El partidor bogotano | El Nuevo Siglo
Domingo, 18 de Enero de 2015

“Menos política y más administración”

Escenario local, regional e internacional

Pese a la crisis política suscitada en los últimos tiempos, en Bogotá, la ciudad sigue avanzando. Ha llegado a un PIB de 99.746 millones de dólares (2014, América Economía) y es una de las cinco ciudades más activas, en inversión, en la América Latina. Es el centro de negocios, educación, empleo y actividades culturales, en Colombia, y aporta el 25 por ciento del Producto Bruto Interno Nacional, por encima de las sumatoria de los tres principales departamentos, con sus capitales, de acuerdo con el DANE.

Por su parte, del año 2000 a hoy ha visto acrecentar la inversión extranjera hasta un monto de 11.500 millones de dólares. Eso ha hecho de la ciudad el principal mercado de la Zona Andina, lo que se ha traducido, a su vez, en que tenga el primer aeropuerto latinoamericano, en carga, y el segundo en pasajeros. Aparte de su reconocida oferta cultural y educativa, el costo de vida es  lo de los inferiores entre las 40 principales ciudades latinoamericanas y ocupa el sexto lugar por su tamaño económico, después de  Sao Paulo, México, Buenos Aires, Rio de Janeiro y Santiago. Es decir, el doble del tamaño de Caracas y el triple de Medellín. En 2014 subió su ranking del séptimo al quinto lugar como destino de negocios.

Aun así, los retos que se le presentan a Bogotá hacia el futuro, en medio de las disyuntivas políticas de los últimos años, no son de poca monta. En primer lugar, precisamente, pasarse a la consigna de “menos política y más administración”. En efecto, la ideologización que han venido sufriendo las decisiones en la capital, desde hace ya varios años, ha impactado la orientación presupuestal. Todo ello, por lo demás, fruto de una lesiva división entre la Alcaldía Mayor y el Concejo Distrital. Cualquier dictamen suele pasarse por el filtro de la política y el divisionismo, impactando decisiones trascendentales como el cupo de endeudamiento, plan de desarrollo y articulación con las determinaciones nacionales. Eso ha dejado un lastre en sus potencialidades. Por fortuna, el presupuesto de 17,2 billones de pesos y el cupo de endeudamiento para la movilidad por 2,4, para 2015,  salió avante al finalizar el año. 

Entre tanto, en octubre próximo se producirán las elecciones para nuevo alcalde. Lo que suscita expectativa e interés. De hecho, pese a las cifras anteriormente citadas, la capital ha sido presa del pesimismo, según los sondeos. Si bien la gran mayoría de habitantes, de acuerdo con otras encuestas, no está dispuesta a cambiar de lugar e incluso se encuentra altamente satisfecha por las alternativas urbanas que encuentra, se muestra exasperada por la carencia de infraestructura vial y otros factores, básicamente en lo que respecta a los deberes estatales. Es bueno, no obstante, señalar la vocación de futuro que debe revivirse, por cuánto, a no dudarlo, Bogotá no solo tiene más para dónde crecer sino mucho más que ofrecer.  El propósito es lograr los índices del PIB de Santiago, 120.000 millones de dólares.

  No se trata, por supuesto, de cifras vacuas, sino de rubros que permitan generar una política social de mayor envergadura. Aparte de inversiones en educación, salud e inclusión, se trata, también, de generar las condiciones para lograr una región metropolitana, de más de nueve millones de habitantes, de la que se deriven sinergias y sea más proactiva. Del mismo modo, que la Alcaldía de Bogotá encuentre una mancomunidad con el Palacio de Nariño, entendido, por lo demás, que en la actualidad tanto Presidente como Vicepresidente son originarios del territorio, es decir, que son sensibles al fenómeno bogotano.

Con un proceso de paz avanzando considerablemente es indispensable tener una nueva visión de ciudad. Es la violencia nacional, justamente, por lo que Bogotá, desde hace décadas, ha sido receptora del desplazamiento y de la falta de oportunidades en otras regiones. Ello, de algún modo, ha impedido una óptica y una planeación afincada en cifras certeras.  La capital y sus habitantes, sin duda, deben colaborar en que la reconciliación llegue a buen término. Y un alcalde que, desde el partidor de las  candidaturas, tenga sentido de la paz así como vocación de futuro a partir de ello e igualmente se sintonice con los retos de la globalización. Por sobre todo que signifique unidad, logre aglutinar la mayor cantidad de voluntades posibles y tenga una política local, regional e internacional, para superar los apremiantes problemas capitalinos y aprovechar todo el potencial de la ciudad.