"El barco... el ajo... la escoba", retumba un parlante en una repleta calle de un barrio en Ciudad Guayana, Venezuela. Un bingo organizado por la misma comunidad rifa esa noche un auto usado.
Y Zurimar Moya se llevó el Mitsubishi 2007, nada despreciable en un país en que comprar vehículo, así sea usado, es una quimera para la mayoría. Con la figurita del "cacao" llenó su cartón, que sacudía mientras corría para que lo validaran.
Comprar un carro nuevo es cosa de élites por la falta de crédito y una reducida oferta, prácticamente limitada a modelos de alta gama.
Y los autos usados son inaccesibles para habitantes de zonas humildes como Zurimar: el que se rifó aquella noche en el barrio UD-146 de Guayana (estado Bolívar, sur) costó US$2.000.
Con una dolarización informal y la flexibilización de controles, la economía venezolana tuvo un respiro después de años de recesión e hiperinflación que pulverizaron el poder adquisitivo.
Y con esos cambios reaparecieron las loterías, que reparten premios de hasta US$500.000, mientras que muchos comercios comenzaron a rifar también autos y motos.
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Una tienda de comida fina en Caracas exhibe en su frente una camioneta tipo pick-up 0 km y una moto, que se rifan para promocionar las ventas, explica Nixon Aquino, empleado del establecimiento.
El boleto no es barato: US$100. Hay opciones más económicas, como en el sector popular Catia, también en Caracas, donde en una misma cuadra un abasto rifa una moto y dos carros usados.
Con la llegada de la Navidad, los bingos comunitarios, una vieja tradición, recuperaron impulso, con premios más atractivos y fiestas que se extienden hasta la madrugada con música a todo volumen y mucho trago.
"Es una manera de reinventarse y poder ayudarse, porque no solamente el organizador se beneficia, sino la comunidad entera", dice Gilbert Ramos, organizador del bingo en la UD-146. "La participación es grande, familias enteras vienen, se reúnen como si fuera un fin de año", anota.
Gilbert, que con este completa cuatro bingos, viaja a los mercados para recoger cajas que le sirven para fabricar los cartones, imprime las papeletas con las figuras y las pega. Personas de la misma comunidad los venden y ganan una comisión.
Este fin de semana hay otro, organizado por otra gente, también en la UD-146.
Se repartirá dinero, celulares y el premio mayor: una moto y una cerda llamada Juanita.