* 9.200 millones de toneladas desde 1950
* En Ottawa avanza tratado anticontaminación
Representantes de 170 países están congregados esta semana por la ONU en Ottawa (Canadá) para avanzar en la definición de un tratado mundial que contenga la gravísima contaminación por plásticos que se extiende en el planeta.
Este flagelo es uno de los mayores problemas y desafíos que enfrenta la humanidad y se concreta en que todos los días se producen y comercializan cantidades monumentales de materiales plásticos para uso de muy corta duración pero que pueden tardar más de 500 años en degradarse.
Por su practicidad para empacar objetos y alimentos, así como su utilización en la manufactura de muebles y otros elementos domésticos, al igual que en la industria de la construcción, automóviles y otros medios de transporte, entre muchas otras aplicaciones, el uso incesante de plásticos es como una adicción que la humanidad no logra enfrentar ni contener. Dichos productos terminan en su mayor parte convertidos en desechos, por lo cual los plásticos constituyen una enorme amenaza, ya que contaminan paisajes y fuentes hídricas, a la vez que su producción impulsa la liberación de gases de efecto invernadero. No en vano, esta industria representa actualmente 5% de las emisiones mundiales de carbono.
El consumo irresponsable e irracional de plásticos no para de crecer. El Programa de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente reporta que desde 1950 se han producido 9.200 millones de toneladas, de las cuales siete mil millones se convirtieron en residuos. Una cifra aún más impactante: la producción mundial pasó de dos millones de toneladas en 1950 a 500 millones el año pasado.
El aspecto más inquietante de la crisis se registra, sin duda, en los océanos, cuya contaminación se ha incrementado diez veces desde 1980. Ahora estos cuerpos de agua reciben 11 millones de toneladas de plástico cada año, afectándose de manera letal diferentes ecosistemas y múltiples especies animales.
Para enfrentar y, de ser posible, poner fin a ese frenesí, en 2022 la Asamblea de la ONU para el medio ambiente acordó definir -hacia finales de este 2024- un acuerdo vinculante que reglamente el uso de plásticos en la Tierra a lo largo de todo el ciclo de vida de ese material, es decir desde que se produce, hasta su uso y eliminación. Un paso clave ya que, de continuar sin controles ni talanqueras, la producción se triplicaría para el año 2060.
Se han realizado tres rondas de ese proceso: Punta del Este (Uruguay), en Nairobi (Kenia) y en París (Francia). El debate principal lo alienta la “Coalición de alta Ambición”, integrada por 60 países, entre ellos los de la Unión Europea, Japón y algunos estados insulares que proponen restringir y reducir drásticamente la producción y el consumo de polímeros plásticos primarios y de plásticos de un solo uso, así como eliminar plásticos nocivos y el uso en la industria de aditivos químicos que afecten la salud. Se les opone un bloque integrado por China, Irán, Arabia Saudita y otros países petroleros, contrarios a la reducción y a la imposición de límites a la producción de este material.
Los diálogos incluyen a representantes de la industria petroquímica -que impulsan la reutilización y reciclaje de plásticos- y a más de 200 corporaciones -Unilever, Walmart y PepsiCo, entre otras- que apoyan tanto límites y restricciones en la producción, como políticas de reutilización.
La de Ottawa es la penúltima ronda de conversaciones -la final se realizará en noviembre próximo en Corea del Sur-, por lo cual lo que ocurra esta semana definirá si habrá un tratado estricto y ambicioso que imponga límites o uno “tibio” que deje el manejo de la industria a voluntad de los países y dé prioridad a la gestión de recursos y a las iniciativas de reciclaje y reutilización.
Frente al tamaño de los estragos que ocasiona el mal uso de plásticos en el mundo, tener un instrumento jurídico que intervenga el ciclo de vida de este material es crucial para la humanidad. Una oportunidad insular para que los productores actúen con más responsabilidad y transparencia, limiten su manufactura a cantidades sostenibles y eliminen para siempre el uso de componentes tóxicos.
Sin embargo, lo clave es que, con o sin tratado, toda persona debería contribuir desde ya a la causa, dejando de usar frívolamente elementos plásticos y de botarlos a la basura. Lamentablemente la experiencia demuestra que lograr un cambio de hábitos de esa dimensión puede ser más difícil que la misma negociación política del tratado.