La caída de Nixon | El Nuevo Siglo
Jueves, 8 de Agosto de 2024

* A 50 años de su renuncia por caso Watergate

* Su gestión presidencial más allá del escándalo

 

Medio siglo después de verse forzado a dejar el poder, el presidente Richard Nixon figura en la historia de los Estados Unidos y la mundial como uno de los líderes más influyentes en su tiempo, protagonista de los acuerdos y desacuerdos que forjaron el nuevo orden mundial posterior a la Segunda Guerra Mundial. También se le recuerda por su relación con los otros dirigentes más poderosos de su época. Muchos de los estadistas con los que negoció ocupan un notable lugar en la historia, como Churchill, De Gaulle, Brézhnev, Jruschov, Mao, Adenauer y una constelación de jefes de Estado. Política en la que lo acompañó, con su audaz capacidad negociadora, Henry Kissinger.

El mismo Nixon, en su escrito “Líderes”, sostiene que “los pasos de los grandes hombres son como truenos que hacen retumbar la historia”. Y en efecto, el mandatario estadounidense, cuando parecía más consolidado en la Casa Blanca, sufrió una grave contingencia político-policial que aún retumba como un trueno en la historia norteamericana: el famoso caso “Watergate”, un lío derivado de un allanamiento ilegal a la sede de campaña del partido Demócrata, en un complejo de edificios, en Washington, el 17 de junio de 1972. El escándalo, que se extendió como un incendio por los Estados Unidos, fue puesto al descubierto por dos periodistas, Carl Bernstein y Bob Woodward.

El caso en el que resultó envuelto el gobernante pasó rápidamente del campo periodístico y los acalorados debates en el Senado al estrado de la Corte Suprema, en donde el acervo probatorio en contra del mandatario, sobre todo por cintas y grabaciones incriminatorias, lo pusieron contra la pared.

Aunque Nixon consiguió, en medio de una pesadilla de acusaciones, mantenerse por un tiempo más en el poder, el peso del pleito político y judicial lo llevarían, finalmente, a renunciar el 8 de agosto de 1974.

Advertido de las consecuencias judiciales que traería el entuerto, Nixon actuó de forma precavida, dejando en el poder al vicepresidente Gerald Ford, un juicioso político republicano, quien se encargó de intervenir a favor de su antiguo jefe y le concedió el indulto presidencial.

El impacto y cobertura del Watergate fue mundial. Fue claro que lo que llevó a la caída presidencial tuvo que ver con la aventura que aprobó el entonces candidato presidencial en cuanto a espiar el comando de campaña de su contendor. La democracia estadounidense, como se sabe, tiene entre sus pilares la defensa de la libertad y el respeto por la ley y el orden. Por lo que el espionaje resulta un grave delito en sí mismo, sobre todo tratándose del contendor en una campaña por la Casa Blanca.

Más allá de ese episodio, son innegables los notables servicios que desde la presidencia cumplió Nixon, confirmándose como un administrador eficiente y un líder que supo defender en todas las instancias geopolíticas los intereses de su país. Esto, en tiempos de la ‘Guerra fría’, resultaba una tarea de enorme complejidad en la que supo conservar el apoyo de la mayoría de líderes europeos. También confrontó la expansión del comunismo en nuestra región e intervino en la confrontación política que derivó en el golpe de estado del general Pinochet en Chile, a los pocos días de la visita a ese país del líder cubano Fidel Castro. Y, por supuesto, sin dejar de respaldar a la China nacionalista, sus acuerdos con Mao Zedong restablecieron el diálogo con esa potencia asiática.

Cincuenta años después de la consecuencia más grave del caso Watergate, el juicio de la historia se inclina a favor de la decisión de la Corte Suprema en cuanto a abrir una causa contra el mismo presidente por el delito de espionaje. El Alto Tribunal dejó claro que en ese país nadie, por importante que sea, incluso el primer mandatario, puede estar por encima de la ley. Lo mismo que se recalcó que la prensa libre puede ejercer sus investigaciones sin cortapisa alguna, así resulte salpicado el máximo gobernante. Todo ello derivado de un hecho simple y anecdótico: un vigilante de las oficinas de Watergate que, al observar unas cintas en unas cerraduras, sospechó que se trataba de una maniobra de intrusos y dio la alerta a las autoridades. Lejos estaba de pensar que desataría un escándalo judicial de repercusión nacional y mundial.

Lo cierto es que la gestión de Richard Nixon como gobernante no se puede reducir al escándalo que le costó el puesto. Por el contrario, sus directrices a nivel interior y exterior han sido catalogadas como eficaces en cuanto al manejo de la política y la economía. Es más, sus mayores aciertos fueron en el campo internacional, en donde Kissinger mantuvo la iniciativa política permanente y trató de establecer reglas de juego que evitaran otra confrontación entre las potencias. En ese escenario, Nixon se destacó como un líder que buscó superar las barreras y antagonismo políticos mediante la negociación y la apertura de los mercados internacionales, lo que algunos de sus sucesores en la Casa Blanca trataron de continuar con diversa fortuna.