Dictocracia en Venezuela | El Nuevo Siglo
Sábado, 30 de Marzo de 2019
  • La tradición política de Occidente
  • Libertad de prensa y democracia

 

 

En la instalación, en Cartagena, de la Asamblea semestral de la Sociedad Interamericana de Prensa (SIP) el presidente Iván Duque habló con entera franqueza del sombrío panorama que presenta la democracia en Venezuela y Nicaragua, países que sufren la dictadura, el saqueo y la represión. El Jefe de Estado mostró el cuadro deplorable que presenta la democracia y la libertad en dichas naciones, en las cuales no existe la libertad de prensa y los medios de comunicación sufren toda clase de obstáculos, siendo cerrados muchos, quebrados otros tantos y algunos sobreviviendo en un ambiente de hostilidad permanente y carencia de garantías para ejercer la noble profesión de informar de manera independiente al público.

En un escenario de semejante importancia como el de la SIP, Duque se mostró vivamente preocupado por las amenazas de toda índole que se abaten sobre los periodistas y medios de la región, en especial en Venezuela.

Dentro de las reflexiones presidenciales hubo espacio para profundizar en el desafío a la libertad que se presenta desde la antigüedad griega hasta nuestros días, ya que, como decía Aristóteles: cuando se ejerce la monarquía sin virtud se llega a la tiranía; cuando se ejerce la aristocracia sin virtud, lo que tenemos es la oligarquía; y cuando se ejerce la democracia sin virtudes, lo que estamos es ad portas de la anarquía.

Vistas esas premisas, se entiende por qué ha sido una constante lucha de la sociedad el darle estructura y valores al sentimiento de la democracia.

Volviendo al tema venezolano, el mandatario fue enfático en advertir que este año se cumplen dos décadas desde el proceso de aniquilación de la democracia en Venezuela. Incluso no dudó en señalar que la nación vecina empezó hace 20 años a vivir una dictocracia, que es la constitución de un régimen que tiene como propósito el debilitamiento de todas las libertades. Una estrategia que ha doblegado por completo las garantías más fundamentales, confirmando la existencia de un régimen abusivo y totalitario.

Tanto para el gobernante colombiano como para el mundo entero es evidente la forma en que se ha ido desmantelando la institucionalidad en Venezuela, eliminando por completo la separación de poderes y  destruyendo el aparato judicial para convertirlo en un instrumento de persecución. Ambos fenómenos han sido caldo de cultivo, a su vez, para el desmoronamiento de la prensa libre en un país en donde canales y medios de comunicación han sido intimidados, nacionalizados, expropiados o incluso expulsados.

Visto todo lo anterior, resulta acertada la postura del Presidente colombiano en torno a que la defensa de la democracia en Venezuela no es un tema de izquierda ni de derecha, sino de sentido común en aras de preservar la vigencia de las libertades en todo el hemisferio.

Pero, como se dijo, no es solo la nación vecina en donde están prendidas las alarmas por la coacción sobre los medios de comunicación. De allí que el secretario general de la OEA, Luis Almagro, recalcara la urgencia del compromiso por la defensa de los derechos humanos, la libertad y la justicia en América. En ese orden de ideas rechazó la violación de las libertades y los valores de la democracia en los países bajo el dominio de gobiernos represores, como el de Venezuela. En una clara pero tácita alusión a los pocos que insisten en apoyar estas administraciones espurias,  Almagro sostuvo que no se puede ser indiferente ante ninguna situación de crímenes de atrocidad y lesa humanidad. Sus palabras al respecto impactaron: “Cuando tenemos en un país como Venezuela, con una estructura de comisión de crímenes de lesa humanidad, cuando hay un sistema que va desde la formación hasta la realización de las propias acciones, pasando por la preparación, implementación y ejecución con variables de cooperación, asesoramiento y ejecución por parte de actores externos como Cuba, definitivamente tenemos que encontrar mecanismos de respuesta conforme a las variables que nos ofrece el derecho internacional”.

Está claro, en consecuencia, que tanto en Hispanoamérica como en ningún otro lugar del mundo se puede hablar de democracia sin libertad de prensa, pues esta última es una condición natural de la primera. Cualquier limitación al ejercicio periodístico, ya sea por la vía de la censura, la violencia o distintos medios de presión, es un atentado grave, condenable y que debe llamar a la reacción de la comunidad internacional. Ya se trate de los medios tradicionales o de las nuevas tecnologías para el tráfico de información, cualquier ataque a la libertad de prensa es un ataque a la democracia misma.