Realismo económico | El Nuevo Siglo
Martes, 12 de Mayo de 2015

Emisor replanteó a la baja meta de crecimiento

Aterrizaje tranquilo del enfriamiento productivo  

E   replanteamiento hacia la baja de la meta de crecimiento del PIB para 2015 por parte del Banco de la República, no hace más que confirmar el clima de cautela que debe imperar en las autoridades económicas en un año que, corrida ya la tercera parte, está marcado por la desaceleración del sistema productivo. Un enfriamiento que tiene como principal causa la descolgada de los precios del petróleo que comenzó a mediados de 2014, llegó a pisos supremamente bajos en el cambio de año y en estos momentos registra una leve recuperación, pese a la cual el costo del barril de crudo en los mercados internacionales aún no se sostiene sólidamente por encima de los 60 dólares. Esa crisis en el sector de los hidrocarburos ya tuvo su primer reflejo en los ajustes tanto al Presupuesto General para este año como en el propio Plan Nacional de Desarrollo, e incluso en el apretón ordenado por el Gobierno en varios rubros de inversión y funcionamiento, y también en regalías. Los cálculos iniciales señalan que las finanzas estatales se verán impactadas en no menos de diez billones de pesos para este año y, de seguir el rumbo en la cotización del crudo por el orden de los 60 dólares, el monto para 2016 sería similar, con todo lo que ello implica.

Sin embargo, hemos señalado que el enfriamiento económico no se puede considerar única y exclusivamente como reflejo de la coyuntura petrolera, pues hay otros rubros del sector real productivo que no tienen el dinamismo del año pasado o que no levantan cabeza tras una larga temporada de vacas flacas. Tal es el caso de la industria cuyos números todavía son muy deficientes. De igual manera la balanza comercial en este arranque de año se ha mostrado muy deficitaria, en tanto que el comercio y el consumo interno no han reaccionado con la fuerza que se requiere para ayudar a amortiguar el efecto de la descolgada petrolera.

Las esperanzas continúan puestas en lo que pueda sumar el impulso de la construcción y el grueso de las obras de infraestructura, pero allí debe advertirse que una parte de los proyectos aún está en etapa licitatoria, de diseño o apenas comenzando trabajos en el terreno. La coyuntura cambiaria tampoco ha ayudado mucho a la estabilización del horizonte económico, pues de la tendencia alcista del dólar en gran parte del primer trimestre hemos pasado en las últimas semanas a una caída del precio de la divisa. La inflación, a su turno, continúa por encima del tope de la meta fijado por el Emisor y por más que en lo que resta del año se morigere el crecimiento del Índice de Precios al Consumidor, no será fácil meter en cintura el costo de vida y llevarlo a porcentajes similares a los registrados en los últimos tres años. Por el lado del café, el panorama también es de cautela por cuanto el precio del grano no reacciona a nivel externo y ya los cultivadores están encendiendo las alarmas para que se reactive el subsidio extraordinario que se les otorgó el año pasado. En otros sectores económicos también hay señales de alarma y muy pocos se declaran libres de preocupación.

Como se ve, si bien la economía colombiana se mantiene como una de las de mejor desempeño a escala latinoamericana y las previsiones que hacen los organismos internacionales financieros, firmas calificadoras de riesgo y las operaciones de colocación de bonos continúan siendo positivas, algo clave en medio de un clima global incierto, es evidente que hay una desaceleración. Lo más conveniente en esta coyuntura es preparar el terreno de manera objetiva y realista para que el impacto del enfriamiento productivo sea asumido de manera gradual por todos los sectores, sin dar pie a escenarios críticos, como los que hoy se presentan en la industria de hidrocarburos y de servicios derivados, en donde asoman despidos masivos, fusiones obligadas y acuerdos de reestructuración empresarial, además de una caída de inversión extranjera directa.

En ese orden de ideas es bueno que las autoridades económicas, tanto gubernamentales como del Banco de la República, estén alistando la pista para el aterrizaje tranquilo y controlado de un sistema productivo que llevaba cuatro años en terreno positivo. Una cosa es el optimismo moderado basado en cifras y pronósticos creíbles, y otra muy distinta subdimensionar el clima de desaceleración y crear un escenario ficticio, a punta de interpretaciones acomodaticias de los indicadores, que a nadie conviene.