La posibilidad de que la capital del país y los municipios anexos se vean expuestos a un agravamiento del esquema de racionamiento de agua deja varias lecciones.
La primera, sin duda alguna, que la ciudadanía no ha sabido aplicar hábitos de consumo responsable del vital líquido. En medio de la primera fase del racionamiento, que comenzó en abril, hubo disciplina en los hogares, las industrias y los comercios, al punto que en cuestión de pocas semanas se alcanzó la meta de reducir la demanda a menos de 15 metros cúbicos por segundo.
Sin embargo, cuando el nivel de los embalses se fue recuperando poco a poco, la administración distrital decidió flexibilizar, en junio, el esquema de cortes en el servicio, pasándolo de una frecuencia rotativa diaria sectorizada a una con periodicidad de cada dos días.
Lamentablemente, pese a que se advirtió que la emergencia no había sido superada del todo y que era necesario mantener la precaución, los bogotanos no supieron continuar con la disciplina inicial en cuanto al consumo responsable y ya en las últimas semanas el nivel volvió a subir a 17 metros cúbicos por segundo.
Así las cosas, las alarmas se volvieron a prender, no solo porque el nivel de los embalses comenzó a retroceder de nuevo a índices preocupantes, sino porque el volumen de lluvias en el sistema Chingaza ha sido muy bajo. De hecho, la gerente de la Empresa de Acueducto y Alcantarillado de Bogotá alertó esta semana que en agosto se registró el volumen más bajo de precipitaciones en los últimos 55 años.
Ya el Ministerio de Ambiente había advertido también que embalses que componen el sistema Chingaza, como lo es el de Chuza,, podrían llegar a diciembre con apenas el 22% de ocupación, lo que complicaría el suministro de agua el próximo año.
No hay que olvidar que aunque se esperaba que para esta época ya estuviera lloviendo por encima de los promedios históricos, debido a la presencia del fenómeno climático de La Niña, lo cierto es que la dimensión de esta contingencia no ha sido la esperada.
El propio director de la Unidad Nacional para la Gestión del Riesgo de Desastres le dijo a este diario hace un par de semanas que los reportes del Ideam y de las autoridades meteorológicas internacionales señalaban que La Niña, cuya principal característica es un aumento de las lluvias y la humedad, no sería tan drástica como se estaba pronosticando a mitad de año.
Así las cosas, tal como lo advirtiera el alcalde Carlos Fernando Galán, la posibilidad de aumentar de nuevo la intensidad del racionamiento es hoy por hoy muy alta. A ello se sumaría que se empezarían a cobrar sobrecargos tarifarios a los hogares que no estén controlando los consumos.
Hemos insistido en estas páginas en que el ahorro de agua y luz eléctrica debe ser un hábito natural y permanente en todos los hogares, no solo en situaciones de emergencia. Es un asunto de cultura ciudadana, conciencia ambiental y, claro está, también de cuidar el bolsillo.