Catatumbo versus retórica | El Nuevo Siglo
/AFP
Domingo, 9 de Febrero de 2025

La pugna verbal entre el presidente Gustavo Petro y alias ‘Antonio García’, jefe del ‘Ejército de Liberación Nacional’ (Eln), es ya de vieja data. Incluso basta con repasar la instalación de los diálogos gubernamentales con esa agrupación subversiva, en Cuba, hace un par de años, para confirmar, aun en ese escenario de aparentes acercamientos, las discrepancias de fondo entre ambos por sus supuestas concepciones “revolucionarias”.

Efectivamente, Petro dijo entonces que él mismo se constituía en un ejemplo del arcaísmo de la lucha armada en Colombia, exaltando las posibilidades de acceder al poder por vía de los votos, una vez el M-19 se desmovilizó y entregó lo que le quedaba de armamento. ‘García’, a su turno, dejó en el aire en su intervención, o más bien réplica, que eso sería parte de lo que el Eln llama “traición”. Y que, por igual, bajo esa concepción, cubre a todos los desmovilizados de las guerrillas hasta hoy, incluidas las Farc y el Epl. Pero, a decir verdad, ninguna de las tres organizaciones mencionadas hubiera desactivado su maquinaria bélica y terrorista, que tantos estragos hizo en el país en múltiples flancos de esa larga trayectoria sangrienta (todavía vigente en manos del Eln), de no ser por la acción efectiva de las Fuerzas Armadas, que las disminuyeron, neutralizaron y obligaron a cambiar de norte, hasta aterrizar en la denominada “salida política negociada”, con todas sus polémicas y vicisitudes hasta la actualidad.

Por otro lado, a estas alturas de 2025, según lo que Petro anunció al comienzo de su mandato, ya el Eln debería estar igualmente desmovilizado o, al menos, sujeto a un cese de fuegos permanente, con dos o tres pactos de política pública por implementar, acorde con la extraña estrategia del cogobierno que se enunció desde el principio y que, por lo demás y del mismo modo extraño, nunca contempló la entrega de las armas y el reconocimiento de la Constitución.

Al contrario, esto demuestra que desde el comienzo no había ninguna estrategia real por parte del Estado y que el Eln no ha hecho más que avanzar militarmente, tanto en su fortalecimiento binacional, al amparo de la tiranía madurista, como en el dominio de los territorios que, con manga ancha gubernamental, pretende supeditar a su arbitrio violento en no pocas regiones colombianas. Y que, asimismo, arrancó con ese también extraño cese de fuegos “bilateral” adoptado por decreto y al filo de la medianoche del primer 31 de diciembre de este mandato, por cuenta del presidente Petro, y auspiciado por el entonces comisionado de Paz, Danilo Rueda. Una norma, no obstante, sin acuerdo alguno entre las partes, lo que para cualquiera se entendería requisito mínimo en un proceso de paz consistente. Y que, igualmente, también se vio como un decreto propio, con sus alcances adicionales, de los afanes e improvisaciones de aquel funcionario, hoy renunciado y en el anonimato, fruto de las secuelas de los pactos proselitistas carcelarios develados al final de la última campaña presidencial, de los que Rueda fue protagonista.

De hecho, a las primeras de cambio sobre las tratativas de los diálogos, el Eln sostuvo que no se metería en la misma colada de lo que a topas y mochas el Gobierno terminó llamando “paz total” y que, para esa agrupación subversiva, no es más que el camuflaje del paramilitarismo reencauchado en los clanes colombianos conexos a los carteles mexicanos, según volvió a reiterar ‘García’ en la entrevista, con preguntas y respuestas escritas, publicada en la última edición de la revista Semana. Y en la que, por igual, trató a Petro de “nazi” mientras este le replicó, ayer, que el Eln no es más que un brazo del Cartel de Sinaloa. Objetivo explícito, al lado de sus asociados, de la nueva estrategia antinarcóticos de Donald Trump, no solo contra el mortal fentanilo, sino por las sustancias que complementan el uso de este, como la cocaína y las metanfetaminas, y que los traficantes internos, con gran presencia de estadounidenses según las sentencias respectivas al opiáceo, utilizan para mayor perdurabilidad y réditos del mercado ilícito en lo que ahora se denomina “policonsumo”.

Al mismo tiempo, en la pugna retórica con el Eln, Petro ha repetido hasta la saciedad que esa guerrilla no supo administrar el legado de Camilo Torres, en el mismo sentido de la larga carta dirigida a esa facción insurgente por parte del hoy comisionado de Paz, Otty Patiño, en la que reveló las amenazas de muerte al asesor de su oficina Álvaro Jiménez, que mantiene interlocución con los clanes.

Nada de las ‘pugnas revolucionarias’ antedichas, incluida la sotana de Torres, que Petro ha dicho que donará a la “sala de la revolución” de la Casa de Nariño, interesan al país, como sí lo hace la urgencia de la recuperación del orden público en el Catatumbo, lugar de los apremiantes resultados por la conmoción interior. Es lo verdaderamente importante y no perder el tiempo en retóricas inconducentes a ese propósito taxativo.