Las relaciones colombo-chinas | El Nuevo Siglo
Jueves, 26 de Octubre de 2023

Se mantiene la ruta estratégica

* Doce instrumentos de cooperación

 

A raíz del viaje del presidente Gustavo Petro a China se ha cumplido un eslabón más en el curso de las relaciones entre los dos países. Como vale recordarlo, Colombia abrió la diplomacia con la potencia asiática hace 43 años. Fue cuando Deng Xiao Ping dejó atrás la visión aislacionista característica de la era comunista anterior. Y dejó en claro, en los términos populares que lo dijo frente a las agudas discrepancias políticas emergidas de la Guerra Fría, que no importa “si el gato es blanco o negro, lo importante es que cace ratones”.

De esta manera comenzó una nueva etapa en la historia económica del gigante del Lejano Oriente y sus relaciones con el mundo. De hecho, se trató de una época antecedida por el viraje radical que había logrado el presidente republicano, Richard Nixon, en las negociaciones de Estados Unidos con el hermético régimen de Mao Zedong para la incorporación de China a la economía mundial y los postulados del libre mercado, luego de los estragos de la nefanda “revolución cultural”.

Por aquella época, China no tenía en absoluto los visos de ser la nación que ha llegado a ser hoy. Pero el evidente espíritu reformista del sucesor de Mao permitía avizorar, desde entonces, que esa apertura generaría un gigantesco polo de desarrollo en la economía orbital, con la promoción de la creatividad y la innovación, el ascenso de la productividad y el ingreso de millones de personas al sistema de oferta y demanda universal. Lo cual, asimismo, entrañó desde ese mismo momento grandes desafíos para Occidente, puesto que de todos modos era de esperarse que China no sería un convidado de piedra en el concierto económico internacional.

En la actualidad la aproximación de cualquier país, grande, mediano o pequeño, al entramado de naciones pasa necesariamente por China. No en vano, en esa corta trayectoria desde la apertura económica, la potencia asiática ha demostrado ser incluso superior a lo que en principio podía pensarse en la década de los ochenta del siglo pasado y comparte la preminencia de la economía mundial con Estados Unidos y la Unión Europea. Más allá, pues, de las evidentes discordancias políticas que existen entre dos modelos abiertamente antagónicos como el comunismo y el sistema de libertades, las democracias occidentales optaron por profundizar sus relaciones económicas con el gigante asiático. Lo cual, como se sabe, llevó de lejos a que durante un buen trayecto de los tiempos recientes China se convirtiera en el motor económico planetario a partir de su voluminoso crecimiento sostenido.

Como dice el centenario Henry Kissinger en su último libro, “Liderazgo”, no pocos podrían preguntarse si Nixon, de estar vivo hoy, acaso se arrepentiría de haber abierto el espacio a tan formidable “monstruo”, el más poblado del mundo, junto a India. La respuesta es: no. Por el contrario, podríamos añadir que Nixon continúa siendo, en buena medida, el artífice de los tiempos contemporáneos, con todos sus desafíos.

No está mal, entonces, que Colombia confirme y desarrolle sus relaciones económicas y culturales con China. Desde luego, existen aspectos discrepantes entre dos modelos políticos tan diferentes, que son de mantener, pero desde el punto de vista de la globalización (que algunos discuten) no ha existido, por ejemplo, ningún mecanismo más eficaz para la superación de la pobreza mundial que el afianzamiento de las relaciones económicas dentro de la libertad de mercados. En lo que China ha jugado un papel preponderante.

Por eso las palabras del presidente Xi Jinping, a raíz de la visita del primer mandatario colombiano, tienen hondo contenido en el sentido de que “el desarrollo de alta calidad de China y su proceso de modernización traerán nuevas oportunidades de desarrollo para Colombia” dentro de unas relaciones “basadas en la igualdad, los beneficios mutuos y las ganancias compartidas”. De hecho, dándole la importancia que para el gobierno tienen las empresas chinas, en la declaración presidencial conjunta se dice que la parte colombiana está dispuesta a proporcionarles un buen entorno “para invertir y hacer negocios en Colombia”. Y del mismo modo se hizo referencia a las exportaciones hacia ese país.

Por su parte, como estaba previsto, y pese a la insistencia previa del mandatario colombiano en el tema del Metro de Bogotá, este no tuvo incidencia alguna en la reunión con Xi Jinping. Fue una visita ajustada a los protocolos que, a juzgar por los diferentes asuntos, se venía preparando por la Cancillería china con la disciplina característica y sin lugar a improvisaciones.

Después de 43 años de relaciones diplomáticas, ambos países han renovado su interés con doce instrumentos de cooperación. De su buen desarrollo económico, ambiental y cultural habrán de saberse, pues, los atinados beneficios de la visita.