*Estados Unidos y Europa en vilo
*No somos inmunes
CASI en todos los países del globo, particularmente en Estados Unidos y Europa, como en sus principales zonas de influencia, a una velocidad de vértigo se prenden las alarmas de los indicadores negativos en las altas finanzas. Los informes del Banco Mundial del año pasado, que anunciaban una leve recuperación de la economía europea, son refutados por resultados deplorables, entre otros, en Grecia, Italia, España y Portugal, como parte de la Europa del Este. La dura confrontación de los partidos Demócrata y Republicano en Estados Unidos, sobre el manejo de las finanzas estatales, los impuestos y la política económica con miras a las elecciones presidenciales y la eventual reelección de Barack Obama, que mantuvo en suspenso a los gobiernos, los inversionistas internacionales y la opinión pública, pese al acuerdo político de última hora, disparó las bolsas a la baja. El acuerdo coincidió con la suma de datos sobre un desempeño a media marcha de la economía de Estados Unidos, lo mismo que las malas noticias europeas, lo que incidió en que los títulos cayeran y se produjeran ventas compulsivas. El coletazo negativo se hizo sentir en nuestra región, incluyendo a Colombia.
En Europa de poco han servido las recomendaciones del FMI para efectuar políticas que estimulen el crecimiento, cuando la situación de Grecia obliga a sus vecinos en apuros a contribuir con los más fuertes a girar grandes sumas de ayuda para evitar que se desplomen sus finanzas. La agitación política y social de España se ha llevado por delante al gobierno de José Luis Rodríguez Zapatero, el cual, según lo reconocen sus mismos partidarios, no tomó medidas preventivas a tiempo para paliar la crisis, precisamente, por mantener un espejismo económico insostenible con miras a facilitar que el socialismo siguiera en el poder. El euro está en una encrucijada, por cuanto la crisis de la deuda de los países que están en la cuerda floja va en aumento y las medidas de ajuste para recortar el gasto dificultan más las posibilidades de fomentar el crecimiento. En consecuencia, el fantasma de los desórdenes y las movilizaciones de los indignados y sus continuas protestas en las calles se extienden por la zona europea, en donde el paro golpea más a la clase media, los pobres y a los inmigrantes.
Los esfuerzos del Banco Central Europeo por comprar bonos de deuda de países en apuros, como España e Italia, parecen infructuosos. Las variaciones del mercado mantienen a los corredores de bolsa en una guerra de nervios. Es así como la prima de riesgo española ha oscilado de un día para otro en varios puntos al alza y la baja, así vendan ofreciendo jugosos intereses. El fondo de 440.000 millones de euros para apalancar a los países europeos más golpeados en sus finanzas y que obtengan acceso a préstamos a bajo precio, resulta insuficiente, por involucrar ahora economías de mayor tamaño que las de Irlanda o Grecia. Al Banco Central Europeo le ha quedado grande la crisis y el euro se resiente cada vez más. No faltan los que sostienen que lo esencial para que la mala situación se pueda superar es que los bancos privados no se afecten más por cuenta de negocios impagables, malas inversiones y deudas en rojo de sus clientes con dificultades. En medio de estas tensiones y vaivenes bruscos del mercado, la desconfianza mina el ánimo de los más serenos y audaces.
La gran incógnita europea estriba en el eventual éxito o fracaso de las reformas estructurales, que forzados por las circunstancias, están tomando sobre la marcha. Para los más sagaces inversionistas internacionales la esperanza de hacer negocios rentables mira a los países que cuentan con grandes reservas de petróleo y minerales estratégicos, que por ahora no han sentido el efecto frontal de la crisis, así el precio del crudo haya bajado de casi US$ 100 el barril a US$ 80. Estados Unidos y Europa, China e India y los países más desarrollados de Asia compiten por venderle sus productos a Hispanoamérica. Eso no quiere decir que seamos inmunes al problema, sino que por ahora podemos mantenernos a flote; la prolongación de la crisis mundial presionaría a la baja los precios de los minerales y del crudo, con los malos efectos conocidos.