¡Eureka!, somos petroleros | El Nuevo Siglo
Miércoles, 3 de Agosto de 2011

*Nueva riqueza colombiana
*Escrutinio, mecanismo indispensable


ES  común en la gente creer que Co-lombia, por sus recursos, ha sido un país rico.  Pero no es así. Por el contrario, hace sesenta años su economía se asimilaba a las inferiores de América Latina y se sustenta-ba casi exclusivamente en el café. La suerte del país corría paralela a lo que pasara al principio con la quina, después con el fique y luego con el precio del grano cafetero. Las exportaciones de cualquier otro producto eran verdaderamente exiguas.


Posiblemente, en la época de la Independencia el país tuvo riqueza hasta que todo quedó derruido y no pudo recomponerse rápidamente la economía. En todo caso, el esfuerzo por lograr la libertad en la América Meridional se consiguió básicamente a partir de la financiación gra-nadina, lo mismo que, absurdamente colapsada la confe-deración de la llamada Gran Colombia por las ambiciones lugareñas, la nación tuvo que soportar y saldar la mayor parte de la deuda externa. Desde entonces, el país consti-tuyó una economía de pequeña escala que, según se re-conoce hoy como un activo fijo en su balance económico, se sustentó en una que otra empresa de envergadura pe-ro fundamentalmente en la microempresa, que hoy es ejemplo universal. Al mismo tiempo, recursos que pudo tener a partir de la apertura del canal de Panamá le fue-ron usurpados y esquilmados, y más recientemente los flujos del tráfico de drogas ilícitas, no sólo permearon su economía, sino que distorsionaron la sociedad y el Estado y han puesto contra la pared al país.


Desde los albores del siglo XX pudo avizorarse que la clave mundial residiría en el petróleo, circunstancia que ya se había comenzado a otear como desenvolvimiento de la revolución industrial. Mientras México, Venezuela, Brasil, y más tarde Ecuador, se convertían en plataforma del “oro negro”, Colombia apenas tuvo ciertas posibilida-des durante la década de los treinta, pero evidentemente muy precarias frente a los países vecinos. Por fortuna, a comienzos de los años cincuenta se fundó Ecopetrol, en el gobierno de Laureano Gómez, y ello hizo que se tomara la alternativa petrolera con empuje, organización y seriedad, porque hasta entonces la política correspondiente no había sido más que una colcha de retazos en la que se entregaban concesiones a ciertas familias o no existían compensaciones de la extracción de compañías extranjeras.


Colombia tomó la ruta de las exportaciones petroleras en la década de los ochenta. Sólo entonces, en pequeñas cifras, el presupuesto se llenó con los excedentes que quedaban del consumo interno, cuya satisfacción era im-portante ante la opción de ser un país netamente impor-tador de recursos energéticos. Paulatinamente, treinta años después, Colombia se convirtió en un país petrolero, particularmente en la actualidad cuando la producción ha llegado a 930.000 barriles día y la meta del millón diarios se ha anticipado y está a la vuelta de la esquina. De ello, la producción de Ecopetrol copa algo más de 700.000 barriles, lo que muestra el acierto de haberla creado y mantenido, inclusive democratizado, pero no haberla acabado como algunos pensaron en un momento dado.


El hecho es que en estos días nos hemos despertado ricos. No ha sido ello, ciertamente, de un día para otro, pero la pregunta inmediata es qué va a hacer el país con semejante patrimonio. Podrá no ser, claro, el mayor del mundo, en todo caso la pregunta es pertinente cuando se sabe que se están explorando 600 pozos al año y existe un boom extranjero en el área. Importante, por lo pronto, que se haya disciplinado el sistema nacional de Regalías petroleras, pero mucho más allá, resulta imperativo conocer puntualmente las inversiones, anunciadas en general en ciencia y tecnología. El Gobierno Santos será el más rico que hasta el momento haya existido en Colombia. La siembra petrolera exige, hacia adelante, toda la responsabilidad, confianza y escrutinio en la materia.