*Tramoyas descubiertas por Wikileaks
*La coalición es en torno de Santos
NUNCA se había dicho tan abiertamente, como en los Wikileaks publicados ayer por El Espectador, que la estrategia del uribismo, hoy tan en entredicho que sus mejores amigos han salido a tratar de encabezar una campaña empresarial en desagravio del ex mandatario Álvaro Uribe, sería, en caso de no prosperar la casi segura segunda reelección presidencial, la de impedir a toda costa que fuerzas de otro espectro, pero coincidentes en la necesidad de seguridad, fueran a ganar. Seguramente nunca se pensó que la reelección iba a fracasar, como evidentemente lo apuntaba el ministro del Interior de entonces, Fabio Valencia Cossio, lo cual tendría hoy al país en quién sabe qué sinsalida lamentable, pero la Corte Constitucional puso los puntos sobre las íes y se abrió el espacio para lo que debió suponerse una justa franca y abierta.
Según los cables, la misma ministra actual de Vivienda, Beatriz Uribe, había dicho a la embajada de Estados Unidos, que Andrés Felipe Arias, del cual era su gerente de campaña, debería ganar la consulta conservadora con ayuda de Santos, a pedido de Uribe, y luego ver si podría hacerse una coalición. Todo ello habría derivado después de una reunión del mismo presidente Uribe con ambos aspirantes, por aparte, en la que habría dejado deslizar la idea de que ellos eran el plan B.
Noemí Sanín, sin embargo, derrotó a Arias contra todos los pronósticos y pese al influjo gubernamental descubierto en Wikileaks. De haber ganado Arias, no obstante, no creemos que se hubiera botado de bruces a coligarse con Santos, predilecto como era del mismo Uribe, según se sabía en todos los mentideros. Por el contrario, pudo ser Arias el presidente con una interpretación uribista mucho más fehaciente. Solo cuando se vio derrotado, pese a las cláusulas de compromiso conservador, mandó sus huestes a donde Santos, dividió al Partido y esperó a lo que Wikileaks dice sobre eventuales ofrecimientos posteriores. Aún así, Santos nunca lo necesitó.
Hoy todo eso suena bastante arcaico demostrada por Santos la independencia rigurosa de Uribe y autónomo de tales circunstancias.
En efecto, la Unidad Nacional, pregonada inicialmente entre la primera y segunda vuelta electorales, fue tomando un espectro de mucho mayor alcance a lo que suponía simplemente la unión de las vertientes uribistas. Hoy, desde luego, no es dable ningún tipo de vocería en el gabinete de quienes tuvieron algún tipo de cercanía con el escándalo de Agro Ingreso Seguro. Sería tanto como haberla otorgado a los que se sospecha hicieron parte de los fraudes en la DNE. El presidente Santos ha sido categórico y perentorio, tanto en la teoría como en la práctica, en desbrozar cualquier resquicio de corrupción y sus señales nítidas no deben perturbarse ni con la mínima sombra de compromisos políticos de un país que, bajo su mando, viene saliendo paulatinamente de aquellas sórdidas incidencias. Por el contrario, el Jefe de Estado ha enseñado que no es el odio ni la polarización lo que debe preponderar en la política, ni tampoco maniobras de las reseñadas en Wikileaks, sino el libre juego de las ideas y los aportes, en lo que el Partido Conservador debería ser mucho más activo.
La idea de la Unidad Nacional es plausible por todo lo que significa de serenidad y estabilización en un país que iba para el abismo divisionista. Interesa en ella, si ya se percibe la vigorización liberal entre el oficialismo y Cambio Radical, también la tonificación conservadora desprendida de las sombras en las elecciones de 2010. Claro es, como puede vislumbrarse de la campaña actual, que liberales y conservadores se sienten cómodos en esas alianzas naturales. No se trata, desde luego, de hacer caso a las voces alarmistas por una enemistad entre Santos y Uribe, lo que pasa es que la Unidad Nacional es en torno del primero y esa es la realidad política.