Los anticuerpos sociales | El Nuevo Siglo
Lunes, 12 de Enero de 2015

Algunos  pueblos pierden la capacidad de reacción frente al terrorismo, el crimen o el desafío de los violentos, pues carecen de la voluntad de defenderse de manera organizada contra los delincuentes e, incluso, contra la amenaza exterior. Es un hecho que así como existen individuos que son víctimas propicias del matoneo, se dan sociedades pusilánimes, incapaces de enfrentar la egresión extranjera. Es como si a unos les corriera mazamorra por las venas en vez de sangre de la buena. Es conmovedor el clamor de la multitud en París  de miles y miles de seres que rechazan a los pistoleros que los quieren amedrentar a mansalva mediante el asesinato de los caricaturistas y elementos que representan la libre expresión. Es un pueblo que reacciona instintivamente en   rechazo a la violencia y que  encarna en París, ese dogma escrito en los corazones de todos los seres civilizados bajo la órbita del cristianismo: no matarás.

En Colombia  cuando surgieron las primeras amenazas terroristas y aparecen  los grupos  armados  pregonando el cobarde asesinato a sangre fría de un sindicalista secuestrado, la sociedad perpleja no reacciona, ni sale a la calle. Después de décadas de sufrimiento los indígenas del Cauca, abandonados a su suerte, rescatan su honor, se organizan y hace unos meses capturan a sus verdugos, que con la monserga subversiva los han atormentado por décadas, los enjuician y condenan a 30 años de prisión. Los terroristas practican el dogma letal, como lo recuerda Sávinkov, con su notable experiencia y penetración psicológica. “No matarás, pero a mi alrededor todos matan” Y devela la mente  del terrorista: “el hombre vive y respira por el asesinato, vaga contra las tinieblas sangrientas y en las tinieblas sangrientas muere. Los animales salvajes matan cuando tienen hambre, pero el hombre mata por cansancio. Así es la vida”. En tanto los anticuerpos de la sociedad no reaccionen hasta presentar un frente monolítico como en Francia  contra la barbarie, no se restaurará en los corazones el dogma de: no matarás. El terrorista como las feroces ratas ciegas muerde a los que están al alcance de su mal de rabia, sin importar las consecuencias, presiente que también caerá.