* 300 millones la padecen en el mundo
* Las alertas tempranas en Colombia
El próximo sábado se celebra el Día Mundial de Lucha contra la Depresión, una patología considerada por muchos como la “pandemia silenciosa” de este siglo, al punto que se calcula que la padecen más de 300 millones de personas (otros informes advierten el triple de esa cifra) e incluso se le considera hoy como primera causa global de discapacidad.
De hecho, la depresión y la ansiedad, según un estudio de la Organización Mundial de la Salud y la Organización Internacional del Trabajo, generan la pérdida de 12.000 millones de días laborales cada año, lo que tendría un costo cercano al billón de dólares en materia económica global.
En Colombia este es un padecimiento cada vez más preocupante. En octubre pasado, por ejemplo, el Ministerio de Salud reveló los resultados de una encuesta que ordenó para servir de insumo a la actualización de la Política Nacional de Salud Mental. El sondeo, aplicado a cerca de 3.500 personas mayores de 18 años en todo el país, reveló datos alarmantes. Por ejemplo, que el 66,3% de los consultados declaró que en algún momento de su vida había enfrentado algún problema de salud mental. Sorprendió la alta incidencia de este tipo de trastornos entre la población joven y las mujeres.
También fue un campanazo que el 70% de los encuestados indicara que cuando asiste a servicios de medicina o enfermería casi nunca le preguntan sobre su estado de salud mental. Igualmente, aunque solo un 42% de la población considera que consultar el psicólogo o psiquiatra les ayuda a mejorar como personas, este es un indicador que ha ido creciendo en los últimos años.
No es un tema menor. De hecho, meses atrás la Procuradora General advertía que las cifras reportadas por la dirección de epidemiología y demografía del Ministerio de Salud, de enero a mayo de 2023, señalaban que había 1,5 millones de colombianos diagnosticados con enfermedades mentales.
Lo más grave de todo ello es que muchas personas no reciben un tratamiento adecuado dentro de una variedad de patologías como el trastorno mixto de ansiedad y depresión, la ansiedad no especificada, la ansiedad generalizada, el episodio depresivo moderado, la perturbación de la actividad y la atención, los trastornos de adaptación y la esquizofrenia paranoide.
El impacto de los trastornos sicológicos, entre ellos la depresión, es cada día mayor, al punto que tanto los sistemas de salud como los reglamentos laborales cada vez son más exigentes en cuanto a generar esquemas de atención y prevención de estas enfermedades, tanto a nivel familiar, educativo como en los ámbitos de trabajo.
La pandemia de covid-19 se convirtió en un factor disparador de este tipo de desórdenes sicológicos, así como los ambientes laborales que generan sobrecarga y elevados niveles de estrés. El excesivo uso de las tecnologías por los jóvenes, lo que ha reducido de forma sustancial sus capacidades de interacción social, también se cuentan entre las circunstancias que incrementan los riesgos de padecer depresión y ansiedad. Otros elementos que tienen alta incidencia se refieren a casos de discriminación, desigualdad, matoneo, conflictos intrafamiliares o sentimentales, así como condiciones socioeconómicas extremas.
Todo lo anterior explica por qué en los últimos años la tasa de suicidios por desórdenes mentales se ha disparado así como las curvas de mortalidad y morbilidad. Si bien es cierto que cada vez hay mayor conciencia y sistemas de detección temprana de signos de alerta, todavía falta un camino largo por recorrer en materia de sensibilización y prevención efectiva.
Los propios sicólogos, siquiatras y otros expertos en este tipo de afecciones consideran que uno de los mayores obstáculos en todo el planeta para hacer frente a esta alarmante circunstancia se debe a que no hay la suficiente capacitación en padres, familiares, docentes e incluso entornos laborales y sociales para identificar rasgos característicos de la depresión, como la tristeza permanente, el aislamiento extremo, trastornos del sueño, problemas graves de concentración y la llamada “anhedonia”, que se manifiesta a través de una pérdida de interés o de experimentación de placer o disfrute de actividades antes reconfortantes.
Como se ve, la depresión es un mal que se extiende de forma silenciosa pero dramática en la población, con especial afectación en jóvenes, mujeres y adultos mayores. Un flagelo que requiere una respuesta cada vez más contundente en todos los niveles, sobre todo en el campo de la capacitación para detectar a tiempo los factores de riesgo y señales de alerta. Solo así será posible un oportuno y eficaz diagnóstico y tratamiento.