La ONU y la Iglesia | El Nuevo Siglo
Jueves, 13 de Febrero de 2014

*Desvergonzada afrenta

*El compromiso del Papa Francisco

El papa Francisco  desde cuando se ordenó como sacerdote se destaca  por la virtud y la austeridad que le reconocen cuantos lo tratan desde su juventud, que se corresponde al voto de pobreza y otros, que se asumen como miembro de la Compañía de Jesús. En distintos muy memorables  escritos suyos ha defendido el sentido misional del sacerdocio y el compromiso a ultranza con las buenas costumbres. Su vida es un ejemplo de fidelidad a esos principios que vienen del legado de Jesucristo, que siguieron sus apóstoles, en particular San Pedro y San Pablo. Es así como la religión de los esclavos, que eran maltratados, humillados y, en ocasiones, quemados vivos en Roma y otras regiones, se fortalece en la persecución despiadada que sufren  y adquiere un compromiso inconmovible de gran parte de sus jerarcas y clérigos de evangelizar y ayudar a los humildes. Esa se convierte en la mayor fuerza de la Iglesia, que alivia a los desesperanzados, se dedica a evangelizar y educar a la juventud. Es tan grande  el influjo de la religión del perdón y la esperanza, que con el tiempo desplaza los credos paganos y muta a ser  la orientadora espiritual de Roma, cuando varios emperadores sienten en sus corazones el vibrar de la fe, de una manera diferente de asumir la existencia, de ser   y ver  la sociedad, que se inspira en la doctrina cristiana que cultiva el amor, la paz  y  promete la salvación de las almas. La fe transforma el Imperio Romano y conmueve el mundo conocido.

La Religión Católica en sus estratos y jerarquía la componen seres de distintas zonas del globo, en todas partes en las que la Iglesia se organiza y predica sus principios, se trata de un esfuerzo por mejorar la conciencia y la condición humana. Los postulados básicos de la Iglesia se fundamentan en la búsqueda del bien común y el individual, mediante la obligación de no violar los Diez Mandamientos, clave para la formación de los mejores. Contra esos principios nadie en sus cabales se opone o descarta su bondad, así se trate de impenitentes ateos o agnósticos, de elementos de otras religiones. Y no se contentan los seguidores de Jesucristo con la prédica del evangelio, ellos se esfuerzan en cumplir las disciplinas de cada orden religiosa. Es una misión que pretende de alguna manera mediante el sacrificio, el rechazo a los placeres y la vigilancia de la conciencia para perseguir la virtud, de vivir a la manera de los santos. Son raros los que son elevados a los altares en Roma, mas ese es el anhelo secreto de cada sacerdote cuando se ordena.

Sin que por ser sacerdotes y por el compromiso de servir a la sociedad, hasta el sacrifico de ser preciso, dejen de ser hombres, de tener debilidades y tentaciones, en particular en un mundo como el actual en el que prevalece el consumismo, la venta de placeres y vicios. Según las estadísticas son pocos los sacerdotes  que incurren en grave falta, la mayoría superan las flaquezas humanas y consiguen cumplir con su compromiso con la Iglesia y los feligreses; los que pierden la fe o son incapaces de seguir tan dura disciplina, tienen la opción de retirarse. Una minoría ha sido acusada de caer en diversas perversiones sexuales o de situaciones, que son comunes y permitidas a los particulares, que a los clérigos por su condición les son vedadas.

El Papa Francisco, desde que asumió su cargo, se ha destacado por la forma inconmovible, abierta y clara como ha combatido las desviaciones y las faltas de los sacerdotes en todos los grados de la jerarquía, en particular se ha mostrado duro con los abusadores. Por lo mismo creó el Centro para la Protección de los Menores de la Iglesia Católica (CCP).  Allí la Iglesia estudia cada caso que se presenta y procede a dictar severas sanciones contra los culpables. En distintas oportunidades se comprueba que se trata de acusaciones infundadas o de elementos que buscan lucrarse con demandas amañadas o que ejercen venganza contra algunos prelados, para desprestigiar a la Iglesia. La actitud del Comité de la ONU sobre  los derechos del Niño desconoce la universalidad de la religión, fuera de ser ligera e inamistosa  es una afrenta a la Iglesia. Como sostiene el padre Lombardi, considero “grave” que no se haya entendido “la naturaleza específica de la Santa Sede”, ya que es “una realidad diferente a la del resto de los Estados”.  Lo que debiera exaltar la ONU es el esfuerzo del Papa Francisco, no solamente en defensa de los derechos de los niños, sino de todos los seres humanos.