*Madura la relación Colombia-Venezuela
*Acuerdo de complementariedad, la clave
LA próxima reunión de los cancilleres de Colombia y Venezuela para analizar la agenda de las relaciones bilaterales, a poco más de un año de su reanudación por parte de los presidentes Juan Manuel Santos y Hugo Chávez, permite identificar varios elementos clave.
En primer lugar, que mes tras mes la relación entre Bogotá y Caracas se institucionaliza cada vez más, y en la medida en que ello ocurre se neutraliza la posibilidad de rupturas sorpresivas y crisis por coyunturas políticas menores y animosidad presidencial en el vecino país. Ello es aún más importante ahora que el mandatario patriota atraviesa una difícil situación de salud.
También es claro que de la etapa de distensión política del año pasado se pasó poco a poco a temas de integración más concretos. Se descongelaron los proyectos de interconexión energética y ventas de combustibles en zona fronteriza, al tiempo que avanzan asuntos de infraestructura como la construcción del Puente de Tienditas, en Norte de Santander. La deuda de alrededor de 1.000 millones de dólares de empresarios venezolanos con exportadores colombianos se ha saldado poco a poco, aunque queda un remanente, ya reconocido y legalizado, así como algunas transacciones por aclarar, más aún después del escándalo de ventas ficticias al exterior que destapó el gobierno Santos. Por igual, hace dos semanas ambos países firmaron un nuevo acuerdo de intercambio agropecuario que inicialmente relanzó la venta a Venezuela de carne, lácteos, productos avícolas.
Esos son apenas algunos pasos dentro de una agenda que recuperará el nivel de intercambio comercial de la década anterior. En 2010 las exportaciones al vecino país sólo llegaron a 1.422 millones de dólares pero este año, entre enero y mayo, ya rozaban los 600 millones, lo que implica que a diciembre se repuntará por primera vez después de la caída pronunciada que arrancó en 2008, cuando se superaron los 6.000 millones.
Se requiere, en consecuencia, una integración más profunda y sólida. Y allí es urgente aterrizar el acuerdo de complementariedad económica que debe servir de marco regulatorio del intercambio de productos, bienes y servicios, más aún ahora que Venezuela no tiene compromisos en el marco de la Comunidad Andina de Naciones (CAN). Alcanzar ese acuerdo, según las cancillerías, es una de las prioridades. Y no es para menos, el impacto de la crisis binacional es devastador. Inflación galopante y desasbastecimiento en la vecina nación y, para sólo citar un ejemplo, más de 2.900 empresas cerradas en Norte de Santander en los últimos dos años.
Obviamente el tema de seguridad y presencia guerrillera en el vecino país sigue generando mucha preocupación. Sin embargo, Venezuela ha capturado y deportado subversivos a Colombia, así como Bogotá decidió extraditar a un señalado narcotraficante a Caracas. Las reuniones entre las cúpulas castrenses y ministros de Defensa han permitido reanudar algunos convenios de coordinación de vigilancia fronteriza e intercambio de información. Persisten dudas y reservas a lado y lado, eso es indudable y sería ingenuo desconocerlo, pero lo importante es ir sumando hechos que permitan recuperar poco a poco un ambiente de confianza.
En el plano puramente político, el ambiente de beligerancia verbal quedó en el pasado. Ambos gobiernos se cuidan de pronunciarse públicamente sobre asuntos internos del otro y sus respectivas posturas geopolíticas e incluso han desautorizado a aquellos funcionarios que incumplen la directriz de prudencia y vocería única en asuntos bilaterales.
Desde luego no es un proceso fácil ni automático. Los problemas y dudas están a la orden del día. Sin embargo, es evidente que hay una nueva era entre Colombia y Venezuela, mucho más sólida, institucional y de largo aliento. Frente a esos avances reales, la ya casi frase de cajón de “los nuevos mejores amigos”, que ha generado tanta polémica, algunas gratuitas y politizadas, termina siendo un asunto apenas anecdótico y menor ante lo verdaderamente importante.