Amenaza mundial | El Nuevo Siglo
Jueves, 8 de Enero de 2015

*Extremismo islámico golpeó París

*El riesgo de los “lobos solitarios”

El  terrorismo de los grupos radicales islámicos volvió a golpear ayer el corazón de Europa. El ataque bárbaro y calculado a la sede de la revista satírica Charlie Hebdo en París, que dejó como saldo doce personas asesinadas, entre ellas el director del medio de comunicación y tres caricaturistas, evidencia que la mayor amenaza que en estos momentos se cierne sobre el mundo occidental son los llamados “lobos solitarios”, es decir, aquellos militantes y seguidores de varias causas del extremismo musulmán que viven en cualquier ciudad o país y que cuando menos se espera ejecutan actos de violencia inusitada. Los recientes casos de Canadá y Australia así como otros de los últimos años en donde individuos o pequeños comandos han asesinado o atacado con explosivos personas, instituciones y símbolos considerados por las organizaciones radicales como “enemigos del Islam”, ponen de presente que la amenaza extremista es latente en todo el mundo. Ya no se trata de combatir la barbarie genocida in situ perpetrada por facciones musulmanas radicales como el “Estado Islámico” en Siria e Irak, el Tehreek-e-Taliban Pakistan (TTP) de Pakistán que asesinó semanas atrás más de 140 niños o el Boko Haram que desangra a Nigeria, entre muchos grupos extremistas que se multiplican día tras día. El peligro mayor radica ahora en los seguidores aislados de esas facciones que no hacen parte activa de los comandos armados o de las grandes confrontaciones bélicas, pero que sí continúan fieles a sus orientaciones religiosas, al punto no sólo de viajar a las naciones o regiones de operación de esos grupos radicales para recibir instrucción política y militar, sino de regresar a sus países de residencia con la orden, tipo ‘yihad” o “guerra santa”, de atacar “al enemigo”.  En septiembre pasado, el “Estado Islámico” fue el último en hacer un llamado a los “lobos solitarios” bajo una proclama en que se pedía matar a todos los “incrédulos” pertenecientes a los países que hacían parte de la coalición internacional que combate a esa facción en Siria e Irak.

En el caso específico del ataque de ayer se cruzan varios de esos elementos. En primer lugar, el semanario Charlie Hebdo estaba en la mira de los islamistas radicales desde que en 2006 publicó caricaturas de Mahoma, lo que generó una ola de protestas musulmanas y llevó a los grupos extremistas a ‘prometer’ que se vengarían. Ya en 2001 la sede de la revista había sido incendiada y sobre el director y los caricaturistas pesaban amenazas de muerte, razón por la cual permanecían escoltados. En segundo lugar, Francia hace parte de la coalición internacional contra el “Estado Islámico” y participa en otras operaciones en África, en donde el extremismo islámico se ha extendido en los últimos años. Y, como si fuera poco, las autoridades galas habían advertido no hace mucho de decenas de sus nacionales e inmigrantes musulmanes que se identificaban con grupos radicales islámicos e incluso ya militaban activamente en los mismos. Por último, en lo que se puede considerar como una mera coincidencia, precisamente ayer la portada de Charlie Hebdo hacía referencia a la publicación de "Sumisión", una obra de política ficción que describe una Francia islamizada en 2020, tras la elección de un jefe de Estado musulmán.

De esta forma lo ocurrido ayer en París no sólo se constituye en el atentado terrorista más grave en Francia en cuatro décadas y un ataque sin precedentes a la libertad de prensa y opinión a nivel global, sino que aumenta el riesgo de que el miedo lleve a que la islamofobia que gana terreno en muchos países europeos ahora se profundice, con todo lo que ello implica en materia de injusticia y aislamiento con la población musulmana pacífica. Como bien lo resaltaran recientemente en Turquía el Papa Francisco y las autoridades musulmanas, el Islam es una religión que propende por la paz. Lamentablemente el extremismo y su combinación con elementos de tipo geopolítico, religioso, social y económico, ha llevado a que muchas facciones, pequeñas y grandes, consideren que todo aquel que no comparte su cosmovisión puede ser considerado como un enemigo que debe ser eliminado sin cuartel ni culpa.

El mundo, pues, asiste así a una situación de extrema gravedad. El ataque en Francia traerá consecuencias y la urgencia de detectar y supervigilar a los “lobos solitarios” se impone como máxima prioridad en muchas naciones occidentales.