A nadie escapa que la eliminación en Gaza del máximo comandante de Hamás, Yahya Sinwar, la semana anterior, ha sido un éxito de Israel para su supervivencia frente al terror. Sumado esto, al mismo tiempo, a la total supresión de la cúpula que servía a los propósitos inhumanos y criminales que querían repetir y cuyos paladines fueron neutralizados, uno a uno, en la trayectoria de solo doce meses. En particular, durante las semanas más recientes.
Esto, además, mientras ciertos jefes de Estado, aparte de los rutinarios e inclusive el fiscal representante del Estatuto de Roma, así como repentinamente la Corte Internacional de Justicia, activaban la “guerra política” contra la nación hebrea para impedirle la acción y enredar, a como diera lugar, la campaña antiterrorista. Es decir, obstaculizar, con declaraciones estrepitosas y argucias jurídicas confusas, el legítimo derecho a la defensa.
De tal manera, y también a pesar de muchos vaticinios adversos por parte de analistas y medios de comunicación del orbe (en particular los proclives al Partido Demócrata en Estados Unidos), tanto los autores intelectuales como varios materiales de la peor matanza inferida a los judíos, luego de 75 años del Holocausto nazi, se encontraron con la inquebrantable decisión del gobierno israelí de combatirlos hasta las últimas consecuencias. Salvo que se entregaran y liberaran a los 240 rehenes que fueron plagiados en paralelo al genocidio del siete de octubre de 2023, cuando acribillaron a más de 1.200 civiles inocentes por el solo hecho de ser hebreos. Genocidio, por lo demás, nunca condenado por un país como Colombia, tradicionalmente enemigo del terrorismo.
Previo a la caída de Sinwar ya el gobierno de Benjamín Netanyahu había dado de baja en Irán, el pasado julio, a Ismail Haniyeh, jefe político de Hamás. E igual había ocurrido antes con Marwan Isa y Mohamed Dief, no solo los perpetradores directos, sino que el último, al adjudicarse el infame sacrificio al sur de Israel, desde luego llevado a cabo violando todos los principios y cláusulas del Derecho Internacional Humanitario, prometió que, demolidos los judíos, seguiría con los cristianos del mundo.
La emisión del vídeo, este fin de semana, con las imágenes de Sinwar escondido en una de la infinidad de madrigueras de Gaza y escudado en las faldas de la familia, es demostrativa de lo que estaba hecho. Los adictos podrán catalogarlo de mártir. Pero, como ha quedado patentado, no era más que un cobarde.