un cuarto bajo las gradas de Villa Olímpica.
Este hecho influyó de manera trascendental en lo que sería su estilo de vida, atletas de alto rendimiento. Instalados en su nuevo hogar provisional, la preocupación de don Luis Alberto era que alguno de sus hijos se ahogara en el patio de su hogar, una piscina con cinco metros de profundidad. Así que desde temprana edad les enseñó el amor por el agua y la importancia de la natación para el entorno donde crecían; lo que no sabía era que les estaba abriendo las alas para que reinaran en las alturas.
La primera en conocer los clavados fue Viviana, a quien le daba miedo las alturas, mientras que a Luis Felipe le aterraba el agua. Su miedo era tal, que cuando su padre lo mandaba a practicar natación, prefería convencer a los entrenadores para que no le contaran a su padre de la inasistencia a la clase; pero un día que se estaba escondiendo vio entrenando saltos a su hermana y algo se le encendió por dentro, sus ojos se iluminaron, vio que era una disciplina totalmente distinta en la cual no tenía que nadar, únicamente saltar.
Aunque sus ojos ya se habían fijado en las plataformas, su miedo al agua seguía vivo, pero esto no impediría nada. Entre Viviana y su padre lo amarraban a un flotador tubular de espuma para que no tuviera miedo y no entrará en pánico cuando cayera al agua. Era curioso, porque a Luis no le daba miedo saltar desde los 10 metros, pero sí estar en el agua.
En un día de entrenamiento, una de sus compañeras, en un acto de picardía lo lanzó al agua, sin saber que Luis no sabía nadar; primero sintió que iba a morir, como Luffy el sombrero de paja, que tanto disfruta ver en sus tiempos libres, ese personaje que pierde sus poderes al entrar en contacto con el agua. De repente llegó un instinto de sobrevivir en esa profunda piscina, y así, a la mala, aprendió Luis Felipe, uno de los mejores clavadistas colombianos.
Al incursionar en los clavados, Luis no disfrutó de un gran comienzo, porque no lograba buenos resultados. Se preguntaba si era por su talla o si simplemente no había nacido para este deporte. Con la idea de desistir, sus padres intervinieron. Luis Alberto y Mercedes le explicaron que los triunfos requieren de tiempo para que den sus frutos. Con 10 años, Luis Felipe probó el sabor de la victoria y, al igual que su hermana, su primera medalla fue de bronce. La felicidad de Luis Felipe estuvo represada y como si se tratara de su ‘anime’ favorito, el sombrero de paja había probado su primera fruta.