El Estados Unidos de Trump, coinciden los analistas, es hoy un país muy distinto al que dejó Barack Obama. La política exterior ha dado un giro de 180 grados, hay un clima político interno enrarecido por divisiones que parecen irreconciliables, la economía luce sólida, aunque surgen nubarrones amenazantes en el horizonte, y las polémicas propuestas migratorias que ayudaron al Mandatario a llegar al poder siguen estando en el corazón de su estrategia política.
La economía es probablemente el terreno donde Trump puede mostrar mejores resultados. Según afirmó a la Agencia Anadolu Juan Carlos Hidalgo, analista político del Instituto Cato de Washington, “hay que reconocer que el Presidente merece buena parte del crédito” por el buen momento económico que atraviesa el país. En este sentido, el cumplimiento de algunas promesas de campaña parece haber rendido frutos. “Su recorte de impuestos y el programa de desregulación que puso en marcha han disparado la confianza empresarial a su punto más alto en 40 años”, señaló. La economía crece a buen ritmo y genera puestos de trabajo, lo que ha llevado la desocupación al mínimo de 3,7%.
Sin embargo, en los últimos meses hubo decisiones que tomó Trump que “han saboteado la confianza de los actores económicos”, resalta Hidalgo. En esa lista figuran la guerra comercial iniciada con China y el actual cierre del gobierno federal, que podrían tener consecuencias negativas para la economía. “No pocos pronostican una recesión para este año o el próximo”, señaló el experto.
Mark Jones, analista político y profesor de Rice University, en Texas, coincide en que el comercio está padeciendo los efectos de la guerra de aranceles. Pero ubica esta ofensiva lanzada por la Casa Blanca en el contexto de una política exterior que a su juicio “muestra un balance negativo en estos primeros dos años”. Estados Unidos, sostuvo, “ha perdido mucha credibilidad como aliado y como superpotencia”.
El problema en el campo de la diplomacia, opinan los expertos, no es que Trump haya incumplido sus promesas de campaña, sino justamente lo contrario.
“Cuando Trump fue elegido presidente, muchos en el establishment republicano pensaron que esos compromisos eran solo para la campaña y que una vez en la Casa Blanca se comportaría como un republicano tradicional”, comentó Jones. Es decir, creyeron que el Presidente no avanzaría con las tarifas a la importación de acero ni, mucho menos, que reduciría la presencia militar estadounidense en el mundo, en particular en Medio Oriente, con el riesgo de dejar “un vacío de poder en Siria y regalarle influencia a Rusia”.
El problema de la inmigración ilegal es un laberinto sin una salida sencilla, opinan los especialistas. Una prueba de ello es el actual cierre del gobierno federal, o ‘shutdown’, que está atado al debate de la seguridad fronteriza y se encamina a cumplir un mes, el más largo de la historia norteamericana.