El retorno político de Sarkozy | El Nuevo Siglo
Sábado, 6 de Diciembre de 2014

*Se reparten las cartas

*Viraje a la derecha

Nicolás  Sarkozy,  en las recientes  elecciones internas de la UMP ha salido elegido como presidente de su partido, con el apoyo del 64,5% de los afiliados que participaron en la reñida votación. El gobierno de Hollande teme ser derrotado en el 2016 por el fuerte contendor, al que no ha podido sacar del corazón de sus electores.

Como se recuerda, dentro de las diversas líneas de derecha que siguen los lineamientos conservadores  y nacionalistas del general Charles de Gaulle,   Sarkozy, de clara estirpe de centro-derecha, es  un político creativo  que en las campañas electorales deja exhaustos a sus compañeros de viaje. Se destaca por la habilidad de aprovechar las circunstancias aun las más desfavorables para tornarlas a su favor. Su carrera  la hizo a pulso desde los escaños de la militancia a la cúspide de la jefatura del poder. Es un luchador nato, lo entusiasman los desafíos y no espera como los generales cautelosos a que las circunstancias y los factores coyunturales le sean favorables para  desafiar a sus contrarios. En diversas oportunidades en las cuales los expertos le indicaban que esperara tiempos más favorables para salir a la lucha electoral,  su instinto prevaleció  y pudo triunfar donde otros menos competentes y audaces habrían fracasado. En medio de las divergencias políticas consigue avanzar y en la oscuridad se mueve a tientas para encontrar la salida del túnel. Es un político impredecible.

Sarkozy, a lo largo de su carrera política se ha visto atrapado en diversos líos judiciales, puesto que en Francia  la política sucia busca destruir a los que tienen apoyo popular mediante el recurso de la denuncia contumaz. No se trata, en ocasiones, de limpiar la política, sino de ensuciarla para hacer pasar como corruptos a todos. Algunos gobiernos  se valen de jueces veleidosos que se prestan para armar escándalos contra las figuras públicas de la oposición, a los que acusan de toda suerte de crímenes; es el caso de Sarkozy. Al que a principios de 2014, al  anunciar que retornaba a la lucha por el poder, le removieron varias causas judiciales que provocaron gran escándalo en los medios de comunicación. Lo acusan  de intentar sobornar magistrados.  El gobierno socialista aprovechó  para descalificar al dos veces gobernante de Francia, que podría ser un formidable contendiente en la justa electoral con posibilidades de derrotar al desacreditado Francois Hollande, que empuja a Francia a la crisis económica y ha conseguido poner en fuga a los ricos con impuestos extorsivos.

La prensa francesa en grandes titulares destacó la charla de Sarkozy con sus abogados, grabada subrepticiamente por sabuesos del gobierno, cuyos contenidos entregaron a los medios más escandalosos, en las que “supuestamente” el abogado del veterano político calificaba de bastardos a los jueces de Burdeos. En esa oportunidad el gobierno socialista, cuando apenas estaba el caso en investigación de los tribunales, se apresuró a intervenir y lanzar combustible a la hoguera. La señora Najat Vallaud-Belkacem, portavoz del gobierno francés, trató al político como a un truhán. Se le investiga en otros casos que han salido en la prensa, por la millonaria  indemnización  por parte de un Tribunal privado de arbitraje al empresario  Tapie y por las acusaciones de recibir aportes en dinero de  Gadafi.

Los franceses recuerdan que Sarkozy dejó un gobierno con superávit, facilitó la inversión extranjera y mantuvo a Francia en el primer rango dentro de la Unión Europea. Los socialistas en su campaña para llegar al Palacio del Elíseo, cuestionaron su gobierno, lo desacreditaron, prometieron que mejorarían las condiciones salariales y la calidad de vida de los trabajadores, explicaron que el modelo de Sarkozy favorecía a los empresarios. Hoy los trabajadores están en peores condiciones que antes del arribo al gobierno de los socialistas, en tanto grandes capitanes de la industria  han tenido que abandonar el país perseguidos por un sistema impositivo que busca convertir  en delito ser rico.

Lo peor es que las grandes reformas del Estado que podrían haber sido positivas, que pregonó en su campaña Hollande, no se hicieron. Gran parte de la burocracia oficial sigue siendo parasitaria y la reforma a la educación no se puede hacer por cuanto los socialistas enquistados en los sindicatos lo impiden. Francia va para atrás. En particular como lo admiten hoy hasta los izquierdistas más fanáticos, en cuanto Hollande los traicionó y en última instancia aplicó el recetario alemán, olvidando que lo que puede ser bueno para los germanos no necesariamente conviene a los galos.