El volcán carcelario | El Nuevo Siglo
Martes, 13 de Enero de 2015

El  problema del hacinamiento carcelario en Colombia, que viene agravándose hace varias décadas, crece y se torna inmanejable en cuanto los legisladores, inexpertos en asuntos penales y sociales, resuelven que no existe sanción distinta para combatir el delito que la prisión. Suelen ser  los neófitos los que a cada escándalo y crimen que se destaca en los medios de comunicación anuncian  un proyecto de ley para aumentar los años de prisión por ese caso. Lo que aplaude un público que poco conoce de los asuntos legales, punitivos y su manejo social, como de la posibilidad de reinsertar a los infractores de la ley, en particular cuando delinquen por primera vez. Por fin,  castigarán como merecen a esos desalmados, mascullan los pacíficos ciudadanos… Quienes así actúan y reaccionan desconocen que los infractores que caen por primera vez, por rareza pueden ser inocentes o que se dan casos de personas desesperadas que por hambre se toman la sopa que dejó un parroquiano en un restaurante de Cali, por lo que lo detuvieron y lo llevaron a prisión, cuando lo que necesitaba era un baño, algo de comida, estímulo y trabajo solidario para salir de la angustia y la hambruna.

El anterior, como muchos, es un caso de baranda judicial, que con una amonestación y ayuda de la comunidad se puede solventar. El proceder implacable, por un caso de  ínfima cuantía, empuja al sujeto a la cárcel, quizá por años, pues los que no tienen para pagar un abogado se pudren en el olvido. El prisionero se derrumba y se convierte en una piltrafa o  el odio lo envenena contra el mundo y un día sale convertido en un pavoroso criminal. Lo que se pudo evitar. Al contrario, a los jefes de las mafias y los delincuentes de cuello blanco, les dan la casa por cárcel o no pagan ni un día de prisión.

En Colombia el hacinamiento carcelario en promedio supera el 60%, de los más alarmantes del mundo. Siendo que en algunas cárceles sobrepasa el 400%. Lo que significa que la degradación y hacinamiento intramuros semejan un volcán a punto de estallar.