La séptima disminución consecutiva por parte del Banco de la República de sus tasas de interés de referencia, sin duda alguna constituyen una buena noticia para el país y una señal de que la economía continúa en un lento, pero sostenido ritmo de estabilización.
Si bien es cierto que no pocos analistas y los mercados apostaban por una reducción de 75 puntos básicos, la junta del Emisor se terminó inclinando, en una decisión dividida, por bajar los tipos en 50 puntos, dejando la tasa en 10,25%.
Es claro que se trató de una decisión cautelosa, muy propia de la política contracíclica que ha venido aplicando el Banco hace varios años, sobre todo desde comienzos de 2023, cuando este indicador estuvo en 13,25%, el más alto desde diciembre de 2021.
Resulta obvio que las mayorías del Emisor consideran que debe seguirse por la senda de flexibilizar la política monetaria, pero de forma gradual, ya que persisten los temores inflacionarios y hay otros elementos que recomiendan actuar con ortodoxia. Sí, el costo de vida volvió a la tendencia a la baja, a tal punto que en agosto no creció ni una décima, situando el índice anual en 6,12%. También es positivo el desaceleramiento del valor de los alimentos y las tarifas de servicios públicos, así como que la economía siga creciendo en este tercer trimestre, al igual que el consumo privado. Sin embargo, preocupa que las primas de riesgo sobre la deuda colombiana hayan aumentado, la disminución de los precios del petróleo y una situación fiscal cada vez más complicada. De hecho, el recaudo tributario sigue cayendo, el déficit aumenta y crece la incertidumbre por las propuestas gubernamentales de ampliar el margen de acción para incumplir la Regla Fiscal (idea contenida en un inconveniente proyecto de reforma tributaria que no progresaría en el Congreso) tal y como por la intención de decretar un Presupuesto General para 2025 desfinanciado en no menos de doce billones de pesos, aunque el hueco podría ser el doble o incluso el triple de ese monto.
Visto todo lo anterior, se entiende que el Banco siga actuando con cautela. Obviamente, el Gobierno y los gremios esperaban una reducción más audaz (en concordancia con lo ocurrido con la FED en Estados Unidos y otros países latinoamericanos). Es claro que, para impulsar un despegue económico sostenido, que vaya más allá de los pronósticos de apenas 1,8% del PIB a diciembre, se requiere un aparato productivo más dinámico. Sin embargo, esta es una responsabilidad que recae más en el Gobierno que en el Emisor. Pero, como se sabe, la Casa de Nariño no ha logrado cimentar las bases de un plan de choque integral en esa dirección. Salvo el pacto con el sector financiero para inyectar 55 billones de pesos en créditos (que todavía no arranca en firme), las reuniones con la cúpula gremial no conducen a nada en concreto. Por el contrario, la insistencia con las reformas de salud y laboral, así como otros aspectos de la accidentada política del Ejecutivo, siguen lastrando la inversión, clima de negocios y el propio empleo, como se evidenció en el aumento de la desocupación a 9,7%, informado ayer por el DANE.
Por lo pronto hay que confiar en que las medidas del Banco continúen dando resultados positivos. De hecho, esa tendencia al abaratamiento del crédito se refleja en que la tasa de usura, es decir la máxima que puede cobrar el sector financiero por cualquier producto ordinario, quedó fijada ayer en 28,17%, completando diecisiete meses de reducción consecutiva. Un logro sustancial, más si se tiene en cuenta que en marzo del año pasado este indicador llegó a ubicarse en un récord de 47%.
Lo importante, en todo caso, es que la disminución de las tasas de interés redunde en un incremento más sustancial del consumo de los hogares, sobre todo en este último trimestre. Los reportes del DANE en torno a la evolución de la industria y el comercio evidencian que estos sectores, claves en la generación de empleo y que tienen un efecto transversal en el dinamismo productivo, sigue andando a un ritmo todavía muy lento. Sería de esperar que la temporada vacacional y festiva fortalezcan estos rubros, aunque todo depende de si la inflación se mantiene en cintura. Por lo pronto, si bien disminuyó el riesgo de un impacto fuerte del fenómeno climático de La Niña, sigue preocupando un alza en las tarifas de los servicios públicos, sobre todo en medio de la crisis en el sector energético.
Como se ve, la economía está dando señales positivas y el Emisor es factor clave en ello. Sin embargo, solo un plan de choque efectivo le dará el empujón definitivo. Propósito, lamentablemente, en que el Gobierno sigue dando palos de ciego.