El ritual de las corridas | El Nuevo Siglo
Martes, 6 de Enero de 2015

HENRY  de Montherlant, en Los Bestiarios, con su fina prosa penetra en los secretos de la tauromaquia, que enfoca como uno de los ritos más antiguos de la humanidad.

Los estudiosos de la mitología, como los eruditos Andrés Holguín y Carlos Holguín, escribieron un lúcido ensayo en el cual recrean lo mítico de las corridas. Se recuerda que en la mitología griega el séptimo trabajo de Heracles es capturar un toro salvaje que lanza fuego por la nariz y amedrenta a todos. Los rústicos creían que la aparición de la descomunal bestia era producto de un castigo de los dioses, así que respetan y le rinden culto al toro. Derrotado el animal que había humillado por tanto tiempo a los hombres, éstos no olvidan jamás la lección y desde entonces, de una u otra manera, se celebra el homenaje a la intrepidez e inteligencia del torero, como a la bravura y fuerza de la bestia, lo que se da en el trasfondo festivo de la corridas.

Ese rito de la confrontación del torero y el astado viene por el torrente sanguíneo de la España grande que arriba al Nuevo Mundo, trayendo toros, vacas y  caballos. Desde entonces, el toreo y las corralejas se celebran por siglos de manera espontánea en casi toda Hispanoamérica. En Santa Fe de Bogotá, durante la época de la Colonia y avanzada después la era republicana, en los barrios se daban becerradas y corridas. En las fiestas populares se disfrazaba una persona de toro y otros lo capoteaban.

En la actualidad un sector de la población está a favor de las corridas y otro se opone, lo que indica que se debe respetar el rito taurino y los que están en contra abstenerse de asistir a las mismas. Eso es lo que se debe dar en una sociedad multicultural que admira el valor del torero, puesto que allí se aprende a ver de frente al toro y jugarse la vida. Sostienen expertos psicólogos que un matador, y el pueblo que lo admira, jamás ataca por la espalda.