* Alerta por índices de siniestros en carreteras
* Urge estandarizar los límites de velocidad
Impactado se encuentra el país por la tragedia en Santa Marta en donde seis jóvenes perdieron la vida al ser embestidos por un conductor ebrio. Se confirma una vez más que la accidentalidad vial es una constante calamidad en Colombia que ocasiona, entre otros problemas, pérdida de vidas, lesiones e incapacidades así como onerosos daños a la economía. Tan solo entre enero y junio de este año 3.293 personas murieron en accidentes viales. Un 60% de ese fatídico total se produjo en siniestros relacionados con motocicletas y 21,3% de víctimas eran peatones.
La Agencia Nacional de Seguridad Vial reporta un promedio de siete mil muertes anuales en accidentes de tránsito y 40 mil heridos en los últimos cinco años. Más grave aún es que cuando estas cifras se contrastan con las de Fasecolda, el gremio de las aseguradoras, se evidencia en los reportes oficiales un grave subregistro respecto de los de siniestros e indemnizaciones del SOAT. Manejan cifras similares en cuanto a fallecimientos pero, según el gremio, el verdadero número de heridos se ubica por encima de 650 mil por año.
El subregistro se debe a que el Instituto de Medicina Legal -fuente principal de la estadística oficial- no recibe la totalidad de la información de los heridos atendidos por el sistema de salud, mientras que el SOAT sí tiene la información precisa de los cobros, así como de las indemnizaciones por incapacidad total y permanente.
La situación es alarmante: nuestro país maneja en mortalidad vial por cada 100 mil habitantes cifras similares a las de países como India o China (que tienen poblaciones de más de 1.000 millones) y mayores que las de las naciones de la región, con excepción de Ecuador y Brasil. Según Fasecolda, alrededor de 90% de las víctimas locales corresponde a accidentes en donde estuvo involucrada al menos una motocicleta.
De acuerdo con la Organización Mundial de la Salud (OMS), la accidentalidad vial es la séptima causa de morbilidad en el planeta y la primera causa de muerte de jóvenes de entre 5 y 29 años. Cada año fallecen 1,3 millones de personas y entre 20 y 50 millones resultan heridas. Los costos para las economías representan entre 1 y 3 puntos del PIB.
En nuestro país, tan solo las colisiones cuestan 1% del PIB anual por tratamientos médicos y pérdidas de productividad. Los costos de la accidentalidad vial para el sistema de aseguramiento pasan de dos billones de pesos/año pero si se suman los de invalidez y fallecimientos, ascienden a tres billones por año.
Medicina Legal reporta que las principales causas de los accidentes en Colombia son exceso de velocidad (45%), no observar las señales de tránsito (42%) embriaguez (4%) y conducir en contravía (3%). Bogotá enfrenta la problemática más grave, seguida por Cali, Medellín, Cartagena y Barranquilla.
Uno de los restos principales en la materia es reducir el índice de accidentes de las motocicletas. Urge elevar los niveles de exigencia de seguridad de estos vehículos así como los de certificación de competencias para conducirlas y el otorgamiento de licencias.
En materia de soluciones a la accidentalidad vial la OMS promueve reducir los límites de la velocidad, ya que ello puede marcar la diferencia entre la vida y la muerte. Esto porque se estima que un peatón, ciclista o motociclista atropellado por un vehículo a 80 kilómetros por hora, tiene tres veces más riesgo de morir que uno impactado a 50 kilómetros por hora, o menos. Ya más de 50 países adoptaron esta recomendación. A este respecto en Colombia ya avanza la iniciativa “Conduce al 50 vive al 100”, acorde con los Objetivos de Desarrollo Sostenible de la ONU para reducir 50% la tasa de accidentalidad vial hacia 2030. Otros esfuerzos ciudadanos proponen bajar a 30 kilómetros/hora para vías residenciales y zonas escolares, 50 para zonas urbanas de alto tráfico y 90 en el resto de las carreteras nacionales del país.
Se requieren, por supuesto, otros esfuerzos como vías y vehículos más seguros, sacar de circulación los obsoletos, mejorar la infraestructura y la señalización así como eficientes campañas educativas o elevar el rigor y honestidad de algunas autoridades de tránsito. Pero de acuerdo con la evidencia científica y los resultados que logran otros países, bajar los límites de velocidad sería una pequeña gran revolución para tener vías más seguras y sobre todo para salvar vidas.