* La tragedia de Tumaco
* Un mes para olvidar
La bomba de las Farc en el centro de Tumaco, causando al menos 11 muertos y 74 heridos, es circunstancia grave que no se veía hace tiempo. No sólo por ser la localidad una de las capitales sobre el Pacífico, sino porque se dio contra la Estación de Policía principal y en pleno auge urbano. A ello se suma el carro bomba ayer en Villa Rica (Cauca), que dejó varios muertos y dos docenas de heridos
Desde luego, calificar los hechos de actos terroristas parecería un pleonasmo. Así vienen actuando las Farc desde hace décadas, no sólo con burros-bomba, sino con los artefactos más enrevesados. Sabido está, ciertamente, que el terrorismo es de difícil control, tanto en cuanto no tiene rostro y no es en combate abierto. Y claro está, también, que es atentatorio contra muchas de las cláusulas del Derecho Internacional Humanitario, que precisamente pretende salvaguardar a los civiles en los conflictos armados y tiene normas perentorias sobre los combatientes.
La actividad de las Farc durante este año se ha desplegado en todas sus aristas, con el propósito de impactar la agenda nacional y mantener su nombre en las primeras planas. Los ataques en Norte de Santander, Cauca y Nariño han rebrotado y municipios como San Calixto, El Tambo y Teorama han sido víctimas de la escalada. Se pensó que algunas escaramuzas previas a las elecciones regionales, hace unos meses, eran parte de su tradicional estrategia de golpear las urnas. Ahora, en 2012, las actividades se han desdoblado de modo permanente. La destrucción de radares y oleoductos, en sitios vitales del territorio colombiano, comienza de nuevo a ser objetivo, y de otra parte se sabe que las Farc participan del auge minero. En estos días, incluso, el mismo Gobierno anunció que las Farc pretendían exportar reses en pie.
Simultáneamente, desde comienzos del año, las Farc, en cabeza de alias Iván Márquez, anuncian la liberación unilateral de seis secuestrados. Entre ires y venires, donde por lo demás se pide constitucionalizar el mal llamado canje de prisioneros, las liberaciones quedan en el aire y hoy son materia de incertidumbre, pese a la palabra empeñada.
De otra parte, alias Timochenko abre el año con una carta al Presidente, en la que dice estar dispuesto a retomar la agenda del diálogo. En tanto, se siguen desdoblando los frentes, mientras el Primer Mandatario es reiterativo en que las llaves de la paz las tiene él, por ser Jefe de Estado, y que la intervención de tantos animadores lo que hace es perjudicar el camino. El Presidente califica, a su vez, los atentados como acciones desesperadas. El hecho, en todo caso, es que a cada tanto hay víctimas de por medio y el conflicto se mantiene en sus diversos aspectos. Es cierto lo que dice el presidente Santos de que su gobierno ha dado de baja a los más importantes jefes de las Farc. Pero también lo es que la estrategia guerrillera vuelve a asolar a ciertos Departamentos.
Lo que acaba de ocurrir en Tumaco y Villa Rica no sólo es dramático, sino una voz de alerta. La sorpresa que estos hechos causan en la opinión pública, que es la principal finalidad del terrorismo, debe equilibrarse con la respuesta pronta de la Fuerza Pública. Aunque en absoluto puede decirse que ello vaya a cambiar el eje gravitacional de la guerra, claramente a favor del Estado, son acciones que recuerdan permanentemente que el conflicto está vivo y es menester acabarlo. No se entiende, por tanto, cómo de un lado las Farc hablan de liberaciones humanitarias, pero de otro atacan a los civiles.
Pedir el respeto al Derecho Internacional Humanitario parece ser llover sobre mojado. La crueldad del conflicto colombiano sigue su camino, pero algún día tendrá que proclamarse que cesó la horrible noche.