* Importancia de la espiritualidad
* Atención a las advertencias papales
La Iglesia Católica continúa siendo mayoritaria en Colombia, así como en los corazones de más de 1.100 millones de personas en todo el mundo. Pese a los escándalos que la vienen aquejando desde hace una década por cuenta de la pederastia, que hasta el mismo Vaticano ha urgido que sea castigada con toda la drasticidad e incluso pedido perdón a las víctimas, el catolicismo continúa siendo una de las religiones más extendidas en todo el planeta.
En medio de una sociedad en la que crece casi geométricamente el número de religiones, confesiones y cultos derivados, en la que el materialismo y el racionalismo radical amenazan con arrasar todo asomo de espiritualismo y en la que el individualismo y egocentrismo compiten con los principios de solidaridad, amor al prójimo y la primacía de lo colectivo, la Iglesia Católica permanece vigente y actuante. Los estudios y encuestas serias continuamente desmienten a quienes a cada tanto avizoran un desgaste imparable del cristianismo a escala mundial y sobredimensionan las crisis y retos que éste enfrenta en el convulsionado siglo XXI.
Es claro que la Iglesia Católica ha enfrentado duros momentos y tiene difíciles metas que alcanzar. También lo es que en países en los que antes era prácticamente la única religión, ahora se registra un surgimiento de otras confesiones, algunas de ellas derivadas del cristianismo, así como la incursión de tendencias de espiritualismo propias de otros rincones del planeta, como el Medio Oriente. Colombia no ha sido la excepción a esas circunstancias pero aún así se considera que de cada diez compatriotas, alrededor de ocho son católicos y que si bien no practican disciplinadamente los ritos y obligaciones de todo creyente, siguen firmes y fieles a la religión heredada de sus padres y asumida, ya en su juventud y adultez, como propia. Hay teólogos que consideran que la verdadera inclinación religiosa de una persona se conoce en el momento en que frente a un apremio o circunstancia grave, decide acudir a un ente superior, más allá de la razón y en el que pone toda su fe y ruego para superar la difícil coyuntura a que se enfrenta. Y allí, en el caso colombiano, el catolicismo no tiene competencia.
Sin embargo, es necesario que la Iglesia busque mecanismos que permitan no dejar decaer la fe de sus fieles. Por ejemplo, en la celebración de la Navidad el propio Pontífice Benedicto XVI se quejaba de cómo el materialismo y el auge comercial han afectado la vivencia espiritual y sentida de lo que significa celebrar el nacimiento de Jesús, las implicaciones de un Dios humanado y el mensaje que cada quien debe interiorizar de ese hecho. “La Navidad se ha convertido en una fiesta de los comercios, cuyas luces destellantes esconden el misterio de la humildad de Dios”, se lamentó el máximo jerarca católico. También advirtió el Papa sobre cómo el racionalismo radical afectaba la espiritualidad de las personas. “Si queremos encontrar al Dios que ha aparecido como niño hemos de apearnos del caballo de nuestra razón ilustrada… Debemos bajarnos, ir espiritualmente a pie, por decirlo así, para poder entrar por el portal de la fe y encontrar a Dios, que es diferente de nuestros prejuicios y nuestras opiniones”. En la medida en que ello ocurra esos mandatos de amor, de no violencia, de bondad y solidaridad con quienes sufren o pasan necesidades, doctrinas que engloban la base ideológica del catolicismo, podrán ser el motor que acabe de una vez por todas con las guerras, la intolerancia y el egoísmo.
Para quienes continuamente hablan de la crisis insalvable del catolicismo y más que buscar un Estado laico y respetuoso de la libertad de cultos, parecieran estar más interesados en socavar las raíces que mantienen a la mayoría de la población colombiana fiel al cristianismo tradicional, no debe resultar muy fácil de digerir y entender que año tras año la Iglesia Católica aparezca en los primeros lugares de las instituciones que mejor imagen y credibilidad tienen. A eso se le llamada vigencia.