Un proyecto polarizante | El Nuevo Siglo
Viernes, 19 de Diciembre de 2014

*El pulso por uso medicinal de marihuana

*Tres conclusiones de un debate aplazado

 

Uno de los proyectos que más dio de qué hablar en el primer tramo de la legislatura que terminó esta semana fue el que proponía abrir paso en Colombia al uso terapéutico de la marihuana. La iniciativa irrumpió en la agenda parlamentaria generando un debate de alta intensidad no sólo en el hemiciclo sino en muchos sectores políticos, sociales, económicos, gremiales e institucionales del país. Al final, la división de criterios en el Congreso llevó a que la votación de la  iniciativa fuera finalmente aplazada para marzo.

Más allá de la polarización que generó la propuesta de dejar en cabeza del Estado la regulación de la producción, comercio y uso medicinal de la marihuana, sobre todo para pacientes terminales o con dolores o patologías crónicas, lo cierto es que la discusión dejó tres conclusiones claras.

En primer lugar, que en Colombia existe mucho desconocimiento sobre las implicaciones reales de un asunto que, por más que se haya discutido hondamente en muchos países, no por ello puede decirse que el Congreso y la opinión pública local estaban listos para abordar. Ello explica por qué gran parte de las controversias surgidas alrededor de las bondades o riesgos del proyecto, mezclaban posturas argumentadas y profundas con visiones marcadas por mitos y percepciones muy subjetivas, tanto a favor como en contra. Al final quedó claro que si alguna iniciativa necesitaba, antes de llegar al Parlamento, lo que ahora ha dado en llamarse “socialización”, era precisamente esta. Allí estuvo una primera gran falla.

Como segunda conclusión tiene que señalarse que tanto los defensores como los críticos de la propuesta que tuvieron en cuenta que la discusión sobre el uso terapéutico de la cannabis tiene en nuestro país singularidades que hacen imposible utilizar los mismos argumentos a los que en otras naciones se ha acudido. Colombia ha sido desangrada por el  narcotráfico, que no solo dio lugar a sufrir en su momento al considerado hombre más peligroso y buscado del mundo (Pablo Escobar), sino que este negocio ilícito, mutante, complejo y trasnacional, ha sido el principal ‘combustible’ de la guerra en las últimas cuatro décadas, financiando sin distingo actores armados ilegales de toda índole. En ese orden de ideas, la colombiana es por definición una sociedad prevenida frente a todo aquello que pueda ser relacionado con el flagelo de la producción, comercio, venta y consumo de narcóticos, y ello explica por qué muchos de los opositores al uso medicinal de la marihuana replicaban que algo así podría funcionar en otro país pero no en uno como el nuestro. Esa situación no se sopesó adecuadamente y, al final, fue uno de los elementos que bloqueó el proyecto.

Y en tercer lugar, durante los debates en el Congreso no fueron pocos los parlamentarios, incluso los que estaban a favor de la misma, que advirtieron que la propuesta tenía como principal flanco débil la ausencia de una estructuración más puntual y detallada sobre los mecanismos de control y vigilancia que se darían al Estado para regular la producción, comercio y uso medicinal de la marihuana. Igual se señaló en los debates que por más buena fe que tuviera la futura norma, no estaban claros los lineamientos y regulaciones para evitar que por esta vía se desviara la producción legal hacia el microtráfico, el consecuente aumento del consumo ‘recreativo’ de la planta o incluso se convirtiera en una puerta a una eventual legalización de las drogas. La cantidad de interrogantes y reservas terminaron, finalmente, por empantanar el debate, más aún porque se llegó a la última semana de sesiones y muchos congresistas indicaron que un tema de tal complejidad no podía ni debía aprobarse o negarse en semejante premura.

¿Qué puede pasar el próximo año? Nadie lo sabe. Partidarios y opositores proyectaron ya maniobras para sustentar sus tesis y abonar el terreno para los debates y votaciones parlamentarias. También anuncian estudios científicos para soportar sus respectivas  visiones. Foros, marchas, campañas, traída de expertos internacionales y testimonios cargados de dramatismo estarán a la orden del día. Por lo pronto, más allá de la orilla en que cada quien se ubique, lo cierto es que el debate sobre la utilización de la marihuana o sus derivados para tratamientos terapéuticos o paliativos de pacientes terminales o crónicos, apenas sí comienza en Colombia y dará lugar a muchas batallas argumentales  en el Parlamento y por fuera de él.