La Habana, sin interrupciones | El Nuevo Siglo
Martes, 2 de Diciembre de 2014

*Liberaciones como un hecho de paz

*Cánones del Derecho Internacional Humanitario

DE  los elementos que más conturbaron el proceso de paz de San Vicente del Caguán fueron las continuas suspensiones por parte de las Farc. De hecho, durante los tres años y medio de diálogos, acaso un 25 por ciento se dedicó exclusivamente a tocar los puntos de la agenda. Las interrupciones permanentes, referidas en uno u otro aspecto a la “zona de distensión”, impidieron avanzar al ritmo adecuado. Inclusive, el filtro del denominado Comité Temático, antes de que los temas pactados llegaran a la Mesa, también fue óbice para la dilación. De modo que las interrupciones o suspensiones suelen, como norma general, correr en contra del proceso antes que a su favor.

Liberado el general Rubén Darío Alzate, los soldados y la abogada, existe allí, sin duda, un mensaje diferente. En tiempos anteriores, llámese la entrega de tropas de Las Delicias en la época de Ernesto Samper, los acuerdos para la devolución de más de 400 soldados y policías en tiempos de Andrés Pastrana,  o los despejes temporales para otras liberaciones en las administraciones de Álvaro Uribe, una situación como el plagio de un general de la República, en servicio activo y comandante de una fuerza especial, hubiese tenido efectos devastadores y por completo diferentes. Entre otras cosas, años y años de cautiverio, que por desgracia y en esos momentos hubieron de sufrir colombianos y extranjeros de manera inmisericorde.

La resolución pronta y humanitaria al gravísimo incidente del Chocó tiene, dentro de las crudas realidades que aún padece Colombia, una veta positiva. Lo justo, por supuesto, es que hechos como estos nunca vuelvan a ocurrir y en eso, precisamente, es en lo que se trabaja en La Habana con el objeto de poner fin al conflicto armado interno. El presidente Juan Manuel Santos, como Comandante Supremo de las Fuerzas Militares, actuó dentro de los parámetros constitucionales que, a no dudarlo, exigían, en primer lugar, el retorno del alto oficial sano y salvo al seno de su familia, sin discriminación alguna con los demás plagiados. Fue lo que ocurrió. Desde luego, propició, como era su deber, el rescate militar, pero cuando la contraparte se mostró dispuesta a una salida humanitaria generó las condiciones para ello, a través de los países garantes y la Cruz Roja. No podía hacer oídos sordos. Ello lo establecido, precisamente, dentro de la Constitución, de la cual hace parte integral el Derecho Internacional Humanitario. De modo que si se le piden explicaciones, pues está bien que se haga, pero que también se diga que fue asertivo dentro de los estrictos márgenes legales.

Otra cosa, ciertamente, es indagar, como también es su deber como Comandante Supremo, por qué no se siguieron los protocolos establecidos en el interior de las Fuerzas Armadas para el movimiento de cualquier alto oficial en zona roja. De seguro, es solicitud de los propios generales, puesto que el tema de las insignias, el porte de las armas y los mecanismos de desplazamiento obedecen al carácter eminentemente profesional de la institución.

En tanto, prorrogar hoy la suspensión de las conversaciones de La Habana, por parte de los integrantes de las Farc, sería una señal equívoca. Desde estas columnas reseñamos, inmediatamente ocurrido el insuceso, que las delegaciones tenían que hacerse parte de la resolución a fin de resolver el tema conjuntamente. No se trataba, por tanto, de una suspensión, sino de priorizar la liberación dentro de la sindéresis lógica para resguardar el proceso a partir de la propia Mesa. Fue lo que de algún modo ocurrió con la presencia de uno de los delegados de la guerrilla, en el operativo de liberación, lo que a su vez señala que el recibimiento de los plagiados debió también darse, no solo por el estamento militar, sino por un delegado estatal, posiblemente el Alto Comisionado de Paz con el Ministro de Defensa. Entre otras cosas, para quitar cualquier connotación de beligerancia y poner de relieve que, si bien acto humanitario, indisociable a su vez del proceso de paz en curso.

Sea o no, un simple formalismo, lo que interesa es el avance de las negociaciones. Claro se observa que se entrará en la fase de desescalamiento a objeto de ir entrando, por etapas, en un cese de acciones ofensivas unilaterales y de allí paulatinamente al fin del conflicto. Si ese es el tema, paralelo al de las víctimas, no se entendería que se suspenda lo que, al contrario, mantiene la más grande expectativa en la opinión pública.