Aunque todavía faltan más 16 meses para la cita en las urnas de la primera vuelta, el escenario político está muy agitado. ¿Qué está pasando en cada colectividad? ¿Qué nombres suenan? ¿Cuáles son las estrategias que podrían implementarse? ¿Qué pasó esta semana con Vargas Lleras y Zuluaga? ¿Cómo se plantean las alianzas y contra-alianzas? EL NUEVO SIGLO presenta un completo panorama, partido por partido
Tormenta política en el uribismo
El arranque de la precampaña presidencial uribista se da en medio de una tormenta política bastante intensa en esa colectividad. De un lado no pocos consideran que las revelaciones esta semana en torno a que una parte del sueldo de Eduardo ‘Duda’ Mendoza, asesor político brasileño de la campaña de Oscar Iván Zuluaga en 2014, lo pagó la multinacional Odebrecht, incursa en un escándalo internacional de sobornos en 12 países, incluida Colombia, asestaron un duro golpe a sus posibilidades de ser el aspirante presidencial del Centro Democrático en 2018.
No es un secreto que hay varios sectores uribistas que consideran que Zuluaga no debe ser la carta a jugar el próximo año, pero es difícil descartar de buenas a primeras a quien sumó casi 7 millones de votos en la segunda vuelta de junio de 2014. Además, ya parece vox populi que el expresidente Uribe sería más partidario de que el candidato fuera el senador Iván Duque, la estrella emergente del uribismo. A su turno, el tercer precandidato Carlos Holmes Trujillo es visto como un aspirante muy inteligente y de línea moderada frente a sus dos rivales internos.
Para nadie es un secreto, tampoco, que los contradictores de Zuluaga venían insistiendo en que su talón de Aquiles era que estaba investigado por el caso del hacker Sepúlveda y el presunto espionaje al proceso de paz en 2014. Sin embargo, ese asunto se cayó semanas atrás cuando la Fiscalía le archivó la investigación, aunque siguió el proceso contra su hijo y el exparlamanetario Luis Alfonso Hoyos. Pero ahora salir salpicado en el escándalo Odebrecht es mucho más grave, no solo porque apenas comienzan las investigaciones de la Fiscalía en torno a por qué la cuestionada multinacional pagó una parte del sueldo del polémico asesor brasileño, sino porque ya dirigentes como el exalto comisionado de paz Luis Carlos Restrepo pidieron al expresidente Uribe que el caso, que califican de extrema gravedad, fuera remitido al Comité de Ética del partido.
El exmandatario así lo hizo, precisamente en una carta en donde fue evidente que quiso tomar distancia del confuso episodio y no respaldó tan abiertamente a Zuluaga como sí lo hiciera semanas atrás cuando este afirmaba que no hubo nexo alguno con Odebrecht. Todo da a entender que a Uribe la información de esta semana también lo sorprendió.
Pero el problema no termina ahí. Al revelarse que Duque también asistió a una reunión en Brasil para tratar el tema de Mendoza –la misma en la que el senador dice que no se habló de Odebrecht–, es claro que también será investigado por la Fiscalía y el Comité de Ética.
Este asunto apunta, por el momento, a concentrar la atención de los precandidatos, alguno de los cuales ya habían denunciado una ‘guerra sucia’ interna en la precampaña. Es más, ya hay quienes le recomiendan a Uribe barajar de nuevo sus cartas y evaluar otros nombres para pelear por la Casa de Nariño.
El factor Vargas Lleras
Que el hoy vicepresidente Germán Vargas Lleras será candidato presidencial en 2018 no es novedad alguna. Que iba a renunciar antes de marzo, tampoco. Ni siquiera sorprende que en los corrillos políticos haya distintas versiones sobre su relación con Santos, unas que los ubican marcándose ya distancias políticas y electorales, y otras que insinúan que el Presidente cada vez lo ve como el aspirante más firme a sucederlo y podría, en consecuencia, hacerle el ‘guiño’ respectivo…
Sin embargo, esta semana Vargas Lleras fue noticia por lo que hizo y por lo que no hizo, y tanto en un caso como el otro hubo impactos en la precampaña presidencial.
De un lado, la versión en torno a que le había ofrecido al director de Planeación Nacional, Simón Gaviria –liberal e hijo del expresidente César Gaviria–, ser su fórmula vicepresidencial para 2018, fue como una patada a la mesa de ajedrez, cambiando todas las hipótesis que se venían formulando en torno a que habría una coalición entre La U y los liberales para respaldar la candidatura de Humberto De la Calle, que tendría como principal bandera el continuismo del proceso de paz. Una coalición que, apoyada incluso por las Farc –ya como partido político– y sectores de centro y el Polo, mediría fuerzas con una coalición de centro y centro derecha, encabezada por Vargas Lleras, el candidato uribista y el grueso del conservatismo.
La versión del ofrecimiento a Gaviria tomó aún más vuelo al revelarse que este se reunió con la bancada liberal en la Cámara y les confirmó la oferta de Vargas, generando una tormenta política de grandes proporciones, a tal punto que le tocó al Vicepresidente salir a desmentir que hubiera hablado con el jefe de Planeación sobre temas electorales y menos aún que le hubiera pedido ser su segundo a bordo. También desmintió otros rumores en torno a ofrecimientos de fórmula vice al senador conservador Hernán Andrade o al senador uribista Iván Duque.
Si eso ocurre sin que Vargas haya renunciado, lo cierto es que cuando dé un paso al costado, a finales de este mes, la precampaña habrá terminado y empezará, tempranera pero irreversiblemente, la campaña, pues el candidato más fuerte y líder en encuestas entrará al campo de juego.
El segundo hecho político alrededor del Vicepresidente esta semana fue su polémica con el presidente venezolano Nicolás Maduro y luego con otro de los hombres fuertes del chavismo Diosdado Cabello. Más allá del rifirrafe por el término “venecos” que utilizó, lo que quedó claro es que Vargas se sitúa ya como un crítico abierto y contraparte del desprestigiado y muy cuestionado chavismo, con el que Santos mantiene relaciones políticas cordiales.
Es más, en un hecho político que evidencia la forma en que el Vicepresidente va marcando distancias al Ejecutivo aún antes de salir del cargo, Vargas criticó que la Cancillería colombiana no lo hubiera defendido de los insultos de las autoridades venezolanas. Pero ni aún con esa queja recibió solidaridad efectiva de Santos o la canciller.
Maduro es el personaje más desprestigiado en Colombia y es visto como cómplice de la guerrilla. Vargas Lleras ya se le puso en la otra orilla y eso le da réditos políticos claros. Pero tampoco se puede negar que el nuevo escándalo político en La Guajira salpica a Cambio Radical, el partido del Vicepresidente.
Los Gaviria y el dilema liberal
Son varios los hechos que marcan el arranque de la precampaña en el liberalismo. En primer lugar, está el factor de los Gaviria. Para nadie es un secreto que se le ha pedido insistentemente al expresidente que asuma las riendas del partido para liderar la campaña de un partido que lleva más de 20 años fuera de la Casa de Nariño.
Se aseguraba, incluso, que era él quien tras bambalinas estaba armando la candidatura de Humberto de la Calle y sentando las bases de una alianza con La U bajo la bandera de la paz, en una fórmula encabezada nada menos que por un reconocido gavirista como el ex jefe negociador en La Habana. Es más, se rumoraba en los círculos políticos que el expresidente no era muy partidario de una consulta popular interna entre los precandidatos liberales (De la Calle, Juan Manuel Galán o incluso los senadores Viviane Morales y Luis Fernando Velasco) y que prefería una interpartidista con el candidato de La U y otros de la coalición por la paz.
Sin embargo el rifirrafe por el desmentido ofrecimiento de Vargas a Simón Gaviria trastocó todo el panorama pues no sólo abrió el análisis de la viabilidad de una alianza Cambio Radical-liberales, con dos dirigentes de clara cuna roja a la cabeza, sino que puso a los demás precandidatos a preguntarse cómo se terminará moviendo el expresidente.
No es un secreto que entre los liberales también existe el dilema en torno a qué es lo que hará el presidente Santos. Es decir, si a la hora de las definiciones se inclinará por quien fuera su Vicepresidente, que hoy lidera las encuestas, o por quien le manejó su programa bandera, el proceso de paz, es decir De la Calle, que aparece muy abajo en los sondeos.
A ello se suma que en los corrillos políticos se asegura que el expresidente Gaviria tiene una confianza limitada en el Jefe de Estado, ya que tanto en su primer gobierno como en el segundo han tenido una relación con muchos altibajos.
También es obvio que en el liberalismo se están empezando a marcar las diferencias entre distintos bloques y corrientes. Se dice que el hoy presidente del partido Horacio Serpa considera que el liberalismo tiene con qué volver a la Casa de Nariño, pero otros sectores creen que sólo es posible si se plantea desde ya, y no después de la primera vuelta presidencial, una alianza de amplio espectro con La U y un sector de la centro izquierda.
A todo esto debe sumarse que parte del destino de las toldas rojas está atado a lo que pase en la próxima convención partidista, en la que no sólo debe definirse la estrategia electoral, sino, precisamente, la adopción de los nuevos estatutos que quedaron en vilo por una decisión de las autoridades electorales. Aquí el tema de la obligatoriedad de la consulta interna está en juego.
Los conservadores, entre estrategia y oportunidad
La precampaña presidencial en este partido se marca en tres hechos muy puntuales. En primer lugar es evidente que el partido es visto como un factor político y electoral capaz de inclinar la balanza a la hora de las urnas. Por lo mismo, hay dos bloques o tendencias muy claras en su interior. Una de ellas propende por acercarse a la alianza política La U-liberales que tomará como bandera la continuidad del proceso de paz y, la otra, es partidaria de romper cobijas con las huestes gubernamentales y mejor buscar posicionarse de forma más natural en el espectro de la centro derecha, junto al uribismo y Cambio Radical, que si bien no buscan desmontar el acuerdo de paz, sí quieren ajustarlo en lo que sea posible.
Paradójicamente ambas tendencias son partidarias de que el partido escoja un candidato presidencial, ya sea por consulta interna o cualquier otro mecanismo, porque consideran que así es más fuerte la posibilidad de negociar una alianza, incluso apuntando a una posible fórmula vicepresidencial o una consulta interpartidista para escoger candidato único.
En cuanto a nombres de posibles aspirantes a ser los candidatos azules, la lista la encabeza la exministra Marta Lucía Ramírez, que en 2014 sumó dos millones de votos en la primera vuelta. Siendo ella tan cercana al uribismo, se dice que las banderas azules santistas podrían ser enarboladas por el ministro de Hacienda, Mauricio Cárdenas, pero de este no se sabe, primero, si renunciará en las próximas semanas para asumir una posible precandidatura y, segundo, qué impacto podría tener en sus aspiraciones la reciente reforma tributaria que impulsó contra viento y marea.
El presidente del Directorio partidista, senador Hernán Andrade, viene adelantando acercamientos con Ramírez, el exgobernador Ubeimar Delgado (primero en lanzarse como precandidato) e incluso el propio exgobernador antioqueño Luis Alfredo Ramos, que recuperó su libertad recientemente pero a quien muchos ya ven –si el proceso en su contra se archiva definitivamente en la Corte Suprema de Justicia- más opcionado para ser precandidato en el uribismo, sobre todo ahora que el aspirante más fuerte allí, Oscar Iván Zuluaga, quedó en el ojo del huracán porque su asesor político en 2014, el brasileño Eduardo ‘Duda’ Mendoza, recibió pagos de la multinacional Odebrecht, cuestionada en 12 países, incluyendo Colombia, por sobornar para obtener contratos públicos.
Por ahora los conservadores siguen esperando para ver cómo se mueven el resto de los partidos. Faltando un año y cuatro meses para la primera vuelta, piensan que todavía hay tiempo para definir la estrategia y establecer cuál alianza es más rentable política y electoralmente. Incluso se habla de que, en pocos meses, un candidato que hoy pocos tienen en sus cuentas podría saltar a la palestra y cambiar todo el escenario de la precampaña azul. Habrá, entonces, que esperar.
Un Polo Democrático… bipolar
Hasta ahora, el único precandidato legalmente inscrito es el senador Jorge Enrique Robledo. Sin embargo, esto está lejos de significar que el Polo Democrático Alternativo ha logrado la unidad en torno a ese nombre.
Robledo pertenece al Movimiento Obrero Independiente y Revolucionario (MOIR), que como tendencia dentro del Polo ha mantenido firme su posición de más medio siglo en contra de las Farc.
De ahí que Robledo, aunque apoya el proceso de paz, no está dispuesto a respaldar la consigna del “gobierno de transición” levantada por el Secretariado en su tránsito a la legalidad.
Así que otros sectores del Polo jamás votarían por alguien del MOIR, como quedó en evidencia en 2011, cuando en las elecciones para Alcaldía de Bogotá los líderes polistas dejaron solo al candidato Aurelio Suárez y se volcaron a las urnas por Gustavo Petro.
Previendo esta situación, Robledo y el MOIR han logrado una serie de alianzas al interior del Polo que les permitieron alcanzar casi la mitad de los delegados en el congreso partidista de mayo de 2015.
La ‘oposición’ a Robledo dentro del Polo ha querido postular a la ministra Clara López como precandidata (incluso la tendencia Polo Social la inscribió como tal), pero esto no puede contarse como un hecho político hasta que ella no renuncie a la cartera de Trabajo.
Por lo pronto, López ha dicho que no va a renunciar. ¿Cuáles son las opciones, entonces? Se dice que ella podría querer quedarse en el gabinete de Santos y volver a aspirar a la Alcaldía de Bogotá. Esta posibilidad podría abrir la puerta a un acuerdo entre los dos grupos en contienda dentro del Polo.
En este escenario existe otra alternativa: que López sea cabeza de lista al Congreso, ya que si Robledo aspira a la Presidencia no puede ser candidato al Senado.
Sin embargo, se rumora que no habrá acuerdo entre ambas fuerzas y que López sería fórmula vicepresidencial del candidato que en los comicios del próximo año defendería el proceso de paz, probablemente Humberto de la Calle, en una alianza entre los partidos Liberal y La U, es decir el santismo, la organización política que conformen las Farc y el sector del Polo que rechaza a Robledo.
Es claro que esta última opción dividiría al Polo, ya sea que Robledo logre el apoyo oficial del partido o le toque lanzarse sin la cobertura de la colectividad.
Cualquiera que sea la circunstancia en que quede la candidatura de Robledo, su bandera de lucha contra la corrupción lo ha acercado a un sector de los verdes, quienes también están enarbolando esa enseña de cara a las elecciones presidenciales de 2018.
La encrucijada de los verdes
La Alianza Verde ya tiene su primera precandidata presidencial: la senadora Claudia López.
La congresista saltó ‘al agua’ promoviendo una consulta popular anticorrupción, imponiéndose la titánica tarea de reunir cinco millones de firmas antes del 27 de julio para convocar el respaldo en las urnas de siete propuestas, que van desde la reducción del salario de los legisladores, pasando por cárcel común para los corruptos, hasta limitar a tres los periodos en que una persona puede ostentar una curul en la misma corporación pública.
“Con esta firmatón por la consulta popular anticorrupción pasamos de la indignación a la acción para que desde y con la ciudadanía derrotemos, y castiguemos a la clase política y sus contratistas corruptos, y recuperemos la plata que le están robando a los colombianos”, afirmó López al presentar la iniciativa.
El audaz empeño es sin duda un gran arranque de su campaña, pues aunque no podría decirse que si consigue cinco millones de firmas tenga asegurados el mismo número de votos en las elecciones presidenciales, ese sería un gran logro para afianzar su posición, dado que su propuesta es armar un ‘combo’ con otros líderes de su partido, como el senador Antonio Navarro, o externos a su colectividad, como el exgobernador antioqueño Sergio Fajardo o el también senador Jorge Enrique Robledo, del Polo.
Pero hay una razón adicional para querer ‘cocinar’ algo que vaya más allá de las toldas verdes: no todos los sectores dentro de la organización política quieren ir para el mismo lado. Existen al menos dos de esos grupos, uno de ellos es el de los ‘verdes originales’ liderados por el ministro Eduardo Londoño, que quieren entrar a la coalición que defienda el proceso de paz.
De hecho, Navarro mismo aunque acompaña a López en su cruzada anticorrupción no ha decidido si se presenta como precandidato o si se suma a quienes impulsarían un viraje hacia el “gobierno de transición”.
Caso aparte es Fajardo, que también ha accedido al llamado de López, pero no ha definido cómo presentaría su casi segura aspiración presidencial.
El rumor es que López quiere tomar fuerza para ser una fórmula vicepresidencial, quizás de Fajardo o de Navarro.
Sin embargo, dependiendo de los acuerdos a los que puedan llegar y de cómo llegue, si llega, Robledo, lo más seguro es que se busque un mecanismo para concretar una propuesta para los comicios de 2018.
En todo caso, lo que se ve es que aunque la senadora López no logre las cinco millones de firmas (ella es optimista en que las conseguirá) claramente fortalecerá su posición dentro de la Alianza Verde y será una voz con aun más argumentos para ser tenida en cuenta dentro y fuera de la colectividad.
La U y su defensa del gobierno Santos
Donde las cosas no están para nada fáciles de sortear es en el Partido Social de Unidad Nacional (La U).
En la colectividad existen dos certezas: cuentan con una votación probada en elecciones legislativas y presidenciales, y tienen la obligación de defender el proceso de paz, en particular, y la gestión de Santos, en general.
Y sin embargo, la baraja de candidatos no convence adentro ni afuera. No por sus calidades, ya que se trata de dos funcionarios con buenas calificaciones (el embajador Juan Carlos Pinzón y el ministro Aurelio Iragorri) y de un congresista ampliamente conocido (el senador Roy Barreras).
Cualquiera de los tres podría asumir esa tarea de defensa del gobierno Santos. Pero de los tres, el único que se ha contado en las urnas es Barreras, pero ni él tendría a su haber una fuerza arrolladora para presentarse a la elección presidencial.
Ahí lo que correspondería es buscar una alianza de defensa del proceso de paz, a la que están dispuestos los liberales, las propias Farc y sectores del Polo y los verdes.
De hecho, ya se han sentado voceros de La U y el Partido Liberal a conversar del asunto, sin concretar todavía nada. Pero, precisamente, el rumor que se desató sobre una supuesta fórmula vicepresidencial de Simón Gaviria en la eventual aspiración de Germán Vargas Lleras a ser el próximo inquilino de la Casa de Nariño, metió ruido en las mencionadas aproximaciones.
No cabe duda de que La U llegará a la coalición de defensa del proceso de paz. Sobre eso hay discusión. El tema, dentro del partido, es cómo llegar allí.
Siendo la colectividad del presidente Santos, no puede llegar en inferioridad de condiciones a emular la candidatura liberal, que muy probablemente sea Humberto de la Calle. Es más, algunos militantes de La U consideran que lo mínimo que les toca es jugar como fórmula vicepresidencial. Sin embargo, otros son memos ambiciosos, dado que el objetivo es lograr una coalición muy amplia, de tal manera que quepan sectores verdes y de izquierda, con quienes hay que llegar a acuerdos para consolidar una propuesta para el electorado, máxime si se tiene en cuenta el desacalabro que representó el plebiscito.
Voces optimistas aclaran que, a diferencia de los comicios de octubre, el próximo año se combinan las votaciones al Congreso con la carrera presidencial, con lo que tendrán a su favor toda la maquinaria electoral de las regiones, de modo que lo que aporta La U a la coalición es nada menos que numerosos sufragantes.