*Aberrante fallo judicial
*Violan estado de derecho en Ecuador
NO es casual, ni sorpresivo, ni se trata de un caso aislado o transitorio de pérdida de la razón de un juez del Ecuador, al que se le van las luces y procede a fallar en tiempo récord, sin haber leído a fondo el expediente a dos horas de recibir los legajos voluminosos de descargos de la defensa, condenando a una aberrante sentencia de tres años de cárcel a tres prestantes directivos del diario El Universo de Guayaquil. No, se trata de una conspiración de fondo urdida desde hace tiempo por los agentes del oficialismo para amordazar a la prensa libre, asfixiar a los escritores públicos, quebrar las empresas independientes y encarcelar injustamente a quienes se ocupan en informar a sus paisanos de las ocurrencias del gobierno, buenas o malas.
Es de recordar que el presidente Rafael Correa, al no lanzar deliberadamente listas para la Asamblea de su país, después alegó falta de apoyo del Legislativo. Así que con desfachatez presiona la renuncia de los legisladores apoyado en elementos armados que ultrajaron y golpearon con garrotes a los congresistas, dejando a uno paralítico, heridos otros y sembrando el pánico entre ellos hasta forzar su dimisión. Para provocar un vacío de poder y convocar al pueblo a elegir una Constituyente que aprobó una nueva Constitución al acomodo del gobierno. Al tiempo que se defenestraba a la Corte Suprema de Justicia, para elegir a varios magistrados adictos al Régimen. Por esa vía, paulatinamente, ha ido desapareciendo la noción de separación de poderes y la independencia judicial, condición sine qua non para que se respeten los Códigos y se falle con equidad. Es así como con la intimidación a los opositores y apoderándose de los medios de comunicación, de ejercer un influjo devastador sobre los medios mediante el manejo acomodaticio de la propaganda oficial, de efectuar constantes ataques contra los más prestigiosos periodistas, de valerse de denuncias temerarias contra éstos, de volcar el aparato oficial para intimidarlos y desacreditarlos, se cierra el puño de hierro del gobernante para estrangular la libre expresión sobre la televisión, la radio, la prensa y los propietarios de medios como sus directivos y trabajadores.
En la Constituyente se aprobaron normas que atentan contra la libertad, en los Códigos se incorporaron artículos que legalizan el atropello y la injusticia. Leyes que permiten que el Jefe de Estado denuncie desvergonzadamente a la prensa desafecta o imparcial para acallarla y arruinarla, para conseguir una sentencia en la cual se condena al diario a la quiebra y el denunciante, nada menos que el todopoderoso amo del corral, celebra como los gallos finos el triunfo con ruidosas manifestaciones de satisfacción. No olvidemos que en un pueblito aislado del Ecuador se aprobaban a medianoche artículos proditorios que son una burla del Derecho, los cuales se incluyen en la Constitución que le confieren al gobernante de turno un poder similar al que tenían los dueños de esclavos sobre sus mesnadas en el siglo XIX, que apenas con hacer silbar en el aire el látigo doblegaban a los esclavos. Con la diferencia que el pueblo ecuatoriano tiene una tradición de dignidad, de respeto a la libre expresión, de amor a la libertad, de independencia y rechazo a los abusos de los gobiernos, por lo que de manera instintiva repudia el despotismo. Los ecuatorianos saben que al acallar a los medios de comunicación se envilece a la población y se la condena a vivir desinformada. En pleno siglo XXI esta clase de argucias a las que apela el gobierno del vecino país para amedrentar a los periodistas, los opositores y las gentes que piensan, es más propia de rábulas que de jueces respetables y gobernantes democráticos. El clamor internacional se expresa de todas las formas en estos momentos contra la sentencia que ensucia los Códigos y es una afrenta a la democracia y el respeto por el Derecho que tiene el pueblo del Ecuador. Por la vía de retorcer el Derecho a voluntad del gobernante, lo que consiguen los áulicos del gobierno enquistados en el poder judicial es irritar a las personas de bien y hacer de los honorables empresarios y periodistas de El Universo, verdaderos héroes de la democracia, que concitan la solidaridad universal. Penalizar la libre expresión, condenar a un periodista a tres años de prisión por expresar su punto de vista sobre un hecho público que todos presenciamos en la televisión y que es susceptible de ser considerado bueno o malo, según con el cristal que se mire, más que un crimen es una cobarde y torpe bofetada a la inteligencia.