*Se prende la campaña por Bogotá
*¿Pasará lo mismo que en Brasil y Uru-guay?
DIVERSAS y recientes encuestas de-muestran factores que hace apenas unos meses serían in-imaginables en el desarrollo de la campaña por la Alcaldía de Bogotá. Se pensaba, hace un tiempo, que como resultado de los grandes escándalos de corrupción en la ciudad, que sufren hoy una especie de sopor judicial, la justa electoral sería de mero trámite y que el péndulo viraría sin mayores imprevistos hacia la candidatura que mejor representara al establecimiento, obviamente contraria al Polo Democrático. Pero no ha sido así.
En efecto, el espacio que se abrió fruto de la liquida-ción del Polo ha permitido un escenario divergente al presupuestado. El hecho, hoy, es que los sondeos mues-tran en los tres primeros lugares a Gustavo Petro y Enri-que Peñalosa, generalmente empatados técnica o ma-temáticamente en la cabeza (con tendencia a crecer del primero), y luego Antanas Mockus, que se avizora como una tercería viable. De ahí para abajo el escenario pare-ciera partirse en dos, donde compiten y se alternan, en la mitad, jóvenes con ideas y en procura de hacerse cono-cer. Después se configura otro escalafón, donde eviden-temente se sitúan varias aspiraciones con poco o nulo respaldo, algunas que no llegarán al final.
Quiere decir, de modo genérico, que los electores están apostando ante todo a la experiencia. Mockus ha sido alcalde, con aplauso nacional e internacional en am-bos mandatos, y Peñalosa, quien también ocupó ese car-go, ha tenido la posibilidad de ser consultor del exterior en materias de máximo interés, como la congestión vehi-cular. En tanto, Petro, que ha tenido destrezas legislativas y ha sido congresista estrella tanto en Cámara como en Senado, no tiene alamares ejecutivos. Aún así, habiéndose salido del Polo Democrático (del que fue candidato presidencial), luego de denunciar las corruptelas de su propio partido que llevaron, entre otros, a la destitución del alcalde Samuel Moreno, y a pesar de pensarse que era un salto mortal, tiene reconocimiento en lo que es de las mayores preocupaciones nacionales y regionales: el ataque a la corrupción.
Frente al escenario Petro-Peñalosa, con tercería de Mockus, inevitablemente se abre un interrogante. ¿Acep-tarán los bogotanos, como lo hicieron para la presidencia uruguayos y brasileños con Luis Mujica y Dilma Rousseff, que un ex guerrillero del M-19 llegue al Palacio Liévano? No hay duda de que la pregunta rondará el par de meses que quedan de campaña, mucho más cuando parecería que la única alternativa que tiene Peñalosa para salir del empate es mostrar al ex presidente Álvaro Uribe en las barriadas, compartir campaña y tratar de beber de su po-pularidad. Ello, naturalmente, llevará a la diferenciación con Petro, donde el epicentro, como lo dejó entrever el mismo Uribe en su aún fresca audiencia ante la Comisión de Acusaciones de la Cámara, es que hay guerrilleros que, aunque indultados, siguen pensando igual vestidos de ci-vil. En el fondo, pues, se planteará una especie de plebis-cito en el que, de un lado, estarán quienes piensan que el perdón y olvido al M-19, y su cumplimiento de la palabra por la paz, permite el acceso a la alcaldía de Bogotá, y quienes, por el contrario, cerrarán esa compuerta en me-dio de un debate acrecentado sobre el terrorismo. Es de-cir, entre quienes creen que seguir fraguando la paz ame-rita una posibilidad y quienes mantendrán su negativa radical al perdón y olvido. Y en medio de ello también se jugará el modelo de ciudad, y los beneficios citadinos, que aún están por verse.
De como se resuelva el pulso puede estar, también, la tercería de Mockus. Tanto para ganar como para adherir a uno de los dos. En todo caso, lo que se vislumbraba co-mo una campaña gris y de trámite, puede volverse inten-sa y apasionante. Lo que aún no está claro es si servirá para cicatrizar heridas definitivamente o abrirlas eterna-mente.