Un mensaje de Navidad | El Nuevo Siglo
Miércoles, 24 de Diciembre de 2014

Importancia de la espiritualidad

La creencia en el “Niño Dios”

La   celebración hoy de la festividad de la Navidad, sin duda una de las fechas más importantes dentro de la tradición cristiana, es propicia para reflexionar sobre el significado de la misma y qué mensaje debe llevarse a los millones de creyentes de la que es considerada la confesión religiosa más extendida del planeta. Un mensaje que el papa Francisco se ha encargado de comunicar de una manera más directa y cercana con la feligresía, haciendo hincapié siempre en que la espiritualidad debe estar por encima del materialismo y el consumismo. Un mensaje en el que el Pontífice ha insistido en que los valores del amor y la solidaridad son la base de una sociedad justa y equitativa. Un mensaje en el que la defensa de la vida está por encima de toda otra urgencia e interés.

Por lo mismo, más allá de la avalancha de compras y regalos en estas calendas, lo más importante es que cada persona y familia reflexionen sobre lo que la celebración del nacimiento de Jesucristo significa y evidencia dentro de la doctrina católica, apostólica y romana. En un país en donde algunos estudios sostienen que el cristianismo, pese a ser la religión mayoritaria, ha ido perdiendo terreno frente a otras confesiones religiosas, sorprende y gratifica ver cómo la mayoría de los padres de familia defienden a capa y espada la creencia del “Niño Dios” y, sobre todo, la metáfora aquella de que sólo le trae regalos y presentes a quienes se “han portado bien” durante el año en curso. Esa tradición ha sido clave durante mucho tiempo para afincar en los niños y niñas la necesidad de interiorizar una escala de valores que los construye y enriquece como seres humanos solidarios, respetuosos y de correcto proceder.

De allí que resulte aún más trascendental que esa necesidad de corregir las conductas anómalas, empiece por la propia Iglesia, tarea en la que el Papa Francisco ha sido muy activo, empezando por la política de máximo castigo a la pederastia, así como el llamado a toda la institucionalidad eclesiástica a dejar de lado los lujos y pomposidades, para concentrarse aún más en los desvalidos y necesitados, tanto material como espiritualmente. Por ejemplo, el Pontífice, en su mensaje navideño, hizo énfasis en la denuncia de las quince enfermedades "graves" que padece la Curia Romana. La rivalidad, chismes, el  "alzheimer espiritual", la falta de autocrítica, la esquizofrenia existencial, el exceso “de actividad” y hasta falta de humor, entre otras, hicieron parte de ese diagnóstico que la misma Iglesia debe aprender a "curar", empezando para ello con acudir a la reflexión, penitencia y confesión.

Entendibles las críticas de quienes sostienen que se ha mercantilizado el símbolo de la Navidad y que el consumismo le ha quitado espacio a la espiritualidad de la misma. Sin embargo, está en cabeza de cada feligrés el rescatar los mensajes de fondo de la festividad y las reflexiones a que invita. Como bien lo dijo el arzobispo de Bogotá, cardenal Rubén Salazar Gómez, en el marco de la celebración de esta solemnidad: la Navidad es la fiesta de la paz. Agregó el jerarca que la Navidad es la expresión del amor de Dios con cada uno de nosotros. "Ese amor nos hace a todos hijos de Dios", sostuvo. El ser hijos de Dios -puntualizó- además de ser una gracia, también nos brinda la tarea de ser constructores de paz, una paz que se basa en la fraternidad y que engendra solidaridad para construir una nueva sociedad.

Se trata de un mensaje muy oportuno en momentos en que el país está inmerso en el que es, sin duda, el proceso de paz con las guerrillas que más lejos ha llegado en las últimas décadas y, por lo tanto, el que mayor esperanza despierta frente al anhelo de terminar con más de medio siglo de violencia y barbarie.

Toda religión tiene sus propios ritos, doctrinas y celebraciones, cada cual con una significación muy específica. Para los católicos, la Navidad es una de las fechas más importantes porque pone de presente que el amor, la equidad y la solidaridad son las bases para construir una sociedad justa y con vocación de futuro. De allí la invitación a todo el cristianismo a vivir esta festividad con la máxima dosis de espiritualidad y reflexión.