Instituciones vs. personalismos | El Nuevo Siglo
Domingo, 4 de Diciembre de 2011

* Positiva evolución de cultura política
* Peligros del caudillismo presidencial

Los hombres pasan, las instituciones persisten. Esa premisa histórica fue muchas veces defendida desde estas páginas al advertir el peligro que encerraba el ambiente de caudillismo y excesivo culto al personalismo presidencial que caracterizó el anterior gobierno. En no pocas ocasiones indicamos que la fuerza y preeminencia institucional estaban por encima de los intereses particulares de los dirigentes y que cuando esa columna vertebral del Estado de derecho se empezaba a pervertir o debilitar, se entraba en la peligrosa ruta de borrar las fronteras de la separación de poderes, afectar y subvertir las jerarquías funcionales y jurisdiccionales así como hacer de los mandatos constitucionales y legales un conjunto normativo que se puede cambiar al acomodo de quienes ostentan el poder.


La pertinencia del llamado fue reiterada esta semana al conocerse las conclusiones del informe del Barómetro de las Américas, titulado Cultura Política de la Democracia en Colombia, 2011. Actitudes democráticas en la sucesión.


Apoyado por la Agencia de Estados Unidos para el Desarrollo Internacional (USAID) y la Universidad de Vanderbilt (Tennessee), este estudio hace parte del Proyecto de Opinión Pública de América Latina, y se torna muy importante porque al realizarse por octava ocasión en el país permite analizar con perspectiva la evolución de las actitudes políticas de la Nación y la relación de esos cambios con las coyunturas nacionales en distintos aspectos.


La versión 2011 del informe se torna aún más trascendental por cuanto uno de sus énfasis fue analizar el impacto del cambio de gobierno en el país en materia de respeto a los valores democráticos. Es decir, que se profundizó en auscultar si la opinión pública varió sus conceptos sobre las instituciones y la democracia una vez se produjo la transición entre las administraciones Uribe y Santos.


La investigación partió de hacer un contraste entre los estilos y prioridades de cada mandatario. Luego de ello se analizaron los principales indicadores para determinar las actitudes democráticas y antidemocráticas de la población. Los puntos centrales de la indagación fueron el apoyo a la democracia como forma de gobierno, la satisfacción con el desempeño de la democracia y el respaldo al sistema político.


Si bien se encontró que estos valores y actitudes no sufrieron  variaciones importantes entre 2010 y 2011, hay hechos llamativos al evaluar el nivel de apego que puede desarrollar un ciudadano frente a la figura personal del gobernante en comparación con su respaldo a la institución presidencial como tal. Es decir, si tiene más confianza y culto hacia la personalidad del Jefe de Estado o  cree más en las instituciones que sustentan el poder estatal. Esto es clave puesto que el mismo informe advierte que aquellos ciudadanos que tienen un apego personal mayor frente al Presidente tienden a mostrar menos apoyo a la democracia como sistema de gobierno, menor satisfacción con la democracia y menor respaldo al sistema político.


El estudio terminó demostrando que mientras en 2008 en Colombia el nivel de apego personal con el gobernante era el más alto de todos los países de la región incluidos en la investigación, este año ese índice se redujo considerablemente.


Si se extrapola esta conclusión, bien podría decirse que tras un ambiente de caudillismo presidencial que marcó la administración Uribe, en el mandato Santos la opinión pública ha recobrado una mayor confianza en las instituciones y, por ende, en la subordinación de todos a sus mandatos legítimamente amparados en el Estado de Derecho. Ello se traduce, consecuencialmente, en un mayor respeto a las minorías, la oposición y el principio de separación de poderes, que es precisamente lo que distingue a los regímenes democráticos de los autoritaristas.


Ha sido el conservatismo defensor a ultranza del orden institucional como motor de la permanencia del sistema democrático. El estudio revelado esta semana confirma la pertinencia de ese principio ideológico y la peligrosidad que implica desconocerlo.