Desesperación oficialista
Elecciones cruciales en el continente
Argentina se merece una oportunidad. Una oportunidad de salir del peronismo anacrónico y abandonar la órbita del chavismo para recuperar la grandeza y potencia del país que algún día fue. Las elecciones de mañana han derivado en una campaña de suspenso. El duelo entre el candidato oficialista Daniel Scioli y el opositor Mauricio Macri absorbe la atención continental. El actual gobierno de Cristina Fernández de Kirchner se ha movido en estos días con desesperación y mano larga para atraer los votos que podrían asegurar a última hora el triunfo del continuismo. Los argentinos sienten que lo que ocurra el domingo será verdaderamente definitivo para el futuro del país y sus vidas.
Se enfrentan dos modelos y estilos políticos. Macri insiste en adelantar desde el poder una política desarrollista que convoque las energías nacionales a fin de modernizar las empresas, crecer, exportar y ofrecer mejores alternativas de empleo. Lo mismo que está por una política concertada con los poderosos sectores agrícola y ganadero.
En materia internacional, Macri ha prometido romper el eje con Venezuela. En caso de ganar, pedirá la suspensión de ese país del Mercosur hasta que no sean liberados los presos políticos y se anulen las sospechas de fraude en la próxima justa electoral. En igual sentido, ha pedido tomar distancia de Unasur e integrarse a la Alianza del Pacífico, con México, Colombia, Perú y Chile. Macri, de la misma manera, ha propuesto fortalecer la colaboración con Estados Unidos en la política antidroga.
El cierre de las campañas electorales ha mostrado el inmenso poder de convocatoria de los rivales. En particular es un hecho que los excesos de la campaña sucia contra Macri, en cierta forma, lo han favorecido. Lo burdo de los ataques y consejas le han restado de algún modo credibilidad a la campaña oficialista.
En la otra orilla está Scioli. Es claro que en los debates, su experiencia como hombre de gobierno y hábil populista le han ganado algunas simpatías. A no dudarlo la maquinaria gubernamental se prendió en su favor, lo que podría sufragar los puntos de desventaja frente a Macri. Pero los más agudos analistas de la política porteña consideran que el hombre del común y los indecisos están cada vez más por el cambio.
Otro factor que favorece a Macri es su trayectoria como hombre moderno, empresario de éxito y buen administrador de la cosa pública. Ya anunció que combatirá la ineficiencia administrativa y dividiría el Ministerio de Hacienda en tres dependencias más eficientes. Sobre todo el candidato simboliza la anticorrupción.
El desarrollismo es la tesis política que enarbola Macri, puesto que tiene confianza en las ideas conservadoras, como mecanismo para la generación de empleo, una de las más sentidas necesidades argentinas.
En las últimas horas se ha dirigido públicamente a la presidenta de Brasil, Dilma Rousseff, para advertirle cordialmente que para la economía de su país es mejor una alianza con una Argentina productiva y en ascenso económico, frente a un país, como el actual, en decadencia.
El partido de Macri, “Cambiemos”, es un movimiento político fortalecido, de acuerdo con las encuestas. De seguir ese impulso podría conquistar la victoria en las urnas. En tanto, el candidato gobiernista pretende ganar sembrando la incertidumbre y el pánico en los sectores populares, al propagar la consigna de que Macri abolirá los subsidios.
El candidato opositor desmiente esas afirmaciones y sostiene que Argentina puede alcanzar, a partir de su riqueza bien administrada, índices de pobreza cero, construir vivienda propia para todos y recuperar la calidad de la educación pública.
Estas elecciones se tornan cruciales para la región, dado que una derrota del oficialismo podría influir en el electorado de Venezuela, como de otros países suramericanos, como el Brasil. Mucho es lo que mañana se juega en la geopolítica de la América Latina. Argentina tiene la palabra.